Viajó hasta Jujuy para disparar
sobre Milagros Sala y su obra. Se alquiló un departamento a una cuadra de la
sede de la Organización Social Tupac Amaru, se predispuso a recorrer cada
pueblo y deshizo su cuerpo para que solo exista el ojo espectador. “Abia Yala, hijos de la tierra”, es el nombre
de la muestra en blanco y negro que resultó de aquella expedición, un documental
fotográfico sobre un pueblo brillando desde su origen.
Sebastián Miquel |
Sebastián Miquel estudió un año de Derecho, después se cambió a la carrera de Ciencias Políticas, trabaja como profesor de Historia y de Filosofía Política en las Universidades de Buenos Aires y la Matanza, y brilla cuando desenfunda la cámara de fotos. Nació en Villa Mercedes, San Luis, en 1975 y hace varios años vive en Capital Federal. Viajó bastante y desde que era niño, disfruta del ruido que hace la cámara cuando recorta un instante del presente.
Conciencia sobre lo político,
compromiso con la memoria, intuición artística, se conjugan cuando Miquel
trabaja para dejar testimonio. “Yo tuve un contacto con el mundo de las ideas,
pero ese mundo de las ideas nunca se asemejaba o emparejaba con el mundo real,
con la praxis política, y por eso a ese mundo de las ideas le costaba mucho
explicar quién era el Che Guevara o quien era José de San Martin. Una cosa es
un plan de liberación, las necesidades fácticas de que un país se libere y otra
cosa es quiénes liberan a esos países, porqué los liberan, qué sentimientos hay
en juego, qué pasado tienen”, dice.
¿Se puede explicar quién es Milagros Sala?
“Ya la conocía a Milagros”, dice
que fue en Buenos Aires un tiempo atrás, “y diferentes personas me habían
contado lo que hacía la Tupac, lo fantástico que era que eso suceda en
Argentina, y más en Jujuy, una provincia que Menem la había caratulado de
‘provincia inviable’, con uno de los índices más altos de desocupación,
hambruna, desnutrición, con elementos muy fuertes de pobreza”, cuenta Sebastián
con su forma pausada, “y que eso suceda en una provincia que se estaba
levantando me parecía un dato interesante. Además con un contenido indigenista
muy grande, donde se percibía una dignidad indígena renovada, algo similar a lo
que pasaba en Bolivia con Evo, se respiraba eso, una manera de organización que
estaba ligada a un matriarcado, que tiene que ver con la cultura Coya”.
Existen los telescopios para
mirar el universo, existen los microscopios para observar las partículas más
diminutas, y existen las cámaras de fotos para contar la historia desde
diferentes ópticas. “Llegué a la Tupac a partir de un fuerte ataque que le hace
la prensa dominante argentina y dos o tres senadores y diputados opositores. Me
pareció que eran acusaciones sumamente injustas y alocadas, decían que eran
parte de grupos terroristas, guerrilleros, parte del narcotráfico, etc, etc. Pensé
que un aporte que podía hacer era ir, documentar eso fotográficamente y ahí
fui, simplemente”.
Para el fotógrafo que vistió su estudio con imágenes latinoamericanas, una wiphala que sobresale de la biblioteca y varios cuadros con retratos en blanco y negro, resulta natural que su camino lo lleve a contradecir el discurso hegemónico desde el pulso de su ojo contestatario. “Me pareció que podía hacer algo, estas son cosas que a uno lo exceden, son cosas muy grandes, muy amplias, pero los esfuerzos militantes son así, son pequeñas cosas que uno va sumando”. Sebastián dice que la cercanía con ese pueblo “no es algo complicado, o en este caso no fue algo complicado, ellos también percibieron naturalmente que iba con buena voluntad”, y agrega que “son personas muy bellas, obviamente de trabajo, de orígenes extremadamente humildes, con mucho sentido del humor, con mucha alegría en el hacer. Estaban pudiendo levantar barrios y colegios para su propia gente, para ellos, y eso genera un orgullo muy especial”.
Su técnica fue aprender sin juzgar,
participar sin irrumpir, “simplemente fui muy abierto a mirar y a empaparme de
lo que estaba ocurriendo, salió naturalmente, no hay un método para eso, y lo
hice con mucho respeto, sin pretender movilizarlos, no hay fotos armadas, ni
poses, pero claramente desde la propia subjetividad”.
Un fotógrafo es hijo de su época
Tres disparos lo llevaron al hospital
durante la movilización que exigió la renuncia del Presidente que se escapó como
una rata con alas en el 2001. “Sentí muchísima furia, yo había trabajado, pensado,
escrito, y de alguna manera militado para que el neoliberalismo se vaya del
país. Ese día me parecía que había que estar en la calle para que ese modelo que
había traído tanto dolor al país, que tenía tanto que ver con lo que yo no quiero
ser, y no espero de la sociedad, termine”, rememora Miquel, “uno ahí estaba
pensando en ser parte de algo mucho más grande, era una sociedad diciéndole a
un gobierno que se vaya”. Por momentos tirando piedras, luego sacando fotos, participó
de aquel agujero ciego creado a partir de la perversa teoría del derrame.
En el brazo se tatuó un pañuelo,
clásico logo de la lucha sostenida por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo
hace cuarenta años. “Un fotógrafo, un periodista, o un escritor, también es
hijo de su época, y esa época fue la que a muchos nos puso en algún lugar de
compromiso, inevitablemente”.
Su gato se llama Néstor
“En estos 12 años me pasó lo que
quizá le pasó a muchísimos. Una fuerza política y una parte importante de la
sociedad, eligió hacer otra cosa y esa otra cosa que eligió hacer, mucho tenía
que ver con las ideas que había pregonado desde los veinte años. La idea de un
país más autónomo, más soberano, con un montón de defectos, problemas, y con un
montón de desafíos pendientes… Pero poder decirle a Bush “NO”, y operar con
políticos de la región y Chávez, Lula, y todo lo que fue ocurriendo durante los
años del kirchnerismo”, acentúa Miquel, “y sobre todo los enemigos del
kirchnerismo, hicieron que yo después a mi gato le ponga Néstor. Creo que me
define más como ser político los enemigos que los amigos. Y los enemigos del
kirchnerismo son históricamente mis enemigos”.
La histérica historia Argentina dio
un nuevo giro. Los derechos se derrumban como un castillo de naipes, Milagros
Salas es apresada de forma impune por reclamar ante las autoridades locales de
su provincia, el nuevo modelo económico ensombrece la vida de los más humildes.
“Nunca grité el ‘que se vayan
todos’, como ahora no grito ‘vamos a volver’, pero quizá por una comprensión de
lo político de que es mucho más complejo que eso. El ‘vamos a volver’ hoy lo
critico porque me parece que hay una nueva realidad y no hay que volver, hay
que proponer otra cosa, nueva, superadora, hay que ir por más, no volver”,
reflexiona Sebastián, quien cotidianamente está alerta de los nuevos sucesos
políticos.
Mirar la vida no es tarea fácil
para los seres imperfectos y limitados que somos los seres humanos. Por eso
cuando un fotógrafo salta por encima de la imagen frívola, cuando enfrenta los
temores que impone el sistema desigual en el que nos toca desarrollarnos, algo
se transforma. Los ojos profundos de cada uno de sus retratados, el alma que
viaja en cada imagen, devuelven algo de dignidad a esos ignotos que los grandes
medios sepultan en sus crónicas. Sebastián Miquel mira al niño que fue y le
dice “bien pibe, lograste no traicionarte, lograste seguir siendo fiel a tu
mirada”.
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