lunes, 27 de junio de 2016

“Siempre volver a la base” - Crónica de una Peña Compañera

Hace frío, pero las jóvenes llevan sus vestidos folclóricos de mangas cortas. En la vereda de una de las sedes de la Fundación Farinello, hay gente llegando a la tercera “Peña Compañera”, organizada por la agrupación Peronismo Generacional de Quilmes Oeste.


Los niños llevan sus mejores prendas, los abuelos buscaron una mesita cómoda para ver el show, más adelante una familia numerosa ocupa varias sillas y pone sobre la mesa platos con montañas de empanadas. Se abrazan, se miran, se reconocen y sonríen, aunque pronto el lugar está lleno y hay que quedarse a un costadito para poder compartir.
Roberto Gaudio, "Gallo" para los compañeros 
“La peña es un espacio de resistencia cultural e ideológica, un espacio que nosotros mismos nos generamos para poder intercambiar ideas, para generar un debate sano y en un marco de distención”, comenta Roberto Gaudio, mejor conocido por sus compañeros como “gallo”. Gaudio es militante peronista desde los 16 años, desde muy joven ocupó cargos importantes dentro de la estructura del Partido Peronista sin perder la sencillez y el motivo de su compromiso, por eso la noche de la peña, es uno más entre sus pares.
Entre los presentes, en una mesa del costado, también está sentado el politólogo y periodista Edgardo Mocca. Su participación en el programa televisivo “6,7,8”, lo llevó, igual que a sus colegas, a la censura absoluta y a la exclusión del mercado laboral de la comunicación.
Edgardo Mocca politólogo y periodista
Después de que los jóvenes bailan la chacarera con sus atuendos típicos, Gallo presenta afectuosamente a Mocca para que ofrezca unas palabras. “Son momentos para transmitirnos afecto, mirarnos las caras, encontrarnos, sin preguntarnos si somos peronistas, socialistas, democráticos, liberales, somos argentinos, somos ciudadanos”, dice Edgardo, “Todos los que vivimos en este suelo generoso, que lo ha sido con nosotros, con nuestros padres y abuelos, que tuvieron que irse de sus patrias por las razones de siempre, por la pobreza y la exclusión. Este pueblo generoso no va a permitir que se consolide y se haga durable, un proyecto que viene a hambrear, a liquidar conquistas y derechos”, continúa.
La peña es un enorme living de barrio, un espacio común y caótico donde la gente se levanta de la mesa a cada rato para buscar más empanadas o pedazos de bizcochuelo. El cuero de los bombos suenan con canciones del litoral y muchos fuman tranquilos mirando el escenario. La tercera edición de ésta festividad nació motivada por los militantes de los barrios, los vecinos que concurren a las copas de leche, los músicos folcloristas que encuentran allí un escenario para compartir sus canciones, los docentes y estudiantes que la pelean también desde la academia.
Gaudio cuenta que a en la primera peña cantó el Negro Méndez, un reconocido folclorista para los quilmeños. Pero como la iniciativa apenas estaba empezando, en el fondo de escenario había un afiche que decía “Peña compañera, acá no se rinde nadie”, y como no tenían pie de micrófono el Negro “cantó con un secador de piso y hubo que atar el micrófono ahí”.
“Yo creo que indefectiblemente vamos a volver, de eso no tengo duda. Me parece que hoy estamos en el proceso de ver como se vuelve y con quienes se vuelve, pero vamos a volver porque el peronismo volvió siempre, porque nuestra bandera, nuestra lucha, nuestra energía está puesta siempre en recuperar los derechos de los que no tienen”, comenta Gallo, “estamos en un momento de autocrítica, pero no de autoflagelación. En este momento estamos en etapa de escuchar y encontrarnos, reconocer en el otro a los tipos que pelean por lo mismo que uno”.
La idea de llevar la peña a otros barrios de Quilmes y continuar motivando la participación es lo que lleva a la reunión constante, a la reflexión puesta al servicio de la acción. Ante los tiempos que corren, Gallo siente que “el pueblo es sabio y ya se está generando la vuelta, porque muchos compañeros están haciendo esto mismo que estamos haciendo nosotros, que es un granito de arena en el mar, pero de muchos granitos de arena en el mar, podemos fortalecer la base, y siempre volver a la base”.
Así, con los cantos acompañados de cuerdas y bombos, el pueblo militante se prepara desde el corazón, para las luchas que vendrán.  




