domingo, 10 de enero de 2016

Aislamiento profundo

(Paisaje interno)

No queda otra, no consigo conectarme a internet para editar los textos que logre tipear sobre el pueblo diaguita, después de intensificar la tarea en las ruinas de Quilmes y en medio del desierto.

Así que respiro y reflexiono en voz alta, hasta que sea tiempo de contar sobre un pueblo que consiguió una organización integral, tras 130 años de guerra resistiendo a la conquista española en pleno saqueo de las tierras nacionales.

Me siento en otro planeta, sin embargo estoy en la misma Argentina que sufre los cachetazos de un contexto poco favorable para los derechos de los seres humanos que menos recursos económicos poseen.

Con otro tiempo contaré después sobre el pueblo diaguita, sobre la gobernanza indígena y sobre un relato que nunca será reconocido por la historia oficial. Por el momento, sin conección a internet, y solamente para conseguir una breve bocanada de aire, me gustaría contarles que a tres días de recorrido me balanceo de manera vertiginosa entre las huellas de una comunidad que parpadea en un mundo de plástico.

Ahora mismo, mezclada entre los veraneantes, recuerdo que fue justamente ayer que Sebastián, integrante de la comunidad indígena de Amaicha del Valle, me contó la historia de Don Castillo.

Sebastián estaba participando del Tercer Encuentro de Formación de Gobernanza Indígena cuando vió llegar a un hermano de la comunidad muy mayor, acompañado de uno de sus hijos. Don Castillo caminó diez horas desde Corral Blanco, donde vive en un lugar rural de Catamarca, y Sebastián quiso conocer algo más de su historia.

El hombre le contó que el terrateniente, dueño de las hectáreas que explota a cielo abierto para la minería, no le permite construir una vivienda para él y su familia. Don Castillo vive hoy mismo, mientras yo escribo esto, mientras ustedes lo leen, en un pozo.

Literalmente, en una construcción subterránea, ahora con techo de lona, como si fuera una pileta de natación tapada, el hombre sobrevive allí teniendo dos hijos discapacitados. La pelea contra un terrateniente que jamás visitó ese suelo, por un minúsculo pedacito de tierra para construir una vivienda, es sumamente compleja y burocrática. Sin embargo la comunidad de Amaicha se solidarizó con ésta realidad y comenzó a ver la manera de dar batalla.

Esto no pretende ser una crónica, ni una noticia, ni nada, es solo un paisaje interno que les comparto de manera urgente mientras pueda esperar para publicar otros textos más elaborados. Por eso, en el fragor de la licencia que me doy para comunicar de manera desprolija, necesito recordar los matices de la realidad.

Mientras los grandes temas del contexto nacional aprietan el cerebro de todos los argentinos que están pendientes del televisor, coexisten cientos de realidades de injusticias que requieren ser sabidas también. Pero bueno, si algo me queda claro estos días, es que laˋúnica salida efectiva, es la organización social, genuina, solidaria, conciente, amorosa, resistente, poderosa por ser fruto del origen de cada uno de sus luchadores.

El imperio siempre será el imperio, nosotros somos los que deberemos continuar la lucha inevitable que tenemos impresa en la sangre.

Cierro éste pensamiento en voz alta, que apenas consigo de forma desprolija, y si no logro editar los otros textos, me llenaré por el momento de paisajes internos que aguanten la llegada de los héroes sensibles y los artesanos del cosmos.

(Ayer sacudida por el viento en la montaña que me permitió mirar de frente el estómago del desierto comprendí lo sola que me siento en medio de la ciudad).

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