Los días pasaban y seguían sin encontrar un
nuevo lugar para instalar la sala de salud de la Av. San Martín 1175. Todo el
esfuerzo de la comisión vecinal para que el barrio de Don Bosco tenga atención
sanitaria, parecía que se desasía por falta de ingresos que pagaran un nuevo alquiler.
Foto: Maga Beijaflor |
En las verdulerías, carnicerías, por la plaza
o al cruzar a un vecino en plena calle, se comentaba el tema que preocupaba
hace varias semanas. “¿Por qué no van a ver a don Pesquero?”, dijo una vecina
que vivía cerca de la casa del español, “él se hizo la casita arriba y tiene la
planta baja desocupada, es buen hombre por lo que se ve, pregúntenle cuanto le cobra
por poner la salita ahí”.
Cuando Cecilio Pesquero abrió la puerta
aquella tarde y vio al grupo de vecinos no se imaginó la tarea que se le estaba
encomendando. “Vinieron a verlo a mi papá para preguntarle si se los alquilaba,
y él como muchos españoles era afecto de las sociedades de fomento y clubes.
Allá en su España natal no tenían nada, entonces armaban espacios donde se
encontraban, bailaban, leían. Eran anarquistas, pobres como ratas ¿y qué iban a
hacer?. Cuando mi papá llegó a la Argentina siguió con esa modalidad de querer
ayudar a la sociedad. Entonces les alquiló la planta baja, pagaron poco tiempo
y estuvieron 25 años”, cuenta su hijo Eros Pesquero “Toto”, que ya tiene 85
años.
Foto: Maga Beijaflor |
1947. Los vecinos llegan a la casa muy
temprano, arman el mate, sacan las planillas de recepción y mientras comentan
sobre el partido del domingo, llegan las madres con los niños que se agarraron
una tos muy fuerte o que de pronto les agarró papera. Para Toto y sus hermanos
se hace común bajar las escaleras, encontrarse con los delantales blancos de
los médicos y ver a su padre todos los días involucrarse más en la tarea que
hacen por la salud de los más vulnerables de la comunidad.
“Mi papá era naturista, entonces él creó su
propia escuela de experimentación natural. Después, a raíz de todo el trabajo
que había hecho respecto a la alimentación, lo contrataron en el Ministerio de
Salud Pública, como asesor en una división que crearon, que se llamaba “La
cocina de la salud”, cuando era ministro era el Dr. Ramón Carrillo”, explica
Eros. En las fotos sacadas en blanco y negro, aparece Pesquero frente a cientos
de personas de distintos lugares del país, pendientes de la explicación sobre
la mejor manera de utilizar los alimentos para nutrirse de forma ahorrativa.
"Escuela Experimental de Alimentación Natural. Director: Cecilio Pesquero". Foto: Maga Beijaflor. |
Para el 70’, la casa ya quedaba chica y la
necesidad de ampliar los servicios de salud, impulsó la construcción del
Hospital Modelo de Don Bosco en terrenos fiscales. Los planos fueron realizados
por el hermano de Eros, el arquitecto Enzio Pesquero. “Todo lo que se hizo fue
con dinero de la gente, la Municipalidad no ponía nada”, dice Toto.
El crecimiento de las empresas de salud
prepaga, los grandes centros de salud puestos por entidades privadas comenzaron
a enflaquecer el trabajo del Hospitalito, por lo que cada vez se hacía más
complicado sostenerlo. “Los estatutos preveían que en caso de que la salita
armada por los vecinos en terrenos fiscales, perdiera capacidad de ser auto sustentada
por falta de bienes, se podía entregar a la Municipalidad para que se haga
cargo”, explica Toto, y eso fue lo que pasó.
Foto: Maga Beijaflor |
Pero muy cerca de allí, en Villa Itatí, otra
historia de trabajo por la salud estaba ligada al Hospitalito. La labor de don
Pesquero y la comisión de vecinos, fue retomado por Juanita Ríos.
A pocas cuadras ya existía la Salita
Sanitaria “Itatí l”, ubicada en la esquina de Chaco e Ituzaingó. Esa
construcción realizada primero con madera, fue el resultado del esfuerzo del
cura tercermundista José Tedeschi. Juanita Ríos fue su compañera y con ella
tuvo una hija que nació tres días después de que despidieran los restos de
Tedeschi, desaparecido y asesinado por la Triple A de López Rega, en febrero
del 76’.
