miércoles, 31 de agosto de 2016

Abismarse, la batalla del miedo y el deseo (paisaje interno #33)

"El abismo es el abismo, no hay adjetivos.
El abismo es la efectiva caída libre al vacío, es el nudo que da cosquillas y vértigo debajo del ombligo, pero arriba del sexo. Son todas las cosas que se evidencian ante nosotros sin posibilidades de ser controladas.
Acuarela 

Cuando brincamos desde lo más alto tomamos conciencia del devenir inevitable de nuestros deseos en su pelea magistral con nuestros miedos. Ahí, en el ring de la verdad, se tiran sobre las redes de contención como dos que se aman y se odian al mismo tiempo. Deseo y miedo se encuentran frente a frente para inaugurar el mundo y el público aclama desde la periferia. Quieren sangre, están desbordados de curiosidad por ésta batalla ejemplar.
Entonces el miedo despliega su veneno de la duda, y el deseo se defiende con paisajes, inunda de mares al miedo y le planta en la frente una sonrisa. Pero el miedo se sacude insensible y oscurece el cielo con una feroz tormenta, entonces el deseo se baña bajo el agua con el cuerpo desnudo y canta para que el miedo se rinda.
Entonces a mitad del ring, el miedo llora amargamente y recita un monólogo de Segismundo,
“¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son”1*.
El deseo, conmovido pero vivido respira en el suelo un poco abatido y le contesta,
“no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo”*2.
El abismo, es el abismo.
Cada instante es definitivo para el sueño o la pesadilla. Por eso deseo y miedo existen sobre el devenir de la vida, logrando así el desarrollo de la trama.
Que el miedo pueda alumbrar el camino más oscuro con su cuidado, y que el deseo decida el rumbo, es un arte que pinta el abismo, cuando es el abismo que elegimos", dijo la mujer de alas verdes mientras giraba en caída libre por el universo.

31 de agosto 2016. Lázaro Cárdenas, México.


1*- “La vida es sueño”, Calderón de la Barca.

2*- “No te salves”, Mario Benedetti. 

lunes, 29 de agosto de 2016

El poder de la brújula (paisaje interno #32)

“Dejate amar y subite a la ventura de estar sintiendo la vida en todo el cuerpo.
Dejate observar para existir, soltá la pesada sotana del fantasma y mostrate, decite al espejo, “acá estoy”. Necesitas estar presente en cada paso de tu vida, ahí hay un templo que empieza a generar, el poder de la brújula.

¿Para dónde debo ir?, decías antes y el universo respondió. Entonces fuiste una discípula maravillosa: aplicada, sacrificada, humana, real.
Miraste la luna todas las noches para soñar un poquito más allá. Recorriste la ciudad hundiéndote en todos los trámites del sistema. Escribiste para salvarte de la locura. Alzaste en brazos tu guarida y la ofreciste al azar. Leíste mis palabras agudas, inclusive cuando tu corazón y tu cabeza estaban en guerra.
El alma abrió un nuevo portal y te dejaste amar.
Todo el mundo comenzó a girar como un zamba y saltaste al abismo con todo el miedo de la raza humana, meditaste en el vacío, y abrazaste algunos recuerdos de tu presente, para que no se vayan nunca.
Este será tu cuerpo, y ahora también, éstas serán tus alas.
Tu historia, la que quizá sea la más complicada de contarte, ocurre ahora como la suma de acontecimientos misteriosos.
Llegó el momento, porque te animaste a entender, que el momento siempre es ahora.
Buen viaje. Yo te sigo en mi avión”, dijo la mujer de alas verdes y cruzó las fronteras en un avioncito de papel.
29 de agosto 2016. Buenos Aires, Argentina. 10:58 am


jueves, 25 de agosto de 2016

Mi Buenos Aires querida (paisaje interno #31)

"Vuelvo a volar sola en la ciudad. Me fascina tu discreción Buenos Aires, quizá vos y yo también podamos hacer las pases. Porque la verdad, es que hubieron muchos momentos de exploración con vos, que hacen de mí, estoy que soy.
Acuarela 11 - 07 - 2016

Andar sola en la gran ciudad, definitivamente también tiene su encanto. El tema es poder naufragar, el tema es desarrollar un instinto de ciudad gótica, perversa, oculta, pero también luminosa, romántica, fantástica y reveladora de otras vertientes.
Soy tan anfibia entre mi Resistencia Natal y vos, ahora soy tan las dos, que necesito poder ser alguien más. Una primera síntesis de experiencias y formas. Y ahora vos, Buenos Aires, y yo, que tan de la Resistencia soy, nos devoramos como los amantes imposibles de tus profundidades.

Vos y yo, Buenos Aires, atravesamos juntas los últimos episodios de la primera parte y todo el cuerpo empieza a vibrar en tus últimos latidos de amor, que inevitablemente, hay entre vos y yo, mi Buenos Aires querida", dijo la mujer de alas verdes y volvió a recordar la primavera de la ciudad. 

Buenos Aires, Argentina. 25 de agosto 2016

miércoles, 24 de agosto de 2016

Girar y florecer (paisaje interno #30)

4:09 am del 24 de agosto de 2016 – Última madrugada en la Resistencia.
Entre Ríos a la Resistencia 

