Ana Julia sonríe, cuando despertamos temprano
para prepararnos para ir al Cañón del Sumidero llovía y hacía frío, así que
pensamos que no podríamos ir. Dormimos un poco más, o bueno, ella durmió un
poco más y yo me quedé pensando en todo, haciendo esos procesos duros de la
mente por intentar crear respuestas a preguntas nunca bien formuladas.
El día se puso maravilloso y la combi de la
excursión nos buscó en la puerta del hostal a las 9 am, una hora después estábamos
en una lancha llena de turistas mexicanos. “¿De dónde nos visitan?”, dijo el
guía, “de Brasil”, dijo Ana Julia, “de Argentina”, me sume.
La travesía por agua está a 5 km de Tuxtla Gutiérrez,
capital del estado de Chiapas, dentro del municipio de Chiapa de Corzo. Las aguas
del río Grijalva, que atraviesa los estados de Chiapas, Tabasco y desemboca en
el golfo de México, están rodeadas de una vegetación brillante en la que viven
diversas especies animales.
La inmensidad se abrió frente a los diminutos seres humanos que somos y vimos cocodrilos tomando sol sobre las piedras, monos araña saltando entre las ramas de los árboles que crecen en las alturas, aves de distintas especies. Todo el paisaje respirando naturaleza.
La inmensidad se abrió frente a los diminutos seres humanos que somos y vimos cocodrilos tomando sol sobre las piedras, monos araña saltando entre las ramas de los árboles que crecen en las alturas, aves de distintas especies. Todo el paisaje respirando naturaleza.
“A ésta, la llaman la Isla de los Buitres, ellos comen los cuerpos de los animales
muertos y si no encuentran carroña elijen al más débil de la manada, lo golpean
hasta que muere y entonces se lo comen”, explicó el guía y nos horrorizamos, “y
lo mismo con los turistas caídos del bote”, agregó generando la risa de todos.
En una cueva a mitad de camino vimos un altar
con la virgencita de Guadalupe, allí llegan las ofrendas y los rezos. Muy cerca
una placa conmemorativa recuerda al “Dr. Miguel Álvarez del Toro, Guerrero
Incansable de la Naturaleza”. El paseo concluyó frente a un fenómeno vegetal al
que llaman “el arbolito de navidad”, por su forma triangular y sus bolados de
una planta como musgo.
Cuando baje la cámara para entregarme al
microorganismo que soy en el universo, fui parte absolutamente de esa magnífica
presencia de la divina naturaleza. Como una serpiente que cambia la piel sin hacerse
daño, el fluido de esas aguas se llevó una nueva capa de piel gastada. Deje las
preguntas confusas y las respuestas inacabadas de la mente. México tira de las
raíces más profundas, y allí, en un pequeño barquito, observo el acantilado que
tiene un kilómetro de alto, con una profundidad de 250 metros. El paisaje-árbol
se manifiesta con su inmensidad hacia las aguas más lejanas de la orilla y las
piedras más cercanas al sol.
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