Pintan con piedras en las paredes,
para que los muertos que la historia oficial niega y oculta, sean difíciles de
olvidar, quieren que se transformen en un interrogante para las generaciones
venideras. El grupo Antiarte, rebautizado con el nombre de Nacional Mosaico
Veneciano, lucha en contra del arte elitista y a favor del arte popular, sus particulares
integrantes mezclan la belleza de la sencillez de barrio, con la mística de la
militancia más revolucionaria.
Sergi Sioux, Gonzalo Lòpez Lluch, Paula Soto y Barbara Cabral (que no pudo estar) integran Nacional Mosaico Veneciano |
Para el encuentro con ellos, me
hundí en una circunferencia, que la calle Berlín hace en Parque Chas. Me tocó
esperar en la vereda unos minutos porque el mural que Gonzalo y Sergi estaban
instalando en el Pozo de Banfield llevó un poco más de tiempo, pero por suerte
Paula llegó antes de que me cansara de esperar y eso me dio la oportunidad de
conocerla antes de que se sumaran a la charla los muchachos.
El mosaico veneciano es caro, elitista,
con un uso frecuente en la decoración de baños, shoppings, subtes y su forma de
colocación permite que la belleza de los colores distribuidos en pequeños
cuadraditos, sea “casi perpetua”, como me aclara Paula. Por eso cuando comenzó
a contar sobre la colocación de la imagen del Padre Mujica en la villa 31, le
pedí que me permita prender el grabador, así no me perdía una sola de sus
palabras.
Los niños juegan con el Padre Mujica
Más tarde Gonzalo me explica que
su amigo, también artista plástico, Grone de Luca, lo invitó a participar de un
homenaje al Padre Mujica en la Villa 31 un miércoles. Para el sábado esa figura
de piedra tenía que estar lista, por lo que Paula pataleó un poco, ya que era
un delirio hacer semejante trabajo en tan poco tiempo. ‘Hay que hacerlo’,
insistió Gonzalo y finalmente lo lograron.
Paula me relata que un tiempo
después fueron a mostrarle ese trabajo a su amiga Barbi. “Todo el mundo te dice
lo poco que va a durar, que es una villa, que los pibes no cuidan nada”, y que
ella misma muchas veces influida por esas voces guardaba el prejuicio. “Bueno… cuando
fuimos, para mi sorpresa de lejos se veía entero, nos fuimos acercando con mi
compañera y vimos a unos niños frente al mural. Ella les pregunta ‘¿qué están
haciendo?’, (con voz acusatoria), ‘nada, nada, estamos acá jugando con el padre’,
dijo uno de los nenes, yo me quede… Osea, ‘estamos-acá-jugando-con-el-padre’, y
no dije nada, me acuerdo que pensé ‘bueno, escuché lo que escuche’. Después de
mirar de cerca el mural y alejarnos nuevamente, Barbi me pregunta ‘¿vos
escuchaste lo que dijo?’. Entonces sí, escuchamos lo que dijo, y no era una
boludez, y el mural está intacto, el padre está intacto, y está ahí. Esa
anécdota en particular me hace acordar todo el tiempo lo que estamos haciendo”,
aquel episodio fue para ella definitivo en el compromiso que pone para que su
trabajo apoye la memoria.
foto de Rafael Ruiz |
“De los 13 grupos muralistas nos
tocó estar en la puerta de entrada de la parroquia Cristo Obrero, donde está la
tumba del padre Mujica y ahí está nuestro homenaje, ¿sabes que linda la
satisfacción?”, agrega más tarde Gonzalo.
Los inicios de Antiarte
Gonzalo, apasionado por la
historia y la política, durante la época que trabajó en el microcentro y varios
años antes de enamorarse de Paula, pensaba con fervor en la necesidad de darle
otra forma a los pañuelos, que tantas veces veía escrachados por Cecilia Pando
en la Plaza de Mayo.
Paula, lejana de éstos debates
militantes y hasta el momento solo vinculada a la perspectiva artística de los
mosaicos venecianos, pensó que era una locura dibujar símbolos políticos con un
material tan caro.
Sin embargo, además de amor, de la
unión entre Gonzalo y Paula nació el complemento ideal para que una forma nueva
y original de muralismo, empiece a dar los primeros frutos. La primera figura
fue la imagen de Evita Perón en conmemoración a un nuevo aniversario de su
muerte y luego continuaron con un homenaje al movimiento de “Muralistas
Espartacos”, el grupo de artistas que durante la década del 60’ promovió el
arte popular en nuestro país. “Con esa primera Eva salimos de forma
autodidacta, mi convicción fue ‘no importa cómo, pero hay que realizarla’,
había que dar el primer paso, y los primeros pasos no siempre son los mejores, pero
lo importante es que son los primeros”, cuenta Gonzalo.
Para realizar el homenaje a los
artistas del Movimiento Espartaco, se comunicaron por Facebook con Nora
Patrich, autora del Monumento a las víctimas del Bombardeo de Plaza de Mayo,
ubicado en el jardín de la Casa Rosada. Ella estuvo galardonada en diferentes
oportunidades tanto en nuestro país como en Canadá, el último país de su exilio
a causa de la Dictadura de 70’. La historia de ésta mujer merece las menciones
de una investigación más amplia, pero dejaré al lector incursionar por su
cuenta en ésta oportunidad.
“Nos comunicamos con Nora con la
idea de trabajar por la democratización del arte y ahí aparecieron los primeros
valores. Democratizar el arte significa poner el arte en la calle, y no
cualquier arte, sino inclusive esos que pareciera que solo pueden estar en los
museos. Hay muchas barreras culturales que son las que realmente aíslan,
obviamente que también las económicas”, dice Gonzalo. “Ella vino a nuestra casa
y tuvimos una charla increíble que nos dio más fuerza aún y a partir de eso
hicimos dos obras del Espartaco (dos de nueve), ahora vamos por la tercera, es
una obra que lleva mucho trabajo”, y agrega “los tiempos de la política, a
veces no son los tiempos de los proyectos culturales”.
Gonzalo es sumamente enérgico, sus
ideas vuelan bien alto. Después de colocar el primer pañuelo en un hospital de
Lanús, Hebe de Bonafini consultó por su autor. Ella le propuso colocar otro
pañuelo en la sede de las Madres y la impronta de Gonzalo abrió las puertas de
muchos municipios, entonces la colocación de pañuelos también se multiplicó. Si
fuera por él colocaría un pañuelo en “cada plaza del mundo”, según sus propias
palabras. Su tarea es abrazar los derechos humanos desde el homenaje construido
en piedra.
Venecita por venecita
Una de las obras más grandes,
está dedicada a las Malvinas Argentinas, con 12 metros de largo y 2,50 de
ancho, dos meses de taller, entre ocho y nueve días de colocación, con jornadas
de entre 10 y 12 horas de trabajo diario.
“Más de una vez nos encontramos
diciendo, ‘bueno los del crucero la pasaron peor’, cuando teníamos frío a la
mañana el día de la colocación pensábamos que no tenía sentido quejarnos”, dice
Paula, “eso te lo trae el material, todo el tiempo estás pensando en lo que estás
haciendo, el otro día uno de los chicos en el Pozo de Banfield dijo ‘me molesta
mucho el sol’ o algo así, y automáticamente pensó ‘¿qué estoy diciendo?, pensar
que los chicos que estaban adentro de ese lugar la pasaron re mal’. Estas
comprometido desde el primer momento porque es medir, pensar, cortar, pegar,
sacar el papel, limpiar, empastar, se te cae una piecita y la tenes que volver
a pegar, la tenes que limpiar porque no te puede quedar con cemento”, y agrega “es
paciencia, es amor, se te convierte en amor”.
El oficio, herramienta para lo imposible
Sergi, por lo que ellos mismos
cuentan, es el que más conoce la técnica del veneciano. Dice que los sucesos
políticos en su vida son una constante desde la panza de su madre, como referencia
dice que tiene tantos años como la lucha de las Madres, 40 años. Su compromiso
con ésta forma de muralismo, también es visceral.
“El oficio te remienda los
percances que puedan surgir”, comenta Sergi “en el Pozo de Banfield tuvimos hoy
una pared muy controversial para pegar, no es apta para veneciano porque
requiere de carpeta fina, pero nosotros venimos con una guerrilla de colocar
murales en paredes que son muy inhóspitas. Trabajamos casi a ciegas, cuando
nosotros pegamos nos queda expuesto el papel, la obra que hacemos es como una
foto analógica, que hasta que no reveles no sabes que tenes”, explica. “No
estas exento de que te pasen distintas cosas, y menos con la militancia, porque
con el privado vos decís ‘me pagas esto’, ‘arreglamos esto’, ‘yo necesito la
pared a plomo, con escuadra, la pared a fino, cuando uno milita y dice ‘vamos a
poner uno en el ECuNHi, en el Poso de Banfield’, son lugares que bueno… vamos y
lo ponemos”.
Un fuego tan fuerte, que transformado en piedra, persigue la eternidad
Cuando se observa la expresión del
colectivo artístico Nacional Mosaico Veneciano, aparece la posibilidad de
confluir con otros de forma casi perfecta, y digo ‘casi’, porque
afortunadamente la perfección no existe. Pero ahí está, una piedrita de color
alado de otra construyendo un rostro, haciendo homenaje de ritual a diversos héroes
sensibles de otras épocas. “Cuando me encuentro en esa situación de problema ‘pido
por favor’ ayuda”, dice Paula “por ejemplo cuando hicimos el de (Emilio) Barletti,
que era un seminarista Palotino (asesinado por la Dictadura Militar el 4 de
julio de 1976), lo hicimos en San Antonio de Areco porque él era de ahí. Tuvimos
una situación horrible, la temperatura hizo que el mural no se adhiera a la
pared, entonces cuando fuimos a quitar el papel se nos caía, se nos caía su
cara. Entonces en ese momento creo que estuve todo el día pidiéndole a Barletti
que nos ayude por su madre, que iba ir a ver eso y que yo no podía hacerle a la
Mona Gimenez, necesitaba que sea él, necesitaba que me ayude, son cosas que te
salen en el momento. Porque es un gran trabajo, es mucho esfuerzo como para
rendirse porque simplemente el material no adhirió. Estuvimos día y noche
haciendo una carita perfecta, para que después por los cero grados no adhiera”,
y una vez más Paula dice “estas cosas son las que todo el tiempo te recuerdan
lo que estás haciendo”.
Militar desde uno
Antes de apagar el grabador,
Gonzalo dice “La militancia es hacer lo que uno tiene ganas, porque no es solo
política, la militancia es de la vida. A veces eso de ser, estar, pertenecer,
te aleja de lo que vos realmente querés… bueno, cada uno militará lo que sea y
lo que quiera, nosotros militamos haciendo esto”.
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