Dudé bastante en escribirte esta carta, pero en unos años voy a entender porque es correcto desvelarme del todo. No importa que los minutos sigan cayendo en el reloj como las monedas de un taxi que me devuelve a casa después de una noche psicodélica, porque en éste momento vale la pena la intimidad que produce la madrugada.  
Tu lindo cubito de cristal en San Telmo ya no existe más, ahora tu hogar es una valija y una mochila. Miento, tu hogar ahora son esas personas que amas, estén donde estén. ¿No lo eran antes también?, claro que sí. La diferencia es que ahora ya no hay maleza que me aleje del amor, porque elijo arrojarme al mundo para aprender cómo se ocupan las alas, por lo menos en la caída libre.
¿Sabes que pensé el otro día frente al río?. Si bien es verdad que nunca nos podremos bañar dos veces en las mismas aguas, también es cierto que los afluentes nos conectan como la mismísima sangre que viaja de un extremo a otro del cuerpo. Tus paisajes internos tienen ese código críptico que usas para hablarte a vos misma, para esconderte aunque te desnudes completamente en cada texto, y entiendo de momento que a veces nuestra mayor debilidad es la que nos convida de eso que justamente nos hace valientes.
Por favor no me mires cuando escribo, podrías encontrar en mis ojos cansados, toda la verdad de mis pasiones. Y éste mundo, amiga mía, es un circo fabuloso que me sigue haciendo llorar como una niña.
No tengo tiempo para dejar de soñar. Vos tenes que entenderme cuando me olvido un poco de eso que llaman realidad, porque la verdad es que puedo pasarme toda la vida probándome lentes ajenos para entender otros puntos de vista, pero hay un momento de la vida donde las formulas externas se vuelven obsoletas y no queda otra que andar bien despierta.
Mañana, hoy, cuando sea que me levante, comienza un viaje profundo a otros mundos. Decidí vivir un tiempo fuera de mi Tierra Natal Argentina y animarme a ser en estado puro allá lejos donde brotan otras raíces.
Tengo 28 años recién cumplidos y me alegra mucho seguir así de loca como para hablarle a la que seré en el futuro. Esta es la realidad que elijo construir ahora, y sentada en la habitación que fue el refugio de mi niñez y adolescencia, soy la mujer que se puede reír escribiendo un diario íntimo, que se publica como blog y que aunque solo tenga un par de lectores funciona como trampolín de búsquedas.
A ésta hora, en una semana mi vida estará inaugurando un nuevo ciclo en otro país. ¿A dónde te vas?. Vamos, tiempo al tiempo.
Todas nuestras vidas giran y florecen.
Yo también quiero eso.
Girar y florecer.
Ahora a la cama. Ya son las 4:31 am y es importante descansar un poco.


domingo, 21 de agosto de 2016

Abrazar la niñez (paisaje interno #29)

“Después de llorarlo todo, de creer que había encontrado las respuestas, de pensarme tan fuerte ante el mundo que me había dado temor, caí en un cuarto oscuro.
Acuarela

En ese negro profundo no entraba ni un rayito de luz y tuve miedo durante muchos años. Me fui de mi ciudad a una enorme jungla gris y me conseguí un trabajo, lave mi ropa interior a mano, cocine fideos sin sal, me perdí en alguna calle que desembocaba al abismo. Me hice adulta.
Dejé de escribir, de pintar, de mirar con atención pura el movimiento de las hormigas sobre las hojas del jardín, me olvide de cantar en la ducha, me costó recordar que alguna vez había bailado frente al espejo, ya parecía parte de mi pasado esa necesidad de salvar el mundo.
Ese cuarto estaba realmente oscuro, pero después de un rato sentí que no tenía nada que temer, el cuarto estaba vacío. O bueno, el cuarto estaba casi vacío. Del otro lado, con la espalda pegada a la otra pared, respiraba un ser vivo. Estaba enrollando las piernas entre sus minúsculos brazos y los deditos apretaban las rodillas que sostenían su rostro oculto.
Mi corazón latía en los dos extremos de la habitación, que era apenas un cubo sin luz. Mi corazón estaba latiendo en los dos cuerpos, en la oscuridad comencé a sentir el miedo mutuo.
Me enojé. Primero me enojé y le dije que se muestre, que levante el rostro, que el mundo es duro, que hay que ser valiente. Le grite, acusé su pequeño tamaño, le dije que así de frágil no se podía vivir, pero no respondió.
Me quedé en silencio. No quería volver a gritar pero tampoco sabía qué hacer para que se levante, para que me permita saber quién era, ¿porque estábamos en ese cuarto vacío?, necesitaba que me explique porque alguien con todas las respuestas como lo era yo, todavía habitaba ese hueco.
Comencé a llorar. “Por favor”, le supliqué, acércate y salgamos de éste lugar. No podemos seguir en este cubo oscuro.
“Por favor”, le supliqué y la habitación empezó a despintarse. Entonces se gastó el negro, aparecieron los primeros grises, su cuerpito se dibujó anaranjado, mis lágrimas me bañaron las cicatrices. “No te voy a lastimar, pero por favor, tenemos que salir de éste lugar”, y antes de continuar vi entre los grises como levantaba la cabeza. “Yo también tengo miedo”, le dije.
Ella era una pequeña niña. Yo no sé qué se hace frente a una niña así. Le dije que no iba a gritar más, que no tenga miedo, pero que por favor se acerque, necesitábamos salir de ahí. Por favor, le pedí. Pero mi voz nerviosa me daba miedo hasta a mí misma.
Volví a quedarme en silencio y un dolor en el pecho me atrapó el corazón. Comencé a quedarme sin aire y me subió una contracción enorme en la cabeza. Me mordí los labios, no quería abrir los ojos, no quería habitar más esa oscuridad.
Todos los grises se suavizaron un poco más.
Lloré, lloré con la boca abierta, cerrada, apretada, temblando, empapada por todas las lágrimas que me deshidrataban el cuerpo entero. Lloré sobre mis pechos adultos, sobre mi vientre, conectando cada una de las marcas que me hizo la existencia hasta acá. Lloré hasta refregarme el dolor en todo el rostro, y vi a la niña caminar hasta a mí.
El cuarto se iluminó lo suficiente y vi el rostro de la creatura sonriendo.
“Hola”, me dijo esa niña que fui y que no recordaba.
Esos ojos, pómulos, cabello, esa expresión. Estaba viva, tan viva como lo había estado hace muchos años cuando jugaba a ser cantante y actriz, tan real como esa vez que me subí al árbol enorme que vivía cerca del centro comercial.
“¿Me abrazas?”, me pidió.
Pero yo no sabía hacer eso y crucé los brazos sobre mi cuerpo adulto.
“Soy vos, ¿jugas conmigo a que volamos en un enorme globo aéreo para dejar mensajes de amor en todo el mundo?”.
Pero yo no podía salir de mi asombro. Creí que esa niña yo no existía, que se la había tragado el tiempo.
“Soy vos”, volvió a decir y estiró sus pequeños bracitos.
Abrace a la niña que soy y todo el cuarto brilló en cada rincón. La niña me sostuvo la cabeza y me dijo que lo había hecho bien hasta el momento, pero que era tiempo de jugar.
La niña que sigo siendo me explicó que había cuidado muy bien de mí, pero que no era necesario encerrarla en un cubo oscuro para ser valiente. Trabajar, estudiar,  mirar a los costados para cruzar la calle, ser respetuosa y responsable, estaba bien. “Es bueno cuidar de vos en la ciudad, pero de nada sirve todo eso si no podemos seguir jugando”, dijo la niña que sigo siendo. "La fortaleza no está en lo adulta que te vuelvas para enfrentar las adversidades del mundo, sino en lo valiente que te vuelvas, para que las maravillas de la vida se conecten con la fascinación que siente tu corazón infante cada vez que algo te sorprende y llena de curiosidad". 
Me invitó entonces a pintar, cantar, hacer caras frente al espejo del baño, acostarnos en el pasto para mirar como las nubes cuentan historias mientras se desarman.
Hace tantos años necesitaba ese abrazo, que me quede dormida.
Cuando desperté estaba todavía en la ciudad, perdida en el hormiguero de metal, pero con unas enormes alas verdes, que la niña que soy pintó con sus acuarelas en mi espalda”, dijo la mujer de alas verdes y me invitó a jugar éste domingo de agosto.
Feliz día a todas las niñas y niños que seremos toda la vida.

