Esta
noche mi corazón y yo, tenemos una cita íntima. Mi corazón se va a sentar en la
silla que quedó vacía y nos vamos a mirar a los ojos. Hace muchos años no nos
quedábamos así, a solas.
Estoy
observando qué ocurre con mi corazón, veo como recorre el universo todo el
tiempo, veo su espontaneidad de niña, me
hace acordar a la infancia. O mejor, me hace acordar a la adolescencia.
¿Puedo
mentirle a mi corazón?. ¿Puedo negar a mi corazón?.
Qué
honesta fui de niña con mi corazón, ¿pero y ahora?.
Mi
corazón y yo tenemos un vínculo con muchos contrastes. Él siente como si le ardiera profundamente, por eso me toca luchar con
los adjetivos agresivos que carga mi cabeza.
¿Puedo
disfrutar de la confusión?
Seguramente
sí, pero estoy en un momento, donde tengo que apostar a la claridad. Y aunque
mi corazón sea dramático, escandaloso, exagerado, melancólico, vagabundo,
grotesco y pop, tengo que admitir que siempre tiene la razón.
Mi
corazón vive en el paraíso de mi niñez, en mi profundo amor por la libertad, en
mi constante necesidad de comprender los misterios de la vida, ésta, que estoy
transitando. Por eso, esta noche crucial en la historia que nos contamos mi
corazón y yo, necesitamos volver a vernos a solas.
Lo miro
desde que se sentó frente a mí, y percibo la piel agitada de tanto viaje y
tiempo. Los dos sabemos que estamos frente a una de esas perpendiculares que
nos vienen a interrogar en la vida. Sabemos que la cabeza revolotea como un
enorme pájaro. Pero esta noche no vinimos a espantarnos de la oscuridad, no
vinimos a juzgar, no vinimos a reclamarnos respuestas, ni a lamentarnos de esto,
que algunos llaman destino.
Esta
noche mi corazón y yo nos sentamos a solas sin escudos, sin armas, ni palabras
hirientes. Esta noche vinimos a intentar conocernos mejor. Esta noche la mente tiene que hacer silencio,
mi corazón me va a revelar algunas pistas más, necesito escucharlo bien.
Mi
corazón dice que antes de decir cosas, tenemos que recorrer el universo en
absoluto silencio. Vamos a salir de la jaula de la cabeza por un momento, “va a
estar todo bien” me dice el corazón, la jaula de la cabeza está hecha de
límites ajenos, y combinado con los límites que yo misma me construí con
discursos desalentadores.
Qué
belleza… Puedo admirar el infinito, estoy volando en colores maravillosos,
quizá todos nos aferramos a veces al blanco y negro. Mi corazón me aprieta la
mano, para que sepa que no me va a soltar y yo sonrío igual que aquella vez, desde
el paracaídas con el que me lance al vacío.
“Respira
la inmensidad”, dice el corazón, “no te aferres, no te resistas, no te
obligues, no hay tiempo, somos un instante como las historias que te gusta
contar”, me dice a los gritos mi corazón.
Esta
noche mi corazón y yo celebramos un ritual sagrado, estamos encomendados a
cumplir nuestra misión.
Estamos
atravesando el tiempo y el espacio desde la fluidez, ya no me pesa el cuerpo ni
las máscaras, nuestro lugar de encuentro, siempre es en la esencia. Si tratara
de atrapar algún momento, si me quedara a vivir en alguna sensación, correría
el riesgo de perderme.
El
futuro se abre, es un puente que aparece como una sombra de mis pasos al vacío.
Yo giro como un trompo entre los edificios de la ciudad.
Finalmente
nos detenemos en la estrella de una galaxia. Ahora mi corazón me mira, veo como
le brillan los ojos cuando me entrega el pequeño cofrecito de madera. Lo miro
bien y es efectivamente ese cofrecito que adoraba de niña. Ahí adentro están
las próximas pistas…
No
sería extraño, que la relación entre mi corazón y yo se vuelva más cercana.
Evidentemente, tenemos mucho que hablar.
Un 8 de
junio de algún 2016.
Maga.
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