viernes, 24 de junio de 2016

El Pitu Salvatierra, corazón de las villas porteñas

En mayo de 2015 me justé con el Pitu cerca de la Legislatura Porteña y le hice una desprolija entrevista-móvil para el programa radial Ríos de Tinta, Tigres de Papel. La Tierra Natal de Alejandro Salvatierra está Ciudad Oculta, también conocida como la Villa 15, en Capital Federal, y su vida está dedicada al trabajo en comunidad, para lograr la integración urbana de todos los barrios vulnerables, que son sistemáticamente negados por el Gobierno Macrista.

“Siempre es menos lo que vos podes solucionar de los problemas que se te aparecen. Nosotros podemos solucionar problemas todos los días, pero nunca alcanza, siempre la demanda es más de lo que vos podes dar”, comentó aquella vez. “Entonces lo que vos sentís cuando alguien te dice “che, gracias Pitu, gracias a esto que hicimos mi pibe está mejor, o yo tengo laburo, puede arreglar mi casita”, uno siente una caricia refrescante a ese dolor que viene teniendo durante muchos días”.


En 1993, cuando el Pitu tenía 13 años, su familia quedó en la calle. Conoció los penales desde niño, porque su papá había caído preso varias veces, y en la adolescencia fue rodeado por todo tipo de drogas. Le tocó estar en una celda de 2 por 2 durante 3 meses, sin poderse bañar, y cuenta que se le pudrió el pie porque cuando dormía se le metía en una letrina.
En el infierno, ese joven se preguntó porque estaba allí, porqué le estaba pasando todo eso. Alejandro decidió terminar el secundario dentro del panal, y sus maestros le acercaron diversas lecturas que lo ayudaron a comprender que su dolor, era el miles que también son esclavos de un sistema armado solo para unos pocos.
De aquel encuentro, me guardé en el cofre de las grandes enseñanzas, las últimas palabras de aquella charla: “Te llena de responsabilidad. Cuando uno ve que la vida de uno pudo cambiar, por lo que uno hace, entiende que cada mañana tiene que levantarse a hacer algo. Porque no hay manera que en tu cabeza vos puedas considerar la manera de quedarte tirado en la cama. Nosotros no podemos deprimirnos, o sea, no sé lo que es la depresión, no tengo tiempo para deprimirme. Porque si me deprimo hay muchas personas que están esperando a que uno haga cosas, que afectan a la vida. Entonces no tengo tiempo para deprimirme, para cansarme. Cada mañana hay algo que me impulsa a levantarme, que es eso, la responsabilidad que tengo con esos que menos tienen”.
En éste momento el Pitu es perseguido políticamente por el rol que ocupa en la organización política, social y cultural de los barrios más castigados por el veneno de la derecha. Nuestra responsabilidad con su lucha, es nuestro compromiso con la verdad y la justicia dentro la ciudad que habitamos. Si el Pitu está preso, es una represión que ejercen también sobre los derechos de todos.


24 de junio 2016 

jueves, 16 de junio de 2016

Prohibido decir (paisaje interno #9)