21 de agosto de 2016. 

El Pozo (paisaje interno #28)

“Baja, metete ahí donde nadie más te puede tocar.

Espia la noche y el día por ese retazo de cielo que queda sobre tu cabeza cuando te hundís en el pozo.
Acuarela

Acordate del mate, de las ventanas que dan al universo, del amor aunque dure un instante, permitite toda la humedad humana que transpira en tus huesos.
Sos tan joven como lo decidas esta tarde, sos la niñez eterna que no deja de brillar ni siquiera cuando elegís enterrarte.
¿Vas a dejar que toda la gracia de la experiencia humana, se quede vegetando dentro de una mala idea?.
¿Quién te lastimó tanto para que elijas abandonar el escenario de tu propia obra?. Los disfraces son divertidos, pero no te olvides de que son solo disfraces. La verdad verdadera es tu desnudez, eso que arremete en vos desde las tripas.
¿Te hierven las venas?, ¿quisiste conquistar el mundo pero ya tenía dueño?, ¿estas apurando tu proceso de lágrimas, porque te da vergüenza llorar frente a tu propia presencia?.
El hueco de siempre necesita un poco de orden, quizá unos cuadros coloridos, algunas maderas de palo santo que ayuden a purgar los malos pensamientos.
¿De qué hablo?, vos lo sabes bien, hablo de tu manía melancólica de esconderte de la tormenta. ¿Pero sabes qué?, la tormenta te persigue hasta el interior del pozo, y vos te podes impulsar con los pies, igual que desde el fondo de la pileta.
Podes nadar hacia la superficie impulsándote con la sinergia de la laguna que armaron tus viejos pensamientos. No te preocupes, eso que fuiste será un recuerdo cuando vuelvas a surgir del pozo. Son tus deseos, esos que te cuestionan siempre, los que funcionan como un trampolín de colores para que te eleves.
Viví en el pozo si lo deseas, pero deja entrar la luz, deja que la belleza quiebre la tierra y agrande la boca de salida, déjate elevar por tu necesidad de vida.
No necesitas probar nada a nadie, no hay que cumplir las reglas tontas, es tiempo de abrir la boca para tragar los rayos del sol. ¿Te dolieron las espinas ajenas?, ¿vos también desarrollaste cuchillos en la piel?, es maravilloso que así sea, significa que sentís como sienten los humanos.
Ahora podes cerrar los ojos y dejar la cabeza en blanco. Esa es tu nueva página para pintar. El pozo fue tu tele transportador, pero llegó la hora de ofrecer una amorosa despedida. Porque cuando te eleves y salgas del hueco, el nuevo mundo volverá a sorprenderte como en la niñez.
Otra vez en la superficie, el viejo pozo será cubierto de agua, arena, tierra, piedras, raíces, semillas, crisálidas antiguas. La tierra que te enchastro la superficie humana de tu planeta, ahora se lava con la lluvia que inventaste para cicatrizar.
Te voy a contar un secreto, pero prométeme que lo vas a cuidar para siempre.
El pozo por el que te volves a reinventar, es un canal a la nueva dimensión. Por eso cuando estés fuera, acércate al hoyo y tira ahí todos los pedazos de piel muerta. Cuando ese agujero se recicle a sí mismo, transformará eso que te dolió en las cristalinas escamas de tus nuevas alas”, me dijo la mujer de alas verdes.


domingo, 14 de agosto de 2016

Las naves voladoras del primer amor (cuento)

"Verano. Encontré diez pesos en la vereda y esa misma tarde también tuve la suerte de enamorarme de un fabricante de barriletes en la Plaza Central. Así volé por primera vez, aferrada a la cintura de mi artesano aéreo, sobre una de sus creaciones.
La siesta era sagrada para todos excepto para nosotros, que saltábamos el muro y caminábamos por las callecitas laterales de su barrio, donde nos besábamos de manera exagerada sin que nadie pueda juzgarnos.
Acuarela

Las pelirrojas de la cuadras estaban perdidamente enamoradas de él. Eso no me sorprendía en absoluto, ya que cualquier ser vivo quedaba hipnotizado por los cristales canela que llevaba por ojos. A mí me daban unos celos terribles cuando lo rodeaban para pedirle tereré o consejos sobre lectura astrológica. Ponía una cara de pescado insoportable pero él me amaba tanto que se reía y me levantaba la pollera tableada para que se me pase el enojo.
Una vez nos escapamos a una ciudad cercana. Necesitábamos caminar de la mano lejos de las pelirrojas y de la directora agreta, que siempre nos terminaba interrogando cuando nos encontraba en el patio trasero de la escuela.
Esa vez llovió a cantaros y el único barrilete que llevamos para jugar se partió en dos. Tuve miedo de que eso nos represente un mal pronóstico, pero mi enamorado tenía poderes de otra galaxia y disfrutó de mi expresión de sorpresa, cuando unió las varillas como un mago.
Antes de que el cielo se tiña de violeta, él me propuso dormir en la costa del río Paraná. Teníamos 14 y 15 años así que el mundo era nuestro y dije que sí. Acostados en la arena, sentí todos los colores que le puso al dibujo que hizo con sus dedos sobre mi escote. En los albores de la vida conseguimos subir al puente que unía éste planeta con la luna y de manera brillante nos escribimos un buen pedazo de eternidad entre las piernas.
El inventor de naves voladoras me presentó a los más estremecedores escritores de la literatura universal, llenó su pequeña habitación con canciones de Silvio Rodríguez que yo entendí años después, me dejó jugar con sus rulos cuando se dormía mirando una película y nunca cuestionó mi insistencia de quedarnos hasta las cinco de la mañana para atrapar el amanecer.
Recorrimos el espacio en bicicleta y en un concierto de boleros nos apretamos los enredados dedos de las manos para pedirnos que esa historia nos dure para siempre. Pero en alguno de esos malditos momentos del final de las historias, nos perdimos en la multitud mundial.
Hace poco volví a ver un barrilete azul y me aferre a la cuerda de serpentina. Antes de que vuelva a comenzar el carnaval de aquel año, quizá pueda abrazarlo en un recuerdo más", rememoró la mujer de alas verdes. 

sábado, 13 de agosto de 2016

Adición a la soledad (paisaje interno #27)

Evoluciono por amor, y siempre duele.
“Algunas personas vivimos en universos muy pequeños. No nos alcanza con la privacidad de vivir en un planeta, y nos buscamos verdaderos recintos alejados de todas las humanidades. Somos considerados marcianos, mutantes, seres de los pantanos”, dice la mujer de alas verdes.
“Locos, de una locura incomprensible y profundamente sensible”, agrega mientras camina por el cuarto de San Telmo, donde vivíamos hasta hace muy poco. Ahora sabe que comenzó el viaje, y comprende que quizá evolucionar por amor, siempre duele. 
Acuarela

“Yo también soy adicta a la soledad”, me dije la mujer de alas verdes y sin prisa me explica sus sensaciones. 
“¿Sabes lo que pasa?, el dolor del mundo me afecta tan directamente, que los brazos se me cansan en el océano de seres”.
“Yo también quiero encontrar a alguien que de pronto pueda quererme así como soy. Siempre es importante ser importante para alguien”.
“Nosotros, si somos mutantes, es porque mutamos, y a veces, nos volvemos adictos a la soledad”.
¿Pero cómo hace un solitario para aproximarse a otro solitario?, le pregunto.
“Puede inventar miles de trucos. En mi caso, soy parte de una familia de solitarios. Todos ellos, padres, hermanos y hermanas, tíos, abuelos, tátara abuelos, sobrinos, todos, solitarios. ¿Te imaginas el ejercicio que implica la comunicación?, los solitarios somos personas que hablamos mucho con nosotros mismos y la mayoría de las veces nos hundimos en largos monólogos frente a quien tenemos en frente”.
¿Pero vos pudiste superar los desencuentros?, necesité saber.
“Depende. Si los desencuentros son producidos por el temor de ambos corazones, si, los pude superar. Pero a veces me tocó entender que existen algunos humanos que no buscan crear puentes de contacto y entonces aprendí a aceptar la ausencia del encuentro”. 
¿Y el pozo?, ¿ese donde caemos cuando ocurre el desencuentro?, me desespero por saber.
“Si estas en un pozo, si miras hacia los costados y hay oscuridad, si el pozo está lleno de dolor y no de miedo, y el dolor es diferente de ser enfrentado que el miedo. No te preocupes. Lo que ocurre es que sos semilla y no te diste cuenta”.
¿Soy Semilla?
“Sos ahora una semilla parida por vos misma, por tu proceso anterior, por las experiencias que lograron cerrar un ciclo, para abrirte a uno nuevo. Sos semilla. Dejas tu viejo disfraz, para conocerte desnuda. Y desnuda significa sin espinas, pero con el maravilloso cuero que da la experiencia”.
¿Cómo se cura la adicción a la soledad?
“Con amor”.
Claro!, cualquier adicción se cura con amor.

13 de agosto 2016. 

jueves, 11 de agosto de 2016

Ser mujer es tabú (paisaje interno #26)

Nada sé sobre ser mujer. Nací mujer y nada sé sobre ser hombre. Soy un ser vivo interpretando dos energías incomprensibles, deformes, contradictorias, brutales y profundamente naturales.
Acuarela

No quiero ser mujer si las mujeres deben soportar esos golpes, agravios, denigraciones. No quiero ser mujer si el precio es soportar la baba cargada de veneno que tienen tantos hombres. ¿Cuántos géneros existen?, ¿Por qué vivimos guiados por un miembro físico que se alimenta de ego?, ¿dónde puedo escapar, para evitar tantos ojos cargados como bombas de dolor?.
No quiero ser hombre si la escuela del mundo me obliga a ser violento, a imponer mi postura sobre las cosas, a gobernar como un títere, a cargar los fusibles inclusive sobre las ancianas que rezan las almas de sus hijos en la Plaza de Mayo. ¿Qué parte de la vida estas mirando?, ¿por qué tengo que alejarme como un canario herido de esas brutales muertes por ambición?.
Mastico mi propia indignación. ¿Qué en otros lugares del mundo es peor?, ¿Qué no todos los hombres y mujeres son iguales?. Claro que existe la diversidad, que muchas cosas empezaron a transformarse, pero yo estoy volando por los siglos pasados y las miro desde muy cerca.
Cualquier tarde del año puedo mirar por las ventanas que mi madre proyecta en sus ojos y comprender. Miles de mujeres obligadas a tolerar la brutalidad de un puño cerrado, todos los adjetivos descalificando sus sacrificios, millones de situaciones sangrientas que se caratulan al final como “pasionales”.
No quiero ser mujer aunque ahora mismo siga sangrando. Tantas culturas doblegadas por la necesidad de matar al diferente, por conquistar una tierra que jamás les será correspondida. Pobres seres imbéciles que duran un instante en el caldo de cultivo humano, cuando llega la muerte sus cuerpos y el de las ratas, generan el mismo olor.  
No escribo con odio, pero tenes que comprender que escriba con fuego ésta tarde. Las horas del mundo me tiran como una muñeca para atrás y para adelante. La violencia que abre el vientre con un bisturí, se carga un saldo al futuro de las que vendrán. Vos tampoco queres hablar del tema, no importa, esto también es un borrador despabilado que no alcanza a desatarme la garganta.
Quiero ser mujer porque tengo ese derecho. ¿Podrás disculpar los colmillos que llevo bajo los labios?, no soporto ese puñal injusto que cae sobre el cuerpo liviano de la mujer. Las cicatrices que descansan al sol, las espinas que nacen del dolor, la sed que no es de venganza, la furia que se desata cuando aparece el peligro, son retazos de los pasados sociales, familiares, personales.
Quiero ser hombre porque tengo ese derecho. Necesito construir con mi energía masculina una alternativa para sanar. Son tantos los seres luminosos que me enseñaron que también se puede ser un hombre sensible y fuerte. Y mientras giramos despiadadamente en el tiempo solar, mi oportunidad antes de la muerte, es la vida en su completitud.
Soy mujer y hombre a la vez, igual que vos, no lo podemos evitar. Algún día nuestro planeta respirará la integración genuina de sus partes animales, vegetales y humanas.
Mientras ese día se construye con amor, también será saludable rabiar en las páginas que reescriban el futuro, para que ser mujer deje de ser tabú.

11 de agosto 2016

martes, 9 de agosto de 2016

Fotosíntesis de la Mariposa (cuento)

No me dijo su nombre, ni su edad, ni dónde ocurrió todo aquello, pero la mujer de alas verdes, ésta tarde me contó algunas cosas sobre su vida y su metamorfosis.  
Dice que no conoció a papa Noel y cada navidad en su aldea se hacía una fiesta enorme a la que no podía ir. Sus cuidadores eran de una extraña religión, estaban convencidos de que los festejos pertenecían al demonio. El pueblo estallaba en risas y ella espiaba por la ventana los fuegos artificiales que cubrían el cielo, como un espejo de la felicidad que experimentaban sus vecinos.
Ella se escapó justamente un día antes de navidad, de algún año. Armó su pequeña valija con casi nada, solamente guardó la palabra “poesía” y trepó la reja. Corrió tan fuerte como pudo hasta el río y cruzó la selva a remo. Convenció a un pájaro gordo de cruzarla al otro lado de su país y se cambió el nombre por primera vez.
Acuarela

Dice que llegó a una enorme ciudad plagada de serpientes, conejos, ranas, príncipes falsos, cortesanas pelirrojas y hoteles de mala muerte en cada cuadra. Era el lugar perfecto para confundirse con el paisaje. Nadie puede mirar a una niña como era ella, en un poblado tan vertiginoso.
Vivió un tiempo sintiendo que sus cuidadores podían estar vigilándola, hasta que un día conoció a la hechicera Aurea y en una conversación ceremonial, descubrió que por mucho que la buscaran no podrían encontrarla. Aurea le dijo algo así: “tranquila, el tiempo que ya llevas viviendo acá te transformó, no pueden encontrarte porque vos dejaste de ser aquella que escapó”. La mujer de alas verdes no pudo entender en aquel momento que esa enseñanza, era el primer peldaño de un enorme puente que comenzaba a cruzar.
Acuarela

Una noche se animó a ingresar a una fiesta. Era verano y entonces eligió el único vestido elegante que le consiguió Aurea. Se paró frente al espejo, se estiró con un peine el desprolijo cabello hasta los hombros y dobló la cintura como una muñeca para espiar su espalda. Ella no me lo dijo, pero yo me la imagino preciosa.
En la fiesta giró entre los cientos de seres que hablaban, comían, bailaban y se rosaban. Una pelirroja que todavía no era cortesana le ofreció vino, un conejo dijo conocer al mismísimo conejo de Alicia en el País de las Maravillas. “Ese miserable fue novio de mi prima”, dijo el conejo que fumaba más que el escuerzo, “la dejó con miles de crías y corrió sin parar atrás de Alicia, hicieron la obra en todos los pueblos del continente y se llenaron de plata los desgraciados”.
Cuando se libró del oscuro conejo rezongón y de la pelirroja que se transformaba en alcohólica, apareció un falso príncipe. “¡Encontré a la princesa!”, gritó el apuesto muchacho, “¿puedo pedirte que me dejes ser el dueño de tu corazón?”. Ella se vio rodeada de una neblina turquesa y la tentación de entregarse desde lo más profundo le corrió por las venas como un veneno. No se acuerda bien como le dijo que “sí”, pero dice que jamás se va a borrar de la mente el momento en que el muchacho, sacó de la boca una lengua bípeda que comenzó a rodearla como un enorme gusano.
¿Ella gritó horrorizada?, no. Dice que cuando se dio cuenta de que estaba a punto de ser tragada, inventó una estrategia de escape. Una vez escuchó la historia sobre el canto de las sirenas. Entonces la mujer de alas verdes habrá cantado de manera aguda hasta que la pesada lengua de ese ser, cayó al suelo como un enorme miembro asustado.
Acuarela
Una vez más necesitó escapar de aquella jaula. Por eso subió a la terraza y se robó el avioncito de papel. Voló durante toda la noche sobre el inmenso océano. Cerca del amanecer vio la pequeña isla de Acuarela. La punta del avión se clavó en la arena y ella entró desnuda en aquel recinto del mundo completamente anónimo.
Igual que un animal que sabe que va a morir, se deslizó por el tronco de un árbol y se cubrió con la crisálida violeta que brotó de su corazón.
Respiró.
Escuchando los cantos vegetales de la selva esperó allí dentro durante todo el invierno.
Despertó dentro del fuego del sol, su vieja piel quedó colgando de la rama como un viejo disfraz.
Como si siempre hubiera sabido su naturaleza, observó con amor las enormes alas verdes que le crecieron en la espalda.
Me dijo que cada vez que una tristeza del mundo la toma por asalto, ella junta fuerzas recordado aquel instante. Como una experta agitó sus extremidades voladoras y saltó al vacío. Cuando miró hacia todos lados en el aire estelar, lloró de emoción. Estaba empezando a recorrer el universo.

