Caminé por Pátzcuaro, como quien camina sobre
la luna más plateada. Tengo que contarte algo, pero necesito que me ayudes con
la imaginación, por favor transformá estas palabras en imágenes porque quiero mostrártelo.
Camino a Janitzio |
La Plaza Vasco de Quiroga es, junto a la de
Gertrudis Boca Negra, una de las plazas importantes del pequeño pueblo
michoacano. Allí, caminando por sus escalones de piedras, entre sus jardines
verdes, hay parlantes imperceptibles, por donde se llena el paisaje de música ambiente.
Habitación 20, 21, 39, 12 y 13. Todos los
días un cuarto diferente.
El primer cuarto me deprimió profundamente,
fue la tarde que llegué. El cielo se cubrió de gris y comenzó a llover a los
pocos minutos de bajarme del segundo colectivo. Lázaro Cárdenas hasta Uruapan y
desde Uruapan hasta aquí, Pátzcuaro.
¿Viste lo que dicen del universo?, que hay
que aprender a aceptar sus giros. Cuando llegué al hostal donde plenee
quedarme, no había lugar. El hombre de la casona oscura era bastante
desagradable y cuando me abrió la puerta bajo la tormenta, me dijo, “en un
espacio para 15 están durmiendo 30 chicos de la universidad, no tengo espacio”.
Así que la primera noche llueve, no hay
hostal, estoy en un hotelucho deprimente y no tengo nada para hacer en esta
vida, ¿qué carajo estoy haciendo?. Así que mire muchos documentales para
turistas que visitan Pátzcuaro y me dormí sin cenar.
La muchacha de rulos, la amiga de mi amigo
rubio que ahora también es mi amiga, me dijo algo sobre enfrentar el vacío.
Enfrentar-el-vacío. Permitirme que me invada
el pánico, la desolación, la pérdida profunda de sentido, aun sabiendo que por
acá es mi camino. Miedo. Sí, ese miedo inevitable que genera entregarse por
ejemplo, a un nuevo país.
Pátzcuaro me tuvo la paciencia que
necesitaba. Sus plazas con música ambiente, sus calles y casas coloniales que
me conectaron con los pueblos del norte argentino, o bien mi barrio en la
ciudad, San Telmo.
Aceptar los hoteles, todas las noches un
cuarto distinto. No hay lugares debido a una fiesta sobre la muerte aquí cerca.
Cargar la mochila para comprender que necesito llevar menos equipaje, porque
efectivamente necesito muy poco.
Eso de “perderse para encontrarse”. No sé.
Pero camine por Pátzcuaro en silencio, escribiendo como a soplidos en mi cuadernito
experimental. Aceptar que llueva a cántaros y volver a mirar la tele o dormir
la siesta.
Caminé sola por las noches, cuando la lluvia
paraba un poco. Vi a un grupo de jóvenes tocar sus tambores y trompetas en la
plaza, comí un choclo con picante, mire una película de domingo aunque era
jueves a la noche.
Recorrí algunas cuadras laterales y me encontré
con la enorme Basílica de la Madre de la Salud. Entre justo cuando celebraban
una misa y me senté bien atrás. Isabel me dijo que las iglesias cuentan mucho
sobre la historia de un lugar, así que observé.
Al tercer día junte coraje para salirme de
Pátzcuaro. Me tomé una camionetita, que en Argentina sería un colectivo urbano,
y llegué a la Isla de Janitzio. El debate interno sobre eso de ser viajera y no
turista, sintiendo cansado el corazón de tanto sentir, entregando algo de mí al
lago, para que lo transforme.
Días de silencio. “Quiero entregarme al vacío”,
me decía, entonces dejé que la ausencia de la expresión a partir de las
palabras, me permita respirar. A veces eso que nos da energía, también nos la
quita. Eso ocurre cuando jugamos bajo la presión innecesaria que nosotros
mismos nos obligamos a sentir.
Ahora por ejemplo, escribo, porque ya estoy
lista para volver a disfrutarlo.
Una noche de esas en que llovió, quizá fue el
día en que volví de Janitzio, salí por un café. Me detuve primero en la galería
de arte “La Cabrona” y cuando me disponía a volver al hotel, me encontré con el
Espacio Cultural “La Jacaranda”.
En el segundo lugar conocí a Kitzia González
Simón, una excelente pintora oriunda de Pátzcuaro, que volvió después de varios
años vivir en Morelia, para crear “La Jacaranda”. En Argentina a ese árbol lo
llamamos “el Jacarandá”. Esa noche tomando un chocolate, la entrevisté sobre su
trabajo como artista. En unos días compartiré aquella charla.
Ayer conocí Tzintzuntzan, que en la lengua
purépecha significa “lugar de colibríes”. Allí están las Yácatas, cinco
pirámides arqueológicas que fueron templos del pueblo Purépecha antes de la
llegada de los españoles. También escuché relatos históricos en el museo que se
encuentra frente a la inmensa plaza del pueblo.
A la noche volví a La Jacaranda. Kitzia me
había dicho que el sábado tocaba una banda que hacía una fusión entre el
castellano, el inglés y la lengua purépecha. Así en el mismo día sentí la
sangre ancestral y la sangre joven de éste pueblo.
Cuando empecé a escribir estas líneas,
todavía no sabía que mañana me voy a Oaxaca con Ireri. Pátzcuaro ha sido
efectivamente la puerta a la luna. Eso me gusta de éste viaje que es la vida,
su misterioso desarrollo, me regala sus páginas de intensidad.
Te entiendo completamente maga. No te rindas. Vamos juntas, de diferentes maneras, pero juntas. :D
ResponderEliminarGracias Negra querida!!! El otro día pensé en vos también girando por Chile. Claro que sí, seguimos adelante porque los sueños sirven para ésto, para crecer. Un beso grande!
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