Me
mentí bastante. Me mentí porque me dije desde niña que quería ser escritora. Y
no señorita!, yo quiero mucho más que eso, yo quiero escribir.
Quiero
escribir tanto como vos podes querer, no sé, conocer el mar. Y mira que yo sé
muy bien lo que es conocer el mar y acordarse, porque la primera vez que estuve
frente a la furia del agua era verano, llegamos de noche a Gesell con la
familia de quien fue mi novio por esos primeros años y el mar parecía una costa
cubierta de dragones blancos que se movían como víboras, uno encima del otro,
dragones blancos que reflejaban una luna fuerte. Dragones que se disolvían en
las últimas partículas de una arena seca que ese mismo día percibí desde lejos.
Y me acuerdo que pensé claramente en lo impresionante que era estar frente a un
mar así, para alguien que lo soñó desde siempre.
Entonces
me lo digo bien clarito ésta noche antes de ir a dormir: yo no quiero ser “Escritora”,
yo lo quiero es escribir.
Escribir
hasta gastarme todas las palabras que encuentre, como si no pudiera ahorrarme ningún
renglón, como si el silencio fuese solo la existencia del espacio entre un párrafo
y otro.
Quiero
escribir todas y cada una de las historias que me llegan al cuerpo. Quiero
escribir del placer de escribir, de necesidad, de impaciencia, de pura
adrenalina de vida, de retrato narrado. Olvidarme de la estúpida timidez que
tengo cuando digo, evitar a toda costa esa insolente idea de que me están observando.
Quiero
escribir con la desfachatez de que nadie me está mirando, sin privacidad, y
decirlo todo, decirlo ahora.
Me
estoy perdiendo del momento precioso que tiene esta etapa de mi vida. Porque es
ahora que con miedo, con vergüenza, con timidez, con dudas, con recato, cuando
más tengo que escribir. Es ahora que no sé escribir, cuando tengo que decirlo
todo, es ahora que no me siento de ninguna edad que me toca hablar como loro,
aullar en las páginas como lobizón.
Ahora
que no me conoce nadie, ahora que el mundo gira para donde no me gusta, ahora
que lo profundo agobia a las mentes que prefieren lo superficial, tengo que aprovechar.
Puedo actuar de verdad detrás del telón y hacer reverencias a mi público
invisible, porque total la necesidad se satisface en el expresar.
Puedo
escribir de incógnito, como si guardara a plena luz del día y en el centro de
la escena, mis más profundos secretos. Me divierte esconder un tesoro en pleno
Obelisco y espiar desde alguna esquina, como todos le cruzan por alado sin
advertirlo.
¡Qué
tonta!, mintiéndome hasta ahora con eso de ser escritora. Como si la necesidad
fuese el resultado y no la acción. No señorita, yo lo que quiero es escribir y
nada más. Soy una partícula, un instante, un brevísimo suspiro. No puedo
esperar a ser escritora, yo lo que necesito es simple y llanamente, pasarme la
vida escribiendo. Nada más.
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