Giran las polleras y los colores inundan de esa frescura que tiene la tierra fértil. Esas tradiciones llenas de detalles artesanales, bailan sobre el escenario del Sexto Encuentro Nacional de Tradición y Nuevas Rolas que se celebra en Oaxaca, México. De Tradición y Nuevas Rolas - Secretaría de Cultura En cada movimiento y representación se cuentan las historias de cada pueblo. Durante una noche comparten la risa y la belleza los representantes de 16 estados mexicanos, 11 pueblos indígenas, más de 80 músicos que eligen brindar su arte a la preservación de sus lenguas. Desde la mesa de Michoacán hacemos porras con mis amigos de Ireri, la banda fusión p´urhépecha de Puácaro y Erongarícuaro. Paco, Beto, Checo, Monna y Karlita me trajeron a éste portal del mundo mágico y éste viernes concursarán para ser los representantes de todo el país.
Caminé por Pátzcuaro, como quien camina sobre
la luna más plateada. Tengo que contarte algo, pero necesito que me ayudes con
la imaginación, por favor transformá estas palabras en imágenes porque quiero mostrártelo.
Camino a Janitzio
La Plaza Vasco de Quiroga es, junto a la de
Gertrudis Boca Negra, una de las plazas importantes del pequeño pueblo
michoacano. Allí, caminando por sus escalones de piedras, entre sus jardines
verdes, hay parlantes imperceptibles, por donde se llena el paisaje de música ambiente.
Habitación 20, 21, 39, 12 y 13. Todos los
días un cuarto diferente.
El primer cuarto me deprimió profundamente,
fue la tarde que llegué. El cielo se cubrió de gris y comenzó a llover a los
pocos minutos de bajarme del segundo colectivo. Lázaro Cárdenas hasta Uruapan y
desde Uruapan hasta aquí, Pátzcuaro.
¿Viste lo que dicen del universo?, que hay
que aprender a aceptar sus giros. Cuando llegué al hostal donde plenee
quedarme, no había lugar. El hombre de la casona oscura era bastante
desagradable y cuando me abrió la puerta bajo la tormenta, me dijo, “en un
espacio para 15 están durmiendo 30 chicos de la universidad, no tengo espacio”.
Así que la primera noche llueve, no hay
hostal, estoy en un hotelucho deprimente y no tengo nada para hacer en esta
vida, ¿qué carajo estoy haciendo?. Así que mire muchos documentales para
turistas que visitan Pátzcuaro y me dormí sin cenar.
La muchacha de rulos, la amiga de mi amigo
rubio que ahora también es mi amiga, me dijo algo sobre enfrentar el vacío.
Enfrentar-el-vacío. Permitirme que me invada
el pánico, la desolación, la pérdida profunda de sentido, aun sabiendo que por
acá es mi camino. Miedo. Sí, ese miedo inevitable que genera entregarse por
ejemplo, a un nuevo país.
Pátzcuaro me tuvo la paciencia que
necesitaba. Sus plazas con música ambiente, sus calles y casas coloniales que
me conectaron con los pueblos del norte argentino, o bien mi barrio en la
ciudad, San Telmo.
Aceptar los hoteles, todas las noches un
cuarto distinto. No hay lugares debido a una fiesta sobre la muerte aquí cerca.
Cargar la mochila para comprender que necesito llevar menos equipaje, porque
efectivamente necesito muy poco.
Eso de “perderse para encontrarse”. No sé.
Pero camine por Pátzcuaro en silencio, escribiendo como a soplidos en mi cuadernito
experimental. Aceptar que llueva a cántaros y volver a mirar la tele o dormir
la siesta.
Caminé sola por las noches, cuando la lluvia
paraba un poco. Vi a un grupo de jóvenes tocar sus tambores y trompetas en la
plaza, comí un choclo con picante, mire una película de domingo aunque era
jueves a la noche.
Recorrí algunas cuadras laterales y me encontré
con la enorme Basílica de la Madre de la Salud. Entre justo cuando celebraban
una misa y me senté bien atrás. Isabel me dijo que las iglesias cuentan mucho
sobre la historia de un lugar, así que observé.