9 de agosto de 2016. 

lunes, 8 de agosto de 2016

Desear que sea natural (paisaje interno #25)

No quiero hablar de nada. Porque ya sé que voy a decir, y también sé lo que me vas a contestar y no tengo ganas de entender nada más. ¿Por qué siempre hay que entender?, ¿podré alguna vez ser lo suficientemente caprichosa para que se me conceda un deseo?.
Acuarela
“¿Y qué deseas?”, indaga esta noche la mujer de alas verdes.
Ya te dije que no quiero decir nada más al respecto, es un trabajo profundo por domar el deseo, por rogarle a la cabeza que no encienda la máquina y se reproduzcan los recuerdos. La boca de Lorenzo se expande por toda la casa aunque ya no viva ahí. Su perfume natural me asfixia sin aviso, por eso me escapo a la ruta. Sus oscuros ojos verdes me persiguen por el parque y las mil maneras de encontrarnos llegaron tarde. ¿De qué más puedo hablar en una realidad sorda?, ¿qué sentido tiene un deseo que no desemboca en ningún arrollo?.
“Es natural”.
Qué simple así ¿no?, se simplifica todo con palabras acordes, se encierran las sensaciones en el pasado, se condiciona la búsqueda a un par de rasgos aceptables, se quiebra el tiempo en mi estómago y me toca solo desear que sea natural.
Es la hora del sin tiempo y ella me suplica que guarde silencio. Caminamos entre las casas bajas hasta la plaza de noche, con éste frio ya no quedan ni siquiera los pájaros.
Nos quitamos los escudos y nos trepamos a los árboles. La luna está partida y una sutil neblina nos acaricia el estómago. Ella vuela en una hamaca, yo hundo los pies en la tierra.
“Grita!”, me ordena riendo la mujer de alas verdes. Bajar en la hamaca le da cosquillas y grita sus carcajadas sobre el silencio que pidió antes.
“Gritá!”, vuelve a decir.
Yo tengo las piernas hundidas en la tierra.
“Gritá”, repite y grito.
Grito y corto el aire espeso. Vuelvo a gritar y se me raspa la garganta. No quedó nadie en el mundo y yo grito de rabia, de amor, de necesidad.
Las piernas tiemblan dentro de la tierra hasta que brotan las raíces. Grito y siento la sangre llegando al Paraná.
Grito, grito, grito y la garganta me sabe a la de una loba. Aúllo. Ya estoy más lejos que antes y solo puedo aullar.  
No pasa el dolor pero se desarrolla para que pueda comenzar a conocerlo.
La mujer de alas verdes vuela en la hamaca y yo estoy clavada como un sauce en plena Plaza 9 de Julio. Se me acaban las formas cuando la veo mecerse con los ojos cerrados.
¿Qué sentido tiene desear así?, insisto.
“Cualquier deseo de éste tamaño merece unirse a tus ríos internos. No importa los matices de la realidad si el deseo es algo que te inunda de esa manera. No reniegues de la magia, no la quieras explicar, no se puede atentar contra la ilusión de un mago. Mejor entrega tu desconcierto a la tierra y vení a volar en los juegos conmigo”.

9 de agosto de 2016. Resistencia, Chaco. 

Equipaje de vuelta (paisaje interno #24)

Estación de Retiro
Una valija que me regaló Dimas, la mochila de 80 litros que me acompañó en los primeros viajes de exploración, la guitarra que tiene muchos años comprada por mi madre, la guitarra que compré hace poco, pensando en retomar el canto.
La estufa adentro del aguayo que compré en Jujuy, cubierto a su vez por el paño dónde ponía mis artesanías en la secundaria, cuando trabajaba de artesana en la Plaza 25 de Mayo en Resistencia. Dentro a su vez, de la bolsa roja que compré en Brasil el año pasado, cuando nació la necesidad de volver a migrar. La bolsa de paja que compré en Formosa durante un viaje de laburo hace unos años.
Mi mochila-oficina, que será mi sombrero de maga, para llevar ahí la fábrica de ilusiones.
Mi mochila negra, de mano, simple, sobria.
A Capital Federal llegue hace 10 años, con una mochila que me salió 50 pesos, 18 años, 4 cajas de cartón, antes de año nuevo...
Ahora vuelvo a mi Tierra Natal. Soy en primer lugar Resistencia.
En definitiva... 
Comenzó el camino a casa.

sábado, 6 de agosto de 2016

Última noche en la Ciudad (paisaje interno #23)

Soy todas las anteriores, pero ninguna a la vez. Engordé tanto durante los últimos meses, comí con el instinto asesino de una bestia y rompí todas las ataduras que tenía a los fetiches, los espacios y algunos seres vivos.

Desarmé por completo mi cuartada, me di una moneda para apostarla al azar, bebí lo justo y necesario para pensarlo dos veces y me atreví al juego que empieza.
Hoy, 6 de agosto de 2016 es mi última noche en la ciudad, el inicio de los 28 años, la culminación de un ciclo en la ciudad que me transformó en ésta página que me toca dar vuelta.
Soy todas y ninguna de las que imaginé para mí. Me divierte comenzar justo hoy el ciclo femenino. Toda la sangre de mi cuerpo cicatriza el corazón. Soy una hembra que se oxigena el olfato para la supervivencia.
Me hago dueña de la única persona que puedo transformar: me hago cargo de mí.
Me dejo amar y amo desesperadamente. Adentro de todo el escenario monstruoso de la ciudad existen personas maravillosas. Lo más brillante que me llevo, son los maestros-amigos con los que ya no afectan las distancias.
Soy un caleidoscopio que descubre sus mandalas, soy un instante de la humanidad que sueña la magia del infinito.  
Puedo estar mucho tiempo más, preocupada por las miradas externas, o puedo simplemente estar viva mirando con curiosidad el camino que se me abre como un nuevo cuerpo.