Foto: Maga Beijaflor |
Aquella Salita “Itatí l”, fue construida
primero en un vagón de tren abandonado y luego trasladada a la casita que armaron
gracias a las habilidades como carpintero que tenía “Pepe”, así llamaban al
cura napolitano.
La voluntad inquebrantable de Juanita fue el
motor de muchos emprendimientos en Villa Itatí. En los 80’, con la recuperación
de la democracia, siguió impulsando la organización de los vecinos para luchar
por todas las necesidades que había. La reconstrucción de “Itatí l” promovió la
llegada de médicos especialistas y la promoción de la “planificación familiar”,
es decir el trabajo de concientización para que las mujeres cuiden su salud
sexual, usen anticonceptivos y consigan elegir una mejor manera de armar sus
familias.
Todos los progresos que consiguió Juanita no
alcanzaban para que ese pequeño lugar tuviera la oportunidad de ofrecer
internaciones, laboratorio, rayos o cirugías. Entonces con la existencia del
Hospitalito clausurado y abandonado, pensaron en la necesidad de su
recuperación.
Foto: Maga Beijaflor |
Foto: Maga Beijaflor |
4 de agosto de 1997. Juanita junto a un grupo
grande de vecinos rompieron el candado del enorme edificio clausurado y lo
tomaron para recuperarlo. “Los que siempre estuvieron en contra eran los
punteros políticos, y después ellos mismos comenzaron a traer a sus familiares”,
dice Lalo al recordar que como la condición que puso la Municipalidad para
brindar apoyo, era el traslado de los recursos de “Itatí l”, algunos pensaban
que era mala idea.
Encontraron un edificio completamente en
ruinas, “se habían robado hasta las canillas de los baños”, dice Lalo. Lo
cierto es que el traslado de los recursos fue a solo seis cuadras y la gestión
de Juanita llevó al Hospitalito a su máximo esplendor. “Ella lo adoraba a éste
lugar, entonces nos enseñó a nosotros también a quererlo, pero ya te digo, ella
siempre fue la pionera acá. Luchó siempre por el Hospital. Acá se atiende bien
a la gente, si no hay un medicamento se busca hasta encontrarlo, eso fue lo que
nos enseñó Juanita y nosotros lo seguimos haciendo”, dice Alicia Burrone, quien
la conoció en el 99’, cuando la trasladaron para trabajar allí.
Foto: Maga Beijaflor |
El edificio parece un viejo submarino rosado
y blanco. Con sus ventanitas redondas y sumergido en la tranquilidad del
barrio, naufraga hasta la actualidad. Don Cecilio Pesquero y Juanita Ríos ya
partieron de éste mundo hace tiempo, las fuerzas que lo sostienen hacen frente
a la maldita escases de recursos, como también a una gestión que ya no carga la
energía arrolladora de sus impulsores.
A veces caminamos frente a obras de trabajo
humanitario sin imaginar el trasfondo que guardan en las historias de sus
protagonistas. Conocer las tormentas que ha sobrevivido éste espacio fundado y
sostenido por la voluntad de sus trabajadores es un ejemplo de muchos otros,
donde el amor y la dedicación de la comunidad, transforman las injusticias en
motivos de unión y trabajo.
EXCELENTE NOTA!!! Conmovedora y tan noble historia!!! DIOS LOS BENDIGA!!!! GRACIAS!!!
ResponderEliminary tuve que leer y conocer a fondo la historia del Hospitalito de villa Itati aquí en éste blog mágico y que durante más de 5 meses compartimos en algun taller de fotografía del barrio de Almagro...
ResponderEliminarMaga ya no tengo palabras. Admiro tu valentía y el power para todo..sos inmensa!!
2021 y mí mamá, Mirta Pesquero encontró está nota.
ResponderEliminarSu abuelo, Cecilio Pesquero fue quien fundó la salita de Don Bosco.
Muy buena historia.
Mí mamá me había comentado, pero jamás lo había visto plasmado en ningún lado.
Muchas gracias por esto!!!