Digo que escribo, que escribo mucho, pero la verdad es que no escribo nada. Porque si yo realmente escribiera, si realmente lo dijera todo de una vez…
Porque “decir” es eso, es “decirlo y listo”.
Y hay cosas que no se pueden decir…
Hay cosas, que de la única manera que se pueden decir, es gritándolas y rompiendo en llanto después. Y eso mismo me pasa, eso de andarme guardando en el saquito todos mis gritos, mi sangre, mis deudas con la infinita palabra de liberación.
Y me la paso enmudeciendo la verdad, porque estoy ahí, en esa conversación, y en la otra, y en la de allá también, ¿me ves? Estoy parada en todos esos lugares obligatorios, pero te diría que nunca estoy frente a nadie realmente.
¿Y te digo más?, esto de estar parada frente a los maniquíes que me desquician el instinto, se vuelve muy agrio con el tiempo. ¿Qué digo agrio?, vacío, efímero, profundamente aburrido, ausente de luz.
Pero ando igual, solamente sintiéndome cómoda detrás de la mirilla de la cámara. Completamente dueña de nada.
Pero soy así desde chica, esto de “no poder decir” es mi cualidad más desarrollada. Te lo puedo contar así, desde acá, ¿ves cómo te muevo las manos y gesticulo con el rostro?. Bueno esto pasa porque estoy en este rincón del mundo, en mi privacidad de fantasma. Esto pasa porque te estoy escribiendo a vos, que justo se te ocurrió pasar por mis palabras anudadas.
Pero la verdad es que no escribo nada. Y si escribo: soy tan torpe, tan atolondrada como en la vida misma, tan ondulante, impaciente, punzante.
No me gusta mirarme cuando escribo, porque siempre es igual, estoy acá adentro de este “momento del decir”, que pierdo completamente el brillo de la conexión con el mundo y me transformo.  
Estoy con los dedos en el teclado, pero después de un rato, da igual lo que haga con las manos. Puedo inclusive sacar los dedos del teclado y seguir escribiendo. Ya se hace natural, ¡por que válgame la verdad!, hace meses, que vivo dentro de mis escritos.
Y escribo tanto, pero la verdadera verdad se me vuelve a esconder adentro del corazón. Por eso a veces cuando escribo, dejo la figura humana y me convierto en animal. De pronto puedo ser un felino, y lucir mi maravilloso pelaje mientras maúllo de a párrafos.
Hay mañanas que escribo convertida en un enorme pájaro, y vieras lo tentadora que es la ventana que tengo, justo frente al teclado.  
Una tarde como hoy, no soy ningún animal.
Esta misma tarde soy una extraterrestre. Vengo de un planeta llamado Miércoles, soy la que se sube a las montañas para encontrar el aire que le robó la ciudad. Mi piel es azul, mis ojos plateados, mi cerne de tiburón, mi instinto de tigre. Sobre el teclado me escondo para que pasen las horas, los días, las preguntas, para que pasen todas las respuestas que me faltan para comprender, en qué nuevo mundo vine a caer.
Por eso estoy diciendo que no digo, porque quizá cuando diga por fin, eso que necesito confesarme, quizá salga del hechizo. Es esa ilusión, que de mi boca no puede salir, la que me sostiene en la otredad.
Después de un tiempo, la fantasía se hace lenguaje, y con esas palabras confieso mi visión. Pero mi lenguaje de fantasía, se enrosca como la serpiente, y acaba en silencio, tragándose todas las cosas, que como veras, no estoy diciendo.
Digo que digo, pero la verdad es que no estoy diciendo nada.

lunes, 13 de junio de 2016

Un Planeta llamado Película

Tal cual lo indica su nombre, el Planeta Película es la auténtica tierra natal de los novelistas. Allí, los escritores más errantes del arte, naufragan por sus creaciones. Sin necesidad de contratar actores, escenografías, ni filmadoras, sus novelas cobran vida en un cine de tres dimensiones.
Acuarela, lápiz y fibra negra. 

Fausto era uno de los fundadores del Planeta Película, y hace años recorría cada pequeño poblado para conocer las obras de sus vecinos. Cada novela se desarrollaba en una pequeña isla, y así, como los asteroides del Principito, se diferenciaban los mundos que coexistían en el planeta.
Filomena era actriz, y había sido echada del Planeta de Hierro. Resulta que su sangre estaba siempre a elevada temperatura, lo que generaba el movimiento continuo del territorio metálico. Los congresales del Planeta de Hierro decidieron enviar a Filomena al Planeta Película. “Es actriz”, dijeron “ahí estará mejor que aquí”.  

Fausto pretendía marcharse aquella mañana, había pasado la noche en la isla “del otoño más largo de la historia”. Esa Isla fue el escenario de la novela que llevaba el nombre homónimo. Un relato grumoso, lleno de lugares comunes, pero con una trama de amor, de esas que te atrapan hasta el final. El decorado era bastante cursi y las tomas dramáticas siempre estaban encuadradas con poca profundidad de campo que desenfocaba el otoño. Pasar la noche ahí, era una oportunidad para pedirse una copa de vino en el bar del Hotel y soñar con la música que salía de la radio de trasnoche.

