Recuerdo aquella frase que repetimos con la
banda de la Comarca 32 aquel verano de mochila en el sur argentino. No recuerdo
bien porqué, o en qué momento decíamos: “claro, porque no estamos en éste mundo
para cumplir con las expectativas de nadie, y nadie está para cumplir con
nuestras expectativas”.
Dibujo en lápiz - 27 de marzo de 2016 |
¿Cómo saber qué será lo que desearemos
después?, si ni siquiera estamos seguros de qué es lo que deseamos ahora. Sin
embargo ahí están todas esas ideas que nos hacemos tratando de construir “el
ideal” de eso que sentimos que nos merecemos. Y así realmente con todo, desde
lo material hasta lo afectivo. Lo más cómico o patético del caso, es que cuanto
más subimos esas apuestas, cuanto más exquisitos son nuestros deseos, más
irreal se vuelve la posibilidad de que algo de todo aquello nos toque en
suerte. Porque cuando nos llenamos de expectativas, estamos desnaturalizando lo
tridimensional de la naturaleza de las cosas.
Por eso muchas veces, en la frustración de
las expectativas siempre no cumplidas, renegamos del mundo, de la vida, de las
cosas, y sobre todo de las personas. Como reflejo caprichoso nos giramos para
elegir la peor opción que nos cuadre en el modelito perfecto.
Entonces ahí, sentados con nuestra peor
opción, ajustamos enojados las cejas para que nos vea de frente el universo.
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