¿Cuánto tiempo de la vida perdemos rechazando
lo que somos?. Uno de los motivos que me empuja a conocer otros mundos, es
constatar que el arte y la comunicación son una pareja extraordinaria, con la
posibilidad inclusive de sanar. Me la paso diciendo a mis amigos y a las
personas que conozco en el camino, que si nos manifestamos en cualquiera de las
formas del arte, tenemos la posibilidad de leernos en un código secreto, que
cura todas aquellas grietas que dejan en nosotros, eso que no decimos.
Claro que para afirmar semejante cosa, es
justo aclarar que en ese experimento soy mi propio conejillo de indias. “Yo no
pinto”, dije muchas veces, “mi sueño es ser escritora”. Pero la niña que hay en
mí, pinta desde siempre. Como creció con una madre que es una excelente
pintora, aprendió más cosas de las que mi parte adulta había tomado nota.
Hace ya tiempo estoy investigando mi hipótesis
en múltiples dimensiones. Encuentro disciplinas psicológicas, relatos
personales y grupales, biografías de los más grandes, la palabra de los
anónimos, todos contando sus experiencias que me reafirman en lo que intuía
desde la época en que, sin que nadie me lo aconsejara, me puse a escribir para
conocer los dolores internos que me provocaba mi enfermedad psicosomática
llamada psoriasis.
Estudiado lo que muchos llamamos el “proceso
creativo”, proyectando retomar mis talleres de comunicación, un día compre
acuarelas y necesité probar cómo funcionaban en mí. La pintura que se activa
con agua, que fluye por la hoja en blanco de forma caprichosa y logra las
tonalidades después de casi deshacer el papel húmedo, me sostuvo como los
bellos cuentos de la niñez.
Para que me entiendas, aunque de forma psicodélica.
Estaba ahí, en mi departamento antiguo de ese barrio retro en porteñolandia
(Ciudad de Buenos Aires), y una mujer con alas verdes apareció volando entre
los enormes edificios de la metrópolis. Esa vez la vi desde lejos, era como una
mujer-avión-mariposa de la que no sabría el nombre.
Durante aquellos días complejos en los que
necesitaba desarmar todo lo que construí durante diez años, para darme la
oportunidad de seguir mi impulso vital y viajar, lo que me sostuvo fue pintar.
Entonces entre trámites, meter la vida en cajas, calcular ahorros, aceptar las
despedidas, si no podía llorar o reír, sin dudas podía pintar. La mujer de alas verdes se manifestó
entonces viajando por el universo con su desfachatada libertad, diciendo alguna
cosa desde las entrañas de una sabiduría misteriosa, y desapareciendo.
Pero así, en medio de mi caos interno y
externo, podía frenar el tiempo para que el agua cargada de color verde me
muestre esas alas que traían textos comprimidos de emoción a los que llamé “paisajes
internos”. Sin darme cuenta, jugando, experimentando la puesta en
funcionamiento del proceso creativo, había creado un canal que como un puente
ofrecía la ruta de la emoción.
Los inesperados caminos de la vida me
llevaron a mostrar aquellas acuarelas en un pequeño quincho en la Ciudad de
Lázaro Cárdenas en Michoacán, al que conocen como “La Cabaña del Tec”. El
sábado 21 de enero nos reunimos allí varios pintores y tres bandas musicales, Los
Hijos, Mezcalito y Costa Jazz. El impulsor de esa muestra se llama Patricio
Azulita, y cuando fui a consultarle por el espíritu de la actividad me contó
que como lazareño se desesperaba de que no haya espacios de arte y cultura en
su ciudad natal. Me explicó que pasó de la queja a la propuesta, que en los
cultivos orgánicos encontró una clave y lo sintetizó en una frase, dijo “lo
orgánico es la protesta que se volvió propuesta”.
Patricio Azulita presentando a Irvingo Solis |
La mujer de alas
verdes de
pronto ocupó un pequeño espacio junto a las obras del profesor y músico
Fernando Lugo Hernández, y dialogó con los emblemáticos personajes mexicanos que
Irvingo Solis dio vida en enormes lienzos que pronto expondrá en la ciudad de
León.
Así fue como mientras la mujer de alas verdes
preguntaba por esas creaciones en acrílicos, tinta china, lápiz, aerosoles,
crayolas, acuarelas, en sus papeles, lienzos, madera, bastidores; por mi parte
conocí a sus autores: Leo Bailon Carrillo, Miner de The Bronk
(tatoo-graffiti-aerografía), Alejandro “Creas” de Gacamaya, Ariana Vega
Galindo, Víctor Manuel Suarez, Adriana Chávez, el Chino (ChChester Ideas).
Cuando el micrófono giró de forma circular
para que presentemos nuestros trabajos, los ojos internos de los asistentes
danzaron dentro de los colores en cada pintura. Aquello dicho en forma de imágenes,
completó su ciclo hablando también en la identificación de sus observadores.
“Tu opción por la libertad significa hincar
el ojo en el ridículo, quemar los viejos mandatos, abrazar este cuerpo y
soltarlo en el abismo, entender de una buena vez por todas, que la oportunidad
es el instante hormiga que podes convertir en infinito”, dijo la mujer de alas
verdes aquella primera noche.
Todos somos artistas, los niños que seguimos
siendo lo son, quizá la única tarea sea atrevernos a hincar el ojo en el
ridículo, quemar los viejos mandatos, abrazar este cuerpo y soltarlo en el
abismo, entender de una buena vez por todas, que la oportunidad es el instante
hormiga que podemos convertir en infinito.
25 de enero de 2017. Ciudad de México, o DF
como me suena mejor.