Filomena llegó con la lluvia que impidió la partida de Fausto. Esa mañana en el muelle, todo estaba cubierto de colores fundidos y opacos, entonces ella se ató fuerte el sombrero blanco para bajar del velero.  

“¡No volveremos a salir por hoy!”, gritó el Capitán. Filomena pidió paso para cruzar el pequeño puente y Fausto sin mirarla replicó al capitán, “¡imposible, tengo que irme hoy mismo a la siguiente narración!”. El capitán vio venir la tormenta y ordenó “¡No va a poder ser Don Fausto!, éste día tendrá que narrar desde acá”, cruzó por adelante y agregó “pero no se amargue hombre, que esta tormenta la ha traído usted mismo”.

Filomena se adentró en el escenario fabuloso que habían montado para la novela “del otoño más largo de la historia”. Sonrió a pesar de estar empapándose y caminó mirando las terrazas de los edificios simplones, pensando que podía interpretar a cualquier tipo de protagonista en ese universo.

Fausto volvía malhumorado del muelle cuando al cruzar la plaza central, vio a la muchacha con el vestido dorado y los zapatos rojos, empapándose con los brazos extendidos al cielo. “Pero por favor”, pensó Fausto, “que escritora de tan mal gusto, representando una escena como si ella misma fuese su personaje”.

Esto lo sabe la mayoría de la gente, pero como siempre hay algún despistado, recordamos que en el Planeta Película, es realmente de baja categoría buscar un parecido con los personajes. Era evidente el daño que causaba a la historia, que los escritores quisieran sentir como sus creaciones.

“Disculpe señorita”, dijo Fausto irritado por la ruptura de la norma. Filomena giró sobre su eje y lo miró a los ojos mientras su amplio sombrero blanco, parecía un paraguas sobre la cabeza. “¿Se puede saber de qué se trata la historia que está narrando?”.

“¿Narrando?”, y la lluvia los estaba empezando a dejar fríos, “yo soy actriz, no narro nada, yo interpreto”. Fausto gritó, “¡¿Una actriz?!”, y desesperado, “¡¿Cómo puede ser que la hayan dejado ingresar?!”.

Filomena pensó que el muchacho de piloto marrón la iba a expulsar de aquella ciudad de sus sueños, así que empezó a correr. Fausto tardó en reaccionar y la siguió por la avenida cuesta abajo que se abría en el boulevard. La lluvia para entonces, empezaba a ser más pequeña.

Fausto creyó ver como entraba a un colegio primario y la siguió. Los niños como un maremoto, marearon al escritor exhausto. Filomena logró escapar.

Hacía tiempo que el gran creador de fenómenos fantasiosos, se había resignado a explicar los mundos desde las fórmulas tradicionales. Luego de horas recorriendo cada esquina del pueblo, Fausto empezó a pensar que quizá la muchacha era solamente una proyección de su cerebro, un nuevo personaje que aún no tenía todas las dimensiones necesarias.

Volvía al Hotel de siempre, cuando la vio en una feria americana probándose lentes. Se quedó quieto y decidió ocultarse detrás del puesto de diarios, su cuerpo seguía húmedo debajo del piloto y ella se había puesto una remera blanca y un jeans clarito que evidentemente compró por pocas monedas en ese mismo lugar.

De lejos se la veía sonreír y hacer muecas frente al enorme espejo. Ella estaba jugando igual que si fuesen disfraces. Sin hacer ruido ni parecer sospechoso, se ubicó cerca de la puerta y esperó a que saliera. “Señorita, disculpe, no se asuste”, dijo en voz baja cuando la vio cruzar el umbral. Filomena  volvió a intentar huir pero él le cerró el paso y le rogó que no saliera corriendo otra vez.
“¿Me va a echar de su planeta?”, preguntó ella angustiada. “Este no es un sitio para las actrices, nosotros tenemos nuestras propias creaciones señorita”, soltó él con frialdad.

“Si sus dramas son solo figuritas, nunca va a comprender el verdadero goce de una historia”, sumó ella con tono venenoso.

“El goce de escribir la historia, es conducir una nave que nos lleva a un destino premeditado”, se defendió él.

“Eso es lo más absurdo que escuche en mi vida”, se quejó la interprete, “ninguna historia que valga la pena, tiene una sola posibilidad de desenlace”.

“No necesito que una simple actriz quiera juzgar mi profesión. Señorita, cuando usted lee los guiones que interpreta, ¿no ha notado la estructura?. Los elementos están puestos en función del correcto desenlace, casi es una fórmula matemática”.

“¿Cuándo fue la última vez que escribió una historia que lo motivara realmente?”, preguntó ella sin permiso de indagar.

Fausto frunció las cejas, dejó caer los parpados, se mordió un poco los labios y dijo que se le hacía tarde, que no podía seguir perdiendo el tiempo con una simple actriz. “¡Quédese si quiere!”, rezongó antes de darse media vuelta y agregó estando de espaldas, “lo único que le pido es que por favor se mantenga lejos de mis narraciones”.  

***

¿Continuará?…

jueves, 9 de junio de 2016

¿A dónde querés volar? (paisaje interno #8)

Esta noche mi corazón y yo, tenemos una cita íntima. Mi corazón se va a sentar en la silla que quedó vacía y nos vamos a mirar a los ojos. Hace muchos años no nos quedábamos así, a solas.
Estoy observando qué ocurre con mi corazón, veo como recorre el universo todo el tiempo,  veo su espontaneidad de niña, me hace acordar a la infancia. O mejor, me hace acordar a la adolescencia.
¿Puedo mentirle a mi corazón?. ¿Puedo negar a mi corazón?.
Qué honesta fui de niña con mi corazón, ¿pero y ahora?.
Mi corazón y yo tenemos un vínculo con muchos contrastes. Él siente como si le ardiera profundamente, por eso me toca luchar con los adjetivos agresivos que carga mi cabeza.  
¿Puedo disfrutar de la confusión?
Seguramente sí, pero estoy en un momento, donde tengo que apostar a la claridad. Y aunque mi corazón sea dramático, escandaloso, exagerado, melancólico, vagabundo, grotesco y pop, tengo que admitir que siempre tiene la razón.
Mi corazón vive en el paraíso de mi niñez, en mi profundo amor por la libertad, en mi constante necesidad de comprender los misterios de la vida, ésta, que estoy transitando. Por eso, esta noche crucial en la historia que nos contamos mi corazón y yo, necesitamos volver a vernos a solas.
Lo miro desde que se sentó frente a mí, y percibo la piel agitada de tanto viaje y tiempo. Los dos sabemos que estamos frente a una de esas perpendiculares que nos vienen a interrogar en la vida. Sabemos que la cabeza revolotea como un enorme pájaro. Pero esta noche no vinimos a espantarnos de la oscuridad, no vinimos a juzgar, no vinimos a reclamarnos respuestas, ni a lamentarnos de esto, que algunos llaman destino.
Esta noche mi corazón y yo nos sentamos a solas sin escudos, sin armas, ni palabras hirientes. Esta noche vinimos a intentar conocernos mejor.  Esta noche la mente tiene que hacer silencio, mi corazón me va a revelar algunas pistas más, necesito escucharlo bien.
Mi corazón dice que antes de decir cosas, tenemos que recorrer el universo en absoluto silencio. Vamos a salir de la jaula de la cabeza por un momento, “va a estar todo bien” me dice el corazón, la jaula de la cabeza está hecha de límites ajenos, y combinado con los límites que yo misma me construí con discursos desalentadores.
Qué belleza… Puedo admirar el infinito, estoy volando en colores maravillosos, quizá todos nos aferramos a veces al blanco y negro. Mi corazón me aprieta la mano, para que sepa que no me va a soltar y yo sonrío igual que aquella vez, desde el paracaídas con el que me lance al vacío.
“Respira la inmensidad”, dice el corazón, “no te aferres, no te resistas, no te obligues, no hay tiempo, somos un instante como las historias que te gusta contar”, me dice a los gritos mi corazón.
Esta noche mi corazón y yo celebramos un ritual sagrado, estamos encomendados a cumplir nuestra misión.
Estamos atravesando el tiempo y el espacio desde la fluidez, ya no me pesa el cuerpo ni las máscaras, nuestro lugar de encuentro, siempre es en la esencia. Si tratara de atrapar algún momento, si me quedara a vivir en alguna sensación, correría el riesgo de perderme.
El futuro se abre, es un puente que aparece como una sombra de mis pasos al vacío. Yo giro como un trompo entre los edificios de la ciudad.
Finalmente nos detenemos en la estrella de una galaxia. Ahora mi corazón me mira, veo como le brillan los ojos cuando me entrega el pequeño cofrecito de madera. Lo miro bien y es efectivamente ese cofrecito que adoraba de niña. Ahí adentro están las próximas pistas…
No sería extraño, que la relación entre mi corazón y yo se vuelva más cercana. Evidentemente, tenemos mucho que hablar.
Un 8 de junio de algún 2016.