Mi casa ahora se llama Tierra Natal. Vivo acá dentro como quien pudiera existir en su ensueño. Este cuaderno abierto será mi nueva guarida para mostrar que también un ser instante es capaz de abrazarse al todo. 

viernes, 5 de agosto de 2016

Metamorfosis natural (paisaje interno #22)

Dice que antes de tener alas, también vivió adentro de una burbuja.
Era una enorme esfera más frágil que el vidrio, pero más impenetrable que el acero. Sin puertas ni ventanas, construida de manera orgánica a la intemperie.

Acuarela
La mujer se acostaba a veces panza arriba, para ver cómo se mojaba la cúpula transparente. Durante las horas de lluvia se preguntaba por la temperatura y la sensación de estar bajo ese cielo en descomposición. Pero dice que era más fuerte el miedo y por eso se conformaba con imaginar.
Vivió allí muchos años. Construyó dentro un universo propio para jugar, observó los días, las noches, los inviernos, los veranos, las aves, los pastos, las hormigas, todas las formas de la luna.
Vivir adentro de la burbuja suponía estar a salvo. Nadie puede correr peligro si tiene un caparazón infranqueable, tapándola igual que las sábanas de la niñez, cuando era evidente que habían monstruos en la oscuridad de la pieza.
“Afuera del mundo privado, está el mundo y listo. ¿La realidad?, ¿la verdad?, yo no sé de esas cosas, porque intuyo que es más importante preguntarnos qué tipo de realidad interpretamos, que verdades nos representan”, dijo, “La cajita de cristal no te transforma, si estás buscando algún camino, es importante que des el paso siguiente, y permitas la metamorfosis natural”.
“Cada vez que cae al suelo una vieja armadura, estas más cerca de experimentar el vuelo”, me aseguró. “La burbuja es una fórmula de transición, para que nazca una mejor posibilidad de nosotros mismos”.

5 de agosto 2016. 

miércoles, 3 de agosto de 2016

En la cuerda floja (paisaje interno #21)

Mientras no tenga tus alas verdes, me animo a subir a la bicicleta de la cuerda floja y pedalear a pesar de todo. Las estaciones del año me pasan por la piel, siento todo el frío, igual que todo el calor.
Me transformo en un pedacito de acuarela y me sumo al único escenario del cual puedo ser parte ahora. Me desvisto igual que vos y dejo que todas las cicatrices respiren al sol.
Acuarela
¿Sabías que tuve gula, insomnio, acidez, melancolía, ansiedad?. Estaba en la cuerda floja y las lágrimas se secaban con el movimiento, la risa se interrumpía por alguna brisa, y de las ganas de gritar, me puse varias veces a cantar.
Nacemos, subimos a la cuerda floja, y nos morimos, solos. Esas son cosas que nos tocan afrontar en la intimidad de nuestra propia esencia. Es la fuente a la que vamos a parar cuando comienza a crecer el sueño de estar viva.
La ciudad ahora es tan pequeña, que cabe entera en las maquetas que armaba de niña con cajitas de remedios. La ciudad me es tan ajena, que desde la propia cuerda sigo sintiéndome una ermitaña que visita el enorme poblado oliendo a pinos y pasto.
Por eso cuando la mujer de alas verdes me propuso que forme parte del instante, inclusive a riesgo de caer, dije sí.
“¿Puedo caer?”, pregunte.
“Siempre se puede caer”, respondió flotando frente a mí, “pero si caes de la cuerda floja a la que elegiste subir, y ves el mundo un poco gris o fugaz, te vas a acordar del naufragio en el aire. Entonces casi sin darte cuenta, vas a necesitar intentarlo otra vez”.
Vuelvo a poner los pies en los pedales y doy el primer impulso. La cuerda tiembla al principio pero cada empujón que me doy, consigue un equilibrio al menos pasajero. Son las dos piernas, los pies, las manos sobre el manubrio, la vista al frente, el corazón adelante.
Gira la cadena y todo el aire es galáctico.
La mujer de alas verdes me mira y sonríe. Yo la miro y también arqueo los labios.
Lo estoy haciendo, me estoy animando a estar completamente despierta sobre la cuerda floja una vez más.
Este diminuto sendero inestable, se me brinda como un milagro.

3 de agosto 2016. 

martes, 2 de agosto de 2016

Hombre rata (borrador de un cuento)