Al tercer día junte coraje para salirme de
Pátzcuaro. Me tomé una camionetita, que en Argentina sería un colectivo urbano,
y llegué a la Isla de Janitzio. El debate interno sobre eso de ser viajera y no
turista, sintiendo cansado el corazón de tanto sentir, entregando algo de mí al
lago, para que lo transforme.
Días de silencio. “Quiero entregarme al vacío”,
me decía, entonces dejé que la ausencia de la expresión a partir de las
palabras, me permita respirar. A veces eso que nos da energía, también nos la
quita. Eso ocurre cuando jugamos bajo la presión innecesaria que nosotros
mismos nos obligamos a sentir.
Ahora por ejemplo, escribo, porque ya estoy
lista para volver a disfrutarlo.
Una noche de esas en que llovió, quizá fue el
día en que volví de Janitzio, salí por un café. Me detuve primero en la galería
de arte “La Cabrona” y cuando me disponía a volver al hotel, me encontré con el
Espacio Cultural “La Jacaranda”.
En el segundo lugar conocí a Kitzia González
Simón, una excelente pintora oriunda de Pátzcuaro, que volvió después de varios
años vivir en Morelia, para crear “La Jacaranda”. En Argentina a ese árbol lo
llamamos “el Jacarandá”. Esa noche tomando un chocolate, la entrevisté sobre su
trabajo como artista. En unos días compartiré aquella charla.
Ayer conocí Tzintzuntzan, que en la lengua
purépecha significa “lugar de colibríes”. Allí están las Yácatas, cinco
pirámides arqueológicas que fueron templos del pueblo Purépecha antes de la
llegada de los españoles. También escuché relatos históricos en el museo que se
encuentra frente a la inmensa plaza del pueblo.
A la noche volví a La Jacaranda. Kitzia me
había dicho que el sábado tocaba una banda que hacía una fusión entre el
castellano, el inglés y la lengua purépecha. Así en el mismo día sentí la
sangre ancestral y la sangre joven de éste pueblo.
Cuando empecé a escribir estas líneas,
todavía no sabía que mañana me voy a Oaxaca con Ireri. Pátzcuaro ha sido
efectivamente la puerta a la luna. Eso me gusta de éste viaje que es la vida,
su misterioso desarrollo, me regala sus páginas de intensidad.
“Soy nada, no valgo nada, no voy a ninguna
parte, no bebo de ninguna fuente de agua paradisiaca. Viajar es cruel, la
oscuridad de mis palabras es necesaria, no te asustes, camina despacito y
seguime a la profundidad de éste paisaje interno.
Acuarela
Necesito decir que duele, y está bien que
duela, en definitiva, el dolor también es una posibilidad de aprendizaje. No me
detengas a mitad del abismo, déjame caer bien desde arriba, desde ahí quiero
comenzar otra vez.
Estoy jugando con fuego, me enveneno con el
puto infierno, danzo la danza de mi muerte y sangro. Sangro de esperanza, de
menstruación, de luna oscura, de resurrección prematura. En la cintura llevo un
hula-hula de asfixia.
Estoy encerrada en un temazcal mexicano y me
acaricia la perdida oscuridad. Unas lobas originarias aúllan para espantar al
carroñero diablo eréctil. El maldito me suelta de adentro de su garganta y las
mujeres lobo me lamen las heridas mientras jadeo descompuesta.
Ahí está el camino frente a la urgencia de
mis horas, la montaña rusa está muy alta, a mí me toca impulsar el carro de mi
vida a la caída empinada.
Soy poco, valgo poco, voy a alguna parte. Bebo
las pocas gotas que se desprenden de mi propia transpiración, en el agobiante
verano eterno a orillas del pacífico. Viajar es la única manera que conozco
para huir de mi angustia existencial.
¿A vos también te duele la vida?. Consuelo de
tonta o no, qué alivio odioso, ya somos dos.
Y si somos dos, o si somos más, ¿Por qué siempre
me rodea ésta canaleta profunda de soledad?.
¿Me seguís unas palabras más?, yo sé la incomodidad del veneno que
cargan mis letras, pero aprendamos también esto: la oscuridad afuera, como el
fuego que sale de la boca del dragón.
Yo me curo con palabras, me curo manchándome el
alma de acuarelas. Me arrastro hasta la orilla y antes de la muerte, me gasto
la vida como quien no tiene nada para perder. Quiero saber qué hay para ganar.
Si soy nada entonces también soy todo, soy
parte del universo, me invento despacio para no agotarme el corazón. Resucito,
me reciclo, me observo.
Vuelo.
Me coso las alas en la espalda y confío. Me
suelto, me desarmo la estructura incomoda del dolor y sufro gozando. ¿Hay
todavía oscuridad en mis palabras?. La oscuridad también es un lugar para jugar
dice mi niña interna. Ella sí que no le teme a nada. Por eso sale como un
arlequín de mí y salta como una luciérnaga en la laguna nocturna.
¿Puedo gozar dentro del dolor?, ¿me puedo
manchar con agujeros y transmutar en cerros?, ¿cómo hace la pachamama con el
dolor del mundo?, ¿de dónde saca la fortaleza que nos abraza con naturaleza, aun
cuando sus hijos sólo le lastimamos el corazón?, ¿qué puedo aprender en su dolorido vientre que todavía nos recibe con amor?.
Soy parte del todo, universo vos ya sabes
para lo que vine. Tengo los brazos en lo alto, por eso sigo haciendo girar el
hula-hula de asfixia, por eso no me incendio cuando juego con fuego.
Te agradezco, me pongo de pie porque me toca
ser valiente y te agradezco.
Es hora de salir del túnel, si había veneno
lo obsequio a la pacha que siempre lo recicla.
Crezco, doy un paso más y avanzo. Espero, me
siento, respiro, y me doy tiempo”, me dijo la mujer de alas verdes mientras giraba sobre su eje en el infierno que se inventó ésta noche. 11 de Septiembre de 2016. Lázaro Cárdenas, Michoacán, México.
Sus instintos animales la hacen tanto peligrosa, como bondadosa,
La mujer bestia que ha sido domada por la violencia,
Tendrá lastimada la piel,
Pero siempre tendrá el alma libre,
Porque la mujer es una bestia libre por naturaleza.
Acuarela
Cuando los giros oscuros de la cultura
Salen a la superficie, maltratando a la especie,
La mujer bestia debe asumir como lucha propia,
La misión de hacer florecer amor donde hay desconexión,
Y ese es además su más poderoso saber.
Nunca pretendas retener a la bestia,
Si no sos capaz de conquistar a la mujer,
Porque la bestia ama desconsoladamente,
Pero la mujer conoce el terreno de la prisión.
La posibilidad de compartir el mundo,
Con la bestia que es la mujer libre,
Requiere la fortaleza espiritual que tienen aquellos,
Que no necesitan atarse a nada,
Para sentirse seguros.
La mujer bestia conoce el dolor,
Y desde ese conocimiento,
Comprende la vida.
(Texto escrito el lunes 12 de enero de 2015, en algún lugar del Sur Argentino)
“Me
reconozco en sus ojos. Me traslado a sus vidas, me identifico con sus sueños y
sus tristezas, no sé cómo explicártelo. Soy ellos y ellos son esto que soy,
igual que vos y yo.
Estoy
tan sola a veces en éste maravilloso cosmos, que salgo a la calle para
encontrarlos, y la verdad es que no sé cómo aproximarme de otro modo a sus
vidas, que intentando contar sus historias.
Camino
por la luna de vidrio y ahí están sus rostros que son el mío. En esos espejos
cuando me reflejo, los veo saludarme. Cada cuento me transforma, y mi propia
trama tiene sentido si consigo unir sus relatos.
Voy
abriendo mis escamas viejas para que le entre el sol del mediodía. Necesito que
todo mi amor se traslade a sus venas, que esas batallas se transformen en la
mía, y que cada suspiro de revancha nos proyecte positivamente.
Estamos
tan brevemente en ésta existencia, que podemos mirarnos para que existamos mutuamente.
No hay mayor demostración del milagro divino, que mirarnos, y sentir que realmente
nos vemos”, dijo la mujer de alas verdes y salió a encontrarse con sus espejos.