Maga. 


miércoles, 1 de junio de 2016

Monólogo interior (paisaje interno #7)

Su cabeza va a estallar. Toda la tormenta interna va a crecer adentro de sus cuatro paredes, ¿dónde quedó el conejo de Alicia en el País de las Maravillas?, ¿Dónde está su reloj?, ¿Por qué agujero del tiempo se pierde usted?. Me atrapa la noche en su garganta, hierve de frio mi sangre, se llena la mandíbula de angustia y no llueve en las mejillas durante décadas.
El mundo se pone en blanco y negro. El ayer y el hoy son un juego macabro que llevan al cruce un jueves a su próximo miércoles, en picada y sin frenos.
 ¿Qué tan fuerte se puede ser?, ¿tengo suficiente aire en los bolsillos para poder volar bien alto?, ¿subo o bajo?, ¿voy o vuelvo antes de partir?. El futuro es el borde de un puente, que aparece al ras de cada paso que doy.
Vértigo. Ese que crece como una liana desde los pies hasta el cuello. Ansiedad. Esa que comienza a interrumpir los latidos del corazón. Necesidad. Esa que brota de la sed que ya creó un manantial de arena.
Sed. Toda la sed de la vida.
¿Qué tan raro se sentirá el amor?.
Veo mi habitación blanca, con una pared repleta de ventanas abiertas. Cada una conduce a un universo diferente, son infinitos televisores mostrando los cielos, los infiernos y todos los sub mundos que hay en medio.
Los edificios asfixian, por eso estoy corriendo valle abajo, prefiero vivir el invierno en otro hemisferio. Giran en el aire los balcones. Lo único que hago hace un tiempo es mirar hacia arriba para que los edificios me trasladen a otras historias.
¿Te podes sacar el disfraz?, ¿me ayudas a sacarme el disfraz?. Alguna vez, podremos vivir con menos armaduras, alguna vez bajaremos las espinas. Alguna vez esconderemos las garras.
Mientras tanto no queda otra que convertirse en un mamífero cuadrúpedo, que taconea con las garras en las avenidas principales de la ciudad, mirando los edificios hasta las terrazas. Serpenteando por las veredas, igual que un animal venenoso. Observando, todo, con detenimiento.  
Los vidrios se empañan del invierno que tengo en el estómago. Por eso sobrevivo imaginando otros escenarios para ésta misma historia. Vuelo lejos para reinventarme, antes de emprender un viaje desconocido y misterioso. ¿Me voy a poder desprender también de esos ojos?. La vida es completamente inoportuna en sus giros.
El inicio de junio, es un juicio que me hace el tiempo de la vida. En lo más subterráneo de mis palabras, me confieso cada una de mis propias contradicciones. Y allí también, hago mantras a Dios.
Doy saltos al futuro a cada instante. El giro cósmico que acontece bajo mis pies, son la manifestación de mi propia transformación.
Cierran las palabras antes del amanecer. Ojalá el sueño venga antes de que vuelvan a comenzar éstos monólogos interiores.

Primera hora del 2 de junio de 2016.