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miércoles, 25 de enero de 2017

La mujer de alas verdes salió a jugar con otras pinturas (crónica de viaje)

¿Cuánto tiempo de la vida perdemos rechazando lo que somos?. Uno de los motivos que me empuja a conocer otros mundos, es constatar que el arte y la comunicación son una pareja extraordinaria, con la posibilidad inclusive de sanar. Me la paso diciendo a mis amigos y a las personas que conozco en el camino, que si nos manifestamos en cualquiera de las formas del arte, tenemos la posibilidad de leernos en un código secreto, que cura todas aquellas grietas que dejan en nosotros, eso que no decimos.

Claro que para afirmar semejante cosa, es justo aclarar que en ese experimento soy mi propio conejillo de indias. “Yo no pinto”, dije muchas veces, “mi sueño es ser escritora”. Pero la niña que hay en mí, pinta desde siempre. Como creció con una madre que es una excelente pintora, aprendió más cosas de las que mi parte adulta había tomado nota.
Hace ya tiempo estoy investigando mi hipótesis en múltiples dimensiones. Encuentro disciplinas psicológicas, relatos personales y grupales, biografías de los más grandes, la palabra de los anónimos, todos contando sus experiencias que me reafirman en lo que intuía desde la época en que, sin que nadie me lo aconsejara, me puse a escribir para conocer los dolores internos que me provocaba mi enfermedad psicosomática llamada psoriasis.
Estudiado lo que muchos llamamos el “proceso creativo”, proyectando retomar mis talleres de comunicación, un día compre acuarelas y necesité probar cómo funcionaban en mí. La pintura que se activa con agua, que fluye por la hoja en blanco de forma caprichosa y logra las tonalidades después de casi deshacer el papel húmedo, me sostuvo como los bellos cuentos de la niñez.
Para que me entiendas, aunque de forma psicodélica. Estaba ahí, en mi departamento antiguo de ese barrio retro en porteñolandia (Ciudad de Buenos Aires), y una mujer con alas verdes apareció volando entre los enormes edificios de la metrópolis. Esa vez la vi desde lejos, era como una mujer-avión-mariposa de la que no sabría el nombre.

Durante aquellos días complejos en los que necesitaba desarmar todo lo que construí durante diez años, para darme la oportunidad de seguir mi impulso vital y viajar, lo que me sostuvo fue pintar. Entonces entre trámites, meter la vida en cajas, calcular ahorros, aceptar las despedidas, si no podía llorar o reír, sin dudas podía pintar. La mujer de alas verdes se manifestó entonces viajando por el universo con su desfachatada libertad, diciendo alguna cosa desde las entrañas de una sabiduría misteriosa, y desapareciendo.

Pero así, en medio de mi caos interno y externo, podía frenar el tiempo para que el agua cargada de color verde me muestre esas alas que traían textos comprimidos de emoción a los que llamé “paisajes internos”. Sin darme cuenta, jugando, experimentando la puesta en funcionamiento del proceso creativo, había creado un canal que como un puente ofrecía la ruta de la emoción.
Los inesperados caminos de la vida me llevaron a mostrar aquellas acuarelas en un pequeño quincho en la Ciudad de Lázaro Cárdenas en Michoacán, al que conocen como “La Cabaña del Tec”. El sábado 21 de enero nos reunimos allí varios pintores y tres bandas musicales, Los Hijos, Mezcalito y Costa Jazz. El impulsor de esa muestra se llama Patricio Azulita, y cuando fui a consultarle por el espíritu de la actividad me contó que como lazareño se desesperaba de que no haya espacios de arte y cultura en su ciudad natal. Me explicó que pasó de la queja a la propuesta, que en los cultivos orgánicos encontró una clave y lo sintetizó en una frase, dijo “lo orgánico es la protesta que se volvió propuesta”.
Patricio Azulita presentando a Irvingo Solis

La mujer de alas verdes de pronto ocupó un pequeño espacio junto a las obras del profesor y músico Fernando Lugo Hernández, y dialogó con los emblemáticos personajes mexicanos que Irvingo Solis dio vida en enormes lienzos que pronto expondrá en la ciudad de León.
Así fue como mientras la mujer de alas verdes preguntaba por esas creaciones en acrílicos, tinta china, lápiz, aerosoles, crayolas, acuarelas, en sus papeles, lienzos, madera, bastidores; por mi parte conocí a sus autores: Leo Bailon Carrillo, Miner de The Bronk (tatoo-graffiti-aerografía), Alejandro “Creas” de Gacamaya, Ariana Vega Galindo, Víctor Manuel Suarez, Adriana Chávez, el Chino (ChChester Ideas).




Cuando el micrófono giró de forma circular para que presentemos nuestros trabajos, los ojos internos de los asistentes danzaron dentro de los colores en cada pintura. Aquello dicho en forma de imágenes, completó su ciclo hablando también en la identificación de sus observadores.
“Tu opción por la libertad significa hincar el ojo en el ridículo, quemar los viejos mandatos, abrazar este cuerpo y soltarlo en el abismo, entender de una buena vez por todas, que la oportunidad es el instante hormiga que podes convertir en infinito”, dijo la mujer de alas verdes aquella primera noche.
Todos somos artistas, los niños que seguimos siendo lo son, quizá la única tarea sea atrevernos a hincar el ojo en el ridículo, quemar los viejos mandatos, abrazar este cuerpo y soltarlo en el abismo, entender de una buena vez por todas, que la oportunidad es el instante hormiga que podemos convertir en infinito.

25 de enero de 2017. Ciudad de México, o DF como me suena mejor.