8 de septiembre
de 2016, Lázaro Cárdenas, Michoacán, México.
Cuando
llegué a México, mi reloj retrocedió dos horas. Mis círculos se sobregiraron y
miré por la ventanilla del avión que me dejó en Zihuatanejo, a pocas horas de mi
destino en Lázaro Cárdenas. Acá vive mi amigo rubio con su amiga de rulos, en
una bella casita de pueblo.
Foto automática en el Océano Pacífico, en Lázaro Cárdenas,
No sé
en qué dimensión me instalé desde entonces. Pero día a día la compañía
maravillosa de la muchacha de rulos, que me recibió con el amor de una madre y la
valentía ante la vida de mi amigo rubio; me sostuvieron para que finalmente me
anime, y éste día, llegue al mar.
Dejé
todo. La comodidad de mi angustiante trabajo para un gobierno que lastima a mi
pueblo, el departamento que amaba en San Telmo. Un amor imposible. Todos mis
libros encerrados en cajas, en la casa de Francisco, el padre italiano de Isa,
una amiga que antes de amiga, fue suegra.
Viví el
último mes con Itatí y su familia en Quilmes, mientras trabajamos para contar
la historia de sus padres. Viví con R, mi amigo marplatense que vivió diez años
en España. Y viví con mi familia, recorriendo los laberintos que implica, que
una decida dejarlo todo y echarse a volar.
Viví,
conviví, y seguí pintando acuarelas para Tierra Natal, esta dimensión paralela
que me regalo para hacer catarsis sobre el fuego que me desata el amor por la
vida.
Las
acuarelas son mis remos a la imaginación, mi espacio de juego, mi cuota del
arte natural que despide mi alma. Si pude afrontar cada pedacito de éste camino
que me trajo a Michoacán, también debo agradecerme este espacio de exploración,
a carne viva que hago ante los demás en ofrenda.
La foto
Allí se
ve perfectamente a la mujer de alas verdes. Está en la foto de manera mágica.
Porque yo llegue al mar tímidamente, pero me fui entregando. Llena de fuego me
deje cubrir por las olas. La playa estaba desierta, sólo las palmeras agrestes
y el mar.
Aquí la
playa queda en el océano pacífico, y el mar es completamente indómito. Da una
sensación de libertad que me gustaría transmitirla en éstas palabras. Porque el
día de agobiante calor se abre de manera maravillosa en la orilla del mundo y sentís
adentro la volatilidad de las horas, los días. Por un segundo conectas tu alma
al infinito del que serás parte en muchas formas.
“Pero
ahora”, diría la mujer de alas verdes, “es la belleza del instante”. Y me
desabroché el corpiño, lo apreté con mi mano derecha, y me deje inundar el
torso desnudo en la orilla del mismísimo continente. Y juro, que con la misma
desfachatez hermosa de mi madre, grite al cielo “Gracias Dios”.
Y me
entregué durante un rato largo a recibir la inmensidad de las olas bravas, del
mar revoltoso que me tocó hoy.
Hace un
año en Brasil volví a nacer. Allí nació sin querer una mujer nueva a la que llamé
“Maga Beijaflor” que firma las acuarelas de la mujer sabia, con alas verdes de
mariposa.
Una
mariposa que nació como un tatuaje en la espalda. Una marca de vida después de
leer “Papillón”, la autobiografía del preso francés que se escapó de las peores
cárceles de las Guayanas Francesas, hasta lograr su libertad. Ese hombrecito
testarudo que no se conformó y lucho por su vida. Papillón, significa “mariposa”
en francés y así lo llamaban a él por el enorme tatuaje que tenía en el cuello.
Cuando
el verano (argentino) pasado, decidí hacer un pequeño experimento en el norte
argentino para saber si realmente quería cambiar de vida, inventé Tierra Natal
y usé mi tatuaje de papillón en la espalda como logo.
La
mariposa tomó vida en los dibujos. Pero ésta tarde, sintiendo el mar en todo el
cuerpo, quise retratar esa sensación, puse la cámara automática del celular y
tomé dos fotos.
En la
primera foto con el mar apareció una mariposa en pleno vuelo. Y como una niña,
sentí el misterio del mundo, la realidad de mi aventura, el inicio del viaje a
ésta nueva dimensión.
