El
dinero me limita.
¿El
dinero me limita?
Si, el
dinero me cierra innumerables posibilidades, porque aún detrás de las cosas más
sagradas asoma la sombría máscara teatral del dinero.
¿Soy
todo a lo que pude acceder en función de mi presupuesto económico?, ¿pude haber
llegado a lugares diferentes si mis bolsillos hubieran sido inaugurados con
otros fondos?, si un día mi capital llegara a ser tan miserable como para tener
negadas las monedas que me permitan alimentarme, ¿debería dejarme violar por
inmundos hombres del infierno?.
Sí, soy
todo a lo que pude acceder en función de mi dinero, efectivamente podría haber
llegado a otros lugares con un presupuesto diferente, y sin lugar a dudas
estaría en condiciones de dejarme ultrajar por bestias, si mi dinero no
consigue alimentarme.
¿Por
qué no?, ¿por qué no aceptar de una buena vez el peso absurdo que tiene la
moneda de cambio por encima de la vida humana?, ¿por qué no decir abiertamente
que le concedimos todos nuestros poderes a la basura rectangular que llaman
billete?
Podría
llegar hasta lo más sórdido de ésta verdad y tirar a la basura mi santuario
pagano y dar el lugar de divinidad del dinero. Podría rezarle de rodillas para
que perdone el pecado de ser pobre, podría invertir mis energías en máquinas
que trituren los insoportables indigentes, podría tatuarme en la frente el
signo dólar para que nadie desconfíe de mi lealtad al capital.
Podría
escribir una novela alucinante, donde pueda explicar a partir de un argumento
mediocre sobre el amor, porque el dinero siempre triunfa sobre el afecto. Me
imagino creando imágenes fabulosas en la cabeza del lector, que de manera voraz
se exíte cuando le describa a las adolescentes inflándose las tetas como globos
porque tienen plata para pagarlas, o cuando diga que las trabas del barrio más
humilde sirvieron para el tiro al blanco de un par de jóvenes bien, del barrio
bien, donde viven “personas” que sí se preocuparon por tener dinero.
Me
encanta la idea de ver a todo el mundo corriendo como zombis en una ciudad
oscura de smog, disfruto de los árboles atados al asfalto estirando la vida
dentro del pequeño cerco de ladrillos en la vereda. Me deleita pensar a todos
esos niños sacudidos a ser adultos desde el año, para que la violencia sobre el
cuerpo y sobre el alma, funcione de sacrificio sagrado al dinero.
Los más
débiles deberán morir por desnutrición, por un tiro en la cien o cagados a
trompadas en una comisaría de barrio. Seguramente para que la divina
misericordia del dinero sea moneda de todos los días, será imprescindible que las
fuerzas de “seguridad” desarrollen todo su talento humano, comprendiendo claro,
que el humano es una maquina repugnante, siempre inferior al dinero.
Si hay
algo que me gusta verdaderamente en toda esta historia, es la imperturbable
indiferencia de los que se encuentran cercanos a la pobreza pero consumen
vacaciones en Miami, perdón, o aspiran a consumir vacaciones en Miami. Gracias
a la ceguera de esos, es posible sostener el sistema maravilloso que nos brindó
el dinero.
Es
cierto que a nadie le gusta ser la mujer que acaba con un coágulo en el cerebro
después de ser usada por un cliente, o el niño que ve morir de hambre a sus
padres y hermanos mientras arrastran un carro lleno de cartones. ¿Pero qué más
da no?, a alguien le tiene que tocar esa parte amarga de la vida, y por
supuesto, mejor si no le toca a uno.
Últimamente
me siento sumamente esperanzada, ya que en estos juegos imaginarios sobre el
poder del dinero, puedo traer a la fantasía una maravillosa inspiración por
parte de la realidad. Es notable la posibilidad que tenemos por delante para
darnos cuenta y rendirnos ante el incalculable poder del dinero.
Y para
no extenderme más en esta desprolija oda, voy a brindarle el lugar más
importante al último aspecto, al más evidente y menos evidenciado: todos,
absolutamente todos, somos profundamente inferiores al dinero. Cualquiera de
nosotros podría ser tragado y expulsado por los intestinos de éste sistema,
dado que el dinero es tan poderoso y está manejado abiertamente por la
oscuridad, que cualquiera puede caer en ese limbo.
Entonces
desde ahí, desde el giro despiadado de la locura, sintiendo en el lomo los
garrotazos de la policía, vivenciando entre las piernas el mugriento genital
masculino, saboreando la putrefacta basura, podemos sincerar el efervescente
culto al dinero.
…
Pero si
en algún momento dudamos del poder que tiene el capital económico, no hará
falta la fe, porque con solo recorrer las calles de Buenos Aires, se podrá comprobar
su existencia.
Amén al
dinero, un Dios veneno disfrazado de placer.
Maga Benasulin 23 de febrero 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario