Mientras
no tenga tus alas verdes, me animo a subir a la bicicleta de la cuerda floja y
pedalear a pesar de todo. Las estaciones del año me pasan por la piel, siento
todo el frío, igual que todo el calor.
Me
transformo en un pedacito de acuarela y me sumo al único escenario del cual
puedo ser parte ahora. Me desvisto igual que vos y dejo que todas las cicatrices
respiren al sol.
Acuarela |
¿Sabías
que tuve gula, insomnio, acidez, melancolía, ansiedad?. Estaba en la cuerda
floja y las lágrimas se secaban con el movimiento, la risa se interrumpía por
alguna brisa, y de las ganas de gritar, me puse varias veces a cantar.
Nacemos,
subimos a la cuerda floja, y nos morimos, solos. Esas son cosas que nos tocan
afrontar en la intimidad de nuestra propia esencia. Es la fuente a la que vamos
a parar cuando comienza a crecer el sueño de estar viva.
La
ciudad ahora es tan pequeña, que cabe entera en las maquetas que armaba de niña
con cajitas de remedios. La ciudad me es tan ajena, que desde la propia cuerda
sigo sintiéndome una ermitaña que visita el enorme poblado oliendo a pinos y
pasto.
Por eso
cuando la mujer de alas verdes me propuso que forme parte del instante,
inclusive a riesgo de caer, dije sí.
“¿Puedo
caer?”, pregunte.
“Siempre
se puede caer”, respondió flotando frente a mí, “pero si caes de la cuerda
floja a la que elegiste subir, y ves el mundo un poco gris o fugaz, te vas a
acordar del naufragio en el aire. Entonces casi sin darte cuenta, vas a necesitar
intentarlo otra vez”.
Vuelvo
a poner los pies en los pedales y doy el primer impulso. La cuerda tiembla al
principio pero cada empujón que me doy, consigue un equilibrio al menos pasajero.
Son las dos piernas, los pies, las manos sobre el manubrio, la vista al frente,
el corazón adelante.
Gira la
cadena y todo el aire es galáctico.
La
mujer de alas verdes me mira y sonríe. Yo la miro y también arqueo los labios.
Lo
estoy haciendo, me estoy animando a estar completamente despierta sobre la
cuerda floja una vez más.
Este
diminuto sendero inestable, se me brinda como un milagro.
3 de
agosto 2016.
Me encantó lo que escribiste!!! Como la Maga cortazariana, emanás en tus letras un aura profunda y sensible. Hago mías tus palabras y las entrego al éter para que sigan siendo receptadas por otr@s sedient@s de alma como yo. Vuela un abrazo desde Baires!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Verónica Molina!!! es una caricia al alma tan lindas palabras! y por supuesto un aliento importante para seguir expresando. Te mando un abrazo grande!
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