No
tengo ninguna respuesta, pero sé que quiero contar miles de historias.
Finalmente,
terminó el proceso de la crisálida y comenzó la nueva oleada.
6 de
Septiembre de 2016. Lázaro Cárdenas, Michoacán, México.
“¿Pensaste
alguna vez en cómo sería un mundo que pudieras inventar desde cero?.
La
construcción de ese universo desconocido que hay en vos, es una artesanía que
se transita puntada a puntada, sensación a sensación. Y no es que sea necesario
romper nada, ni negar lo anterior, ni desmerecer todas las viejas batallas. Y
lo repito: no es necesario desmerecer todas tus viejas batallas cotidianas.
Pero cuando se inventa un nuevo mundo, todas aquellas estrellas trazadas en el
propio cosmos, mágicamente se comienzan a constelar.
Acuarela
¿A
dónde vas?
A donde
te lleve el amor por la humanidad, tu esperanza por construir una alternativa
de comunicación, tu juego incansable que busca sanar con la palabra.
¿Dónde estás
ahora mismo?
Con las
gruesas camperas del invierno porteño y la ropa casera transpirada del caribe.
Tomando mate bajo la luna Chaqueña, armando mapas en un pueblito mexicano.
Estas ahí donde te transporta el corazón cada vez que lo necesites.
El
nuevo mundo.
Ese hemisferio
tuyo donde te tejes una nueva piel, tiene la característica de ser paciente. Estas
aprendiendo a conocer tus piezas antiguas combinadas con las que resultan del
camino. Las horas se desarman adentro del reloj, sentís la energía de los
vegetales abriéndose a la vida en el jardín después de la tormenta.
En el
nuevo mundo los más allá son más acá y eso que se intuye toma cuerpo. No hay
cosa mejor en ese momento que aceptar las nuevas oleadas con una sonrisa. Hay
tantas formas de estar vivos, que nadie podría asegurar cuál es la mejor y cuál
es la menos recomendable.
Pero
hay una cosa importante para saber. Cuando nos ofrecemos la posibilidad de
inventarnos nuestro mundo natural, ese para el que venimos desarrollándonos,
hay un giro maravilloso adentro y afuera de nuestros sistemas. Porque la verdad
sobre eso que somos, es el resultado de la manera en que juntamos las piezas
del rompecabezas, que afortunadamente somos”, dijo la mujer de alas verdes y
siguió jugando en el infinito.
Dos
perros ladran desde el portón, una brisa de calor mueve la copa de los árboles,
a ésta hora no se recomienda caminar descalzo en la calle principal, ya no
quedan trozos de queso, manzanas, ni azúcar. El mundo parece distinto, aunque
sabemos que está igual que siempre.
Acuarela
Cuando muevas
las aguas internas observa hacia dónde comienza el nuevo flujo de creación. No
hay caos que no conozcas desde antes en vos. Son esos espejismos viejos los que
te causan temor, pero la aventura también es una disciplina que necesita tu
quietud.
Afuera
y adentro no siempre son la misma cosa. Pero definitivamente para viajar
afuera, primero hay que viajar adentro.
¿De qué
hablo?. Vos lo sabes bien. Viajar por el universo no es tomarse un cohete
espacial, ni anestesiarse los sentidos con veneno, ni cambiar todos los adornos
del rostro para bailar en la disco del pueblo.
Viajar
por el universo es poner pausa, decir con el corazón saltando entre los dedos:
¿y ahora qué?, y que no haya respuesta.
Por eso
mejor no imaginar nada. Mejor no hacer nada. Mejor dejar que ocurra. Mejor que
el tiempo sea solo eso, tiempo.
¿De qué
hablo?. Vos lo sabes bien.
Hablo
de que cuando te arranques los viejos pedazos como la cáscara de una mandarina,
y te quedes en carne viva, y cicatrices al sol, y comiences a nadar en ese río
que será siempre el indicado. Esa idea, de la cual todavía no tenes idea ahora,
nacerá para sorprenderte.
Entonces,
pero solo después de quedarte quieta, comenzará el viaje hacia afuera.