Ireri, es una palabra p'urhépecha que significa
“el que habita un lugar”, aunque también es muy usual que se utilice como
nombre femenino. En ésta historia, “Ireri” significa el sueño de cuatro músicos
de un pueblito llamado Erongarícuaro, en Michoacán, México.
Ireri bajo el árbol de Tule. En orden: Beto, Checo, Karlita, Paco y Monna Foto: Maga Beijaflor. |
Un año atrás se animaron a intentarlo.
Estaban en la casa de Paco (Francisco Diego Álvarez), tocando otras rolas, y
como Monna (Mariana Jaramillo Sánchez) y Beto (Roberto Jaime Nambo Carmona) escuchan
música pop, Checo (Sergio de la Cruz Hernández) que disfruta del metal, sintió
un poco de dudas sobre lo que podían armar.
Sobre esos primeros pasos, también recuerdan
que al principio, Paco iba a ser el bajista. “¿Y tú porque vas a tocar el bajo?”,
le preguntó Monna. “Pues porque al bajo nunca lo quiere nadie”, le respondió. “Entonces
me monté en mi macho y dije que yo quería el bajo, era un desafío que podía enfrentar”,
dice ella.
Beto cantaba pero todavía no se animaba a mostrarlo
al grupo, hasta que un día alentado por Monna, floreció en el lugar que le era
natural. Por su parte, Checo admite que hasta el momento, sus influencias del
metal provocaban que su rol en la batería lo aburriera un poco, pero Paco le
compartió jazz, blus y otros ritmos que expandieron sus posibilidades creativas.
Vale resaltar que su trabajo también está puesto en las letras de lengua
originaria.
En la casa del guitarrista, uno de los
cuartos tiene aislante de sonido en las paredes, enormes consolas para edición,
micrófonos e instrumentos. Con la paciencia minuciosa del artesano, Paco consiguió
crear una herramienta de expresión musical que a partir de la fusión y entonces
traer desde el fondo de la tierra, las palabras de sus antepasados P'urhépechas.
Hace unos meses Ireri fue seleccionado para representar a Michoacán en el Sexto Encuentro Nacional de Tradición y Nuevas
Rolas, que se realizó en Oaxaca. Para la nueva aventura sumaron como invitada
especial a la percusionista de rastas, Karla Cristina Villalobos Verdugo,
oriunda de Mexicali, Baja California. Todas las alquimias de ésta banda, hacen
comprender que cuando se une lo más profundo de la raíz con la diversidad más
colorida, asistimos al nacimiento de nuevos sueños.
Más de 80 músicos, 16 grupos representando
los estados mexicanos, 11 pueblos indígenas, ofrecieron un ritual musical sobre
el mismo escenario. Por los parlantes de la Plaza de la Danza las melodías se
expandieron por la ciudad, alcanzaron cada estado, avanzaron sobre las
fronteras, dieron la vuelta al mundo, se elevaron al universo y se conectaron al
centro de la tierra.
Las lenguas originarias están vivas en los
jóvenes mexicanos de una forma conmovedora. Y como no hay fuerza más grande que
la del amor, sentada entre el público, compartiendo unos mates con Vale (también
argentina y compañera de hostal), respiré profundo para sentir que ésta, también
una noticia de la humanidad.
MUY BUENO!!! EXCELENTE TEXTO!!!
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