Obsesión
No quiero tener obsesiones, la consigna dice que tengo que
elegir una de las que inevitablemente tengo y proponerla para un museo de obsesiones.
Estoy segura de que si algo me obsesiona, a lo mejor está relacionado con eso,
con no mostrar los vicios secretos que me asaltan mil veces en la vida de forma
imperceptible, y que incorporo como rasgos pequeños de una personalidad que a veces
desconozco. ¿Qué son las obsesiones?, alguien me lo puede explicar clarito y aun
así voy a negar que mi manía por encontrar momentos de soledad es una obsesión
recurrente, cotidiana, estable en mi organismo como la mismísima necesidad de
dormir.
Estar sola, necesitar estar sola, no puede ser una obsesión.
Pero la masa deforme de ésta ciudad me conecta de forma recurrente con la necesidad
de aislarme, de abrir la puerta y comenzar a correr bien lejos, tan lejos que
pueda perderme en un pueblo fantasma sobre una isla remota, y antes de que
alguien me vea, pensarme un nombre nuevo, una edad posible de ser mentida, un
pasado imaginario que nadie logre refutarme.
Me obsesionan todas la cicatrices que tengo por adentro y
por afuera, las imágenes en color pastel que me encanta de las películas de los
años cincuenta. Me obsesionan esos rostros perfectos de las actrices que eligió
Hitchcock, los héroes invisibles que a veces se terminan matando o muriendo
injustamente, las cosas que por algún rasgo personal nunca me van a salir del
todo bien. Me obsesiona la horrible alianza entre el tiempo y la rutina, me
desespera que se me escape la vida en la telaraña de un sistema tonto que todos
sabemos que no funciona pero que por cansancio nos da igual. Me obsesiona
pensar que mis maremotos emocionales no van a terminar nunca y quizá me cueste
más de lo que pensaba convertirme en esa vieja tranquila que vea sus últimos
días desde una costa oceánica en un paraíso ignoto.
Me obsesiona no creer en nada, después de haber creído en
todo. Y si algo es realmente parte de mis fijaciones profundas, es el dialogo esquizoide
que sostienen las dos partes de mi yo, esas dos mujeres exageradas, que
desequilibran a la que quiere volar con la que obliga atarse a la realidad de
los otros.
¿Obsesiones?, ¿yo?, por el amor de Dios, yo no tengo
obsesiones, ni siquiera puedo entender ese concepto. Pido disculpas, no puedo
cumplir con la consigna.
Me propuse ejercitar durante 30 días las consignas que Aniko
Villalba propone en #30díasdeescribirme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario