No quiero hablar de nada. Porque ya sé que
voy a decir, y también sé lo que me vas a contestar y no tengo ganas de entender
nada más. ¿Por qué siempre hay que entender?, ¿podré alguna vez ser lo
suficientemente caprichosa para que se me conceda un deseo?.
Acuarela |
“¿Y qué deseas?”, indaga esta noche la mujer
de alas verdes.
Ya te dije que no quiero decir nada más al
respecto, es un trabajo profundo por domar el deseo, por rogarle a la cabeza
que no encienda la máquina y se reproduzcan los recuerdos. La boca de Lorenzo
se expande por toda la casa aunque ya no viva ahí. Su perfume natural me
asfixia sin aviso, por eso me escapo a la ruta. Sus oscuros ojos verdes me
persiguen por el parque y las mil maneras de encontrarnos llegaron tarde. ¿De
qué más puedo hablar en una realidad sorda?, ¿qué sentido tiene un deseo que no
desemboca en ningún arrollo?.
“Es natural”.
Qué simple así ¿no?, se simplifica todo con
palabras acordes, se encierran las sensaciones en el pasado, se condiciona la
búsqueda a un par de rasgos aceptables, se quiebra el tiempo en mi estómago y
me toca solo desear que sea natural.
Es la hora del sin tiempo y ella me suplica
que guarde silencio. Caminamos entre las casas bajas hasta la plaza de noche,
con éste frio ya no quedan ni siquiera los pájaros.
Nos quitamos los escudos y nos trepamos a
los árboles. La luna está partida y una sutil neblina nos acaricia el estómago.
Ella vuela en una hamaca, yo hundo los pies en la tierra.
“Grita!”, me ordena riendo la mujer de alas
verdes. Bajar en la hamaca le da cosquillas y grita sus carcajadas sobre el
silencio que pidió antes.
“Gritá!”, vuelve a decir.
Yo tengo las piernas hundidas en la tierra.
“Gritá”, repite y grito.
Grito y corto el aire espeso. Vuelvo a gritar
y se me raspa la garganta. No quedó nadie en el mundo y yo grito de rabia, de
amor, de necesidad.
Las piernas tiemblan dentro de la tierra
hasta que brotan las raíces. Grito y siento la sangre llegando al Paraná.
Grito, grito, grito y la garganta me sabe a
la de una loba. Aúllo. Ya estoy más lejos que antes y solo puedo aullar.
No pasa el dolor pero se desarrolla para que
pueda comenzar a conocerlo.
La mujer de alas verdes vuela en la hamaca y
yo estoy clavada como un sauce en plena Plaza 9 de Julio. Se me acaban las
formas cuando la veo mecerse con los ojos cerrados.
¿Qué sentido tiene desear así?, insisto.
“Cualquier deseo de éste tamaño merece unirse
a tus ríos internos. No importa los matices de la realidad si el deseo es algo
que te inunda de esa manera. No reniegues de la magia, no la quieras explicar,
no se puede atentar contra la ilusión de un mago. Mejor entrega tu desconcierto
a la tierra y vení a volar en los juegos conmigo”.
9 de
agosto de 2016. Resistencia, Chaco.
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