Todas las noches lo mismo.
“No quiero, no puedo, no sé, no me sale”, me estoy repitiendo. Estoy cansada de repetirme así. ¿Sabes lo desesperante que resulta pensar que el único relato interesante fue aquel de la pornografía en Japón?. Solo esa vez cuando me imagine que ella soñaba ser una estrella porno en el mundo arroz, pero nada más.
Porque falta mucho para que la conozcas, pero podes saber desde ahora, que ella no quería ser el objeto de nadie, y aunque no se diera cuenta de la jaula en la que vivía, ella solamente se estimuló una vez pensando a millones de japoneses codiciosos de su escote púber en alguna gigantografía vulgar, perdida entre miles de carteles escritos con esos jeroglíficos que llaman idioma.  
Qué pobreza imaginativa. Ahora que me acuerdo bien de la cara que imaginé en las portadas de las revistas para hombres japoneses. ¿Con qué se excitan los japoneces?. Vaya uno a saber.
La cosa es que ella, salida de mis dedos en el teclado, prisionera de él. De él no vamos a hablar, no por el momento. Ella no era importante para nadie y ¿sabes que es completamente innecesario?, decir que estaba aburrida de todo.  
¿Qué pasa con las mujeres cuando nos aburrimos?. Pero no digo aburrirnos una tarde dando vueltas por la casa, o una noche cuando no hay pintura que arregle el par de ojos opacos. ¿Qué pasa cuando las mujeres realmente nos aburrimos profundamente de todo?.
¿Qué pasa cuando la lívido de los japoneses dejó de estar en el cuerpo casi de varón adolescente que todavía cargaba ella a esa edad?.
Las historias de este estilo tienen el problema de interrumpirse por los cuestionamientos estúpidos del cerebro, que como una sanguijuela se infiltran. “¿una joven con cuerpo de varón púber que se imagina como estrella porno de los japoneses?, qué linda, que ocurrente”, y se ríe con la soberbia del venenoso.
Por eso nunca llego a escribir el momento donde camina por la calle y encuentra una bolsa negra que se mueve como si contuviera a un animal vivo adentro. Por eso ese momento, que debería ser relatado una noche de luna enorme pierde fuerza o genera un cuestionamiento más. ¿Qué contiene la bolsa?.
Una rata. Que sale inyectada cuando ella le da aire al nudo de plástico. Que fiasco ésta historia sin movimiento. Porque ella camina de noche, encuentra una rata que escapa, se imagina ganando millones gracias a la pegajosa lívido japonesa y entra en el único bar que queda abierto a esa hora.
¿Conoce a alguien en el bar?. Sí, pero no es el amor de su vida ni pavada parecida, es un imbécil más de los que ve cada noche. Porque además hay que aclarar que no llega allí buscando un trago de bebida blanca, sino que al cruzar la puerta se dirige a la cocina y sale vestida de mesera, o mejor dicho, con un delantal negro viejo al que ya se le borró la inscripción barata del lugar.
¿Pero a quien conoce?. Conoce al hombre rata, ese ser abominable que la siguió de adentro de una bolsa negra tirada en la calle.
“Qué absurdo”, dice, “los hombres no salen de bolsas negras mostrando un cuerpo de rata”.
No importan esas opiniones improductivas. Sé perfectamente que el hombre rata se perdió en el aroma que llevaba la muchacha y se sentó con los dientitos separados y la nariz puntiaguda a pedirle un café con leche, que pretendía tomar en la barra para mirarla trabajar.
¿Sabes que es peor que estar aburrida?. Sí, estar aburrida y que un hombre rata se siente a pocos metros para tomar de a sorbos ruidosos el café con leche que le serviste especialmente con veneno para ratas.
“¿Lo mata?”.
No lo mata, pero se imagina matándolo de ese modo, lavando la taza inmediatamente con lavandina, escurriendo el cuerpo hasta la vereda y echándole alcohol encima.

Solo imaginación que da batalla a la absurda vida de un personaje, en el último de los momentos de la vida en la tierra.
“¿Tiene sentido contar esto?”.
No sé nada sobre el sentido de las historias, pero ésta es una espina que tengo clavada a un costado de la costilla. Necesito que algún día se desprenda por completo de mí.
“¿Escribir un relato absurdo te puede sacar la espina?”.
Eso espero.
“¿Y cómo sigue?”.
El hombre rata se termina el café con leche y en lugar de pagar la cuenta le ofrece un sobre gris. Se levanta de la silla, camina a la puerta apresurado y antes de que pueda escapar se desata una tormenta de verano.

Ella le grita que tiene que pagar su cuenta, pero ve al hombre rata desaparecer en medio de la tempestad. 

El ser humano es tierra que camina (paisaje interno #20)

Caigo a la tierra, soy semilla que sueña con ser árbol. Rompo la membrana que protege mi interior y me enamoro, sufro, me mudo, bailo, te escribo, me observo, te necesito, huyo, me encuentro y siempre, vuelvo a perderme.
Acuarela

Sé que el ser humano es tierra que camina, yo también fui animal, tuve alas, pico, garras, hojas, esencia, adrenalina escapando por los poros, miedo de la noche.
¿Te cuesta entenderme?, no te preocupes, no es importante que me entiendas. Pero a lo mejor éste día de frío, hincada como una estaca en el cemento, un día después de la celebración de la pachamama, a cuatro días de volver a nacer, necesito recordarme algunas cosas en el futuro.
Ayer me zambullí en un colectivo urbano y ya no cargaba con una pesada casa de soltera en la ciudad. Oliverio y yo no sabíamos que llegaría éste día, pero quizá lo presentimos alguna vez. ¿De qué hablo?, de nada, no te preocupes, ni siquiera es necesario que sigas leyendo. Soy solo yo y ésta tarde que me empuja a decir algo para que el silencio no me trague igual que una serpiente.
Lo que pasa es que ayer pude pintar, pude entrar en el centro porteño para hacer trámites, me frené en alguna vidriera con ilusión de pintarme el rostro como un cuadro, y también compre frutas secas para calmar la ansiedad. En mi vida ya no pasan cosas emocionantes, ahora soy parte de los suburbios que tiene el misterioso futuro. A mí tampoco me funciona ese tipo de amor.
Entonces ayer no quedó espacio en mi reloj para hacer por lo menos una ofrenda a mi divinidad preferida. Porque si en algo te digo que tengo fe, es la naturaleza.
La naturaleza de todos mis errores que se transforman en aprendizaje, y el cuerpo que pide a gritos… no importa. Ya entenderemos todo esto algún día.
¿Qué si estoy triste?, claro que no. Lo que ves es el periodo del círculo que me gravita la vida a otros horizontes.
Gracias. ¿Me leíste hasta acá?. Está bien de todas maneras, porque a pesar de callarlo todo, es un tiempo para decir algo con la única esperanza de que se lo lleve el viento.
La mujer con alas duerme sobre el hombro de la paciencia que tiene la tierra con mi irremediable finitud. Soy un instante igual que vos, por eso mejor nombrar la frialdad de tus tardes y dejar que algún día, de algún mundo, estas líneas de amor a la madre naturaleza, sean narradas desde su vientre.

2 de agosto 2016.