domingo, 10 de enero de 2016

Los 130 años de lucha contra los españoles del pueblo Diaguita

Las Ruinas de Quilmes, sangre de la Ciudad Sagrada

“El valle es un gran campo arqueológico. Tafí, Amaicha, Santa María, Cafayate, Cachi, todos  estos lugares propuestos como rutas turísticas son grandes campos arqueológicos. Aquí los abuelos, nuestros padres, preparan el arado para cultivar la tierra, o nosotros metemos la pala para comenzar a hacer los cimientos de las casas y sale presencia del pasado”, dijo Santiago Nievas, el joven de 23 años que recorre todos los días las ruinas de Quilmes para contar la historia de su pueblo, a los turistas que se acercan hasta Amaicha del Valle. 

Cuando escucho sus palabras todavía estamos en un bosque cercano al gran cementerio indígena, donde los cuerpos de los nativos están enterrados a un metro y medio de profundidad, según lo que nos relata. Quilmes y el Pucará de Tilcara, son las dos ruinas más conocidas, pero a medida que avanzo en el recorrido por estas tierras, los guías repiten la misma consigna, todos los cerros son testimonio de la vida de los pueblos arrasados por la conquista. 

“La otra historia”, es el nombre del recorrido propuesto por Sebastián Pastrana, guía turístico oriundo del pueblo Diaguita, que hace aproximadamente ocho años impulsa la toma de conciencia sobre el pasado y presente de una población que luchó durante 130 contra las invasiones que los españoles. “El imperio Inca ya había sido conquistado y dominado. En éstas partes las guerras fueron muy largas y fuertes. Los abuelos nos dan un ejemplo para entender que son esos 130 años y ahí surge esa transmisión oral, esa Otra historia”, presenta Santiago al grupo pequeño de viajeros que estamos escuchando con atención bajo la sombra del árbol. “Un relato que no se habla, que no está escrito, y que genera una confusión a nosotros que somos más chicos, porque nos dicen una cosa en la escuela y otra en la casa”. 

Territorio Comunitario Ancestral 

Los comuneros de Amaicha del Valle conforman un Pueblo de la Gran Nación Diaguita. Son 5.000 habitantes en un territorio de 52.000 hectáreas, cuyos derechos están respaldados por Cédula Real Española, otorgada en 1716 y protocolizada en 1892 por el Estado Nacional. Son el único territorio donde el Estado Nacional y Provincial, no puede accionar sin previa consulta al Cacique, que a su vez habla con el Consejo de Ancianos y la Asamblea General, partes integrantes de una forma de organización nada difundida. 

Actualmente para recorrer las ruinas ancestrales, se abonan 30 pesos que son destinados a la educación, salud, sueldos de quienes reciben a los viajeros en la excursión y diferentes proyectos cooperativos como el emprendimiento de vino indígena que pusieron a funcionar recientemente en el pueblo. En el marco de esa forma de organización plantean una propuesta de transmisión oral en lo que dura la caminata por las construcciones en piedra que fueron el hogar de una comunidad trabajadora y en armonía con la naturaleza. 

La Otra Historia sobre las ruinas de Quilmes 

Santiago nos explica que las ruinas se conocen solamente por haber significado el último lugar que invadieron los españoles y por el genocidio posterior, cuando esa población fue obligada a caminar en caravana hasta el actual Quilmes en Buenos Aires. “La distancia de un Quilmes a otro hoy es un aproximado de 1500 kilómetros, y tengamos en cuenta que estamos hablando del 1600, no había caminos, no había huellas, ese trayecto es un gran cementerio, salen más de 2000 personas y llegan menos de 400, esa fue la “Reducción de la Exaltación de los Indios Quilmes”, nombre que le puso la corona española al territorio. 

“Hay sociedades muy bien organizadas antes del Inca y antes de Cristo. Las montañas que están entre Tafí y Amaicha, están repletas de construcciones que datan de tres mil a cuatro mil años antes de Cristo”, dice el joven guía, “el pueblo de Quilmes es del año 850, después de Cristo, y en el 1200 es cuando se habla de un desarrollo bien marcado, donde pasaron de ser nómades a sedentarios”. Santiago resalta que gracias a los estudios arqueológicos que se realizaron en el lugar, se puede saber que existió “con palabras de hoy, una red comercial”, y ejemplifica que “se encontraron objetos de la puna tucumana en la selva boliviana, objetos de la puna tucumana en la costa atlántica, en Brasil, lo que demuestra que alguien fue, y vino”. 

La voz de Santiago, calma pero con fortaleza evidente, nos transporta a 1480, cuando el Inca ingresó en la región, y “ahí es cuando se habla de un periodo corto de 50 años, fuertes, duros, intensos, donde por ejemplo, pierden la libertad de trabajo y algo muy importante, la lengua madre del diaguita llamada “Cacán” y en su lugar imponen el Quechua”. Además el Inca ya había movido a los Coyas y a los Aimara de un territorio a otro como estrategia.  

En 1534, se hace cargo de la invasión Diego de Rojas, que es el primer español en entrar a esas tierras. “En ese periodo también surgen tres jefes, tres héroes. Hoy los próceres que estudiamos están en los billetes de 100 pesos, y estos héroes nativos, gente que realmente ha defendido la tierra, muy poco y nada se habla”, exclama Nievas “el primero es Calchaquí, el valle lleva el nombre de una persona, Calchaquí fue el que logró unir Salta, Tucumán, Catamarca, ésta era una zona conocida como de Calchaquí, una zona fuerte, conflictiva, de precaución, siempre se hablaba de lo bravos que eran aquí, pero bravos para defender lo suyo”. 

Los exponentes indígenas de esas luchas representan una importante referencia para las actuales generaciones originarias que necesitan conocer su historia. “Después de muchos años de guerra, Calchaquí muere, pero ya había dejado mucha gente preparada, y ahí surge el segundo que se llama Chalimin, el más fuerte que tiene la conquista, en los archivos está como “el tigre de los Andes”, con una fuerte capacidad guerrera”, suma Santiago, “pero Chalimin tiene un triste final, agarrado por los españoles y descuartizado. Sus miembros son esparcidos por todo el valle, sus brazos, sus piernas, después su cabeza es la que va girando alrededor de las tribus en señal de escarmiento, no obstante con toda esta crueldad continúan y aquí es donde encuentran al tercero en Quilmes”. 

Ikin, el guerrero diaguita de Quilmes 

“Se enfrentan las armas de fuego contra las flechas y las piedras, lo que hace perder mucha fuerza a Ikin. Ahí entran a defenderse mujeres, niños y abuelos también”. Alonso del Mercado de Villa Corta fue el militar designado para invadir el territorio de los Quilmes. “En la transmisión oral los abuelos nos cuentan que es el primero que llega y piensa “hay que rodearlos”, y cortarles los accesos de agua que tenían atrás de la montaña, cortarle el acceso a éstos cultivos y así por hambre y por sed hacerlos bajar de esa montaña”. 

“La Ciudad Sagrada”, como llaman al sitio donde hoy quedaron las ruinas, se dividía en dos partes en dos partes: por un lado las viviendas y los centros de cultivo, lugar donde vivían armónicamente cuando no había invasión, y por otra parte el Pucará, que significa “fortaleza”, donde estaban los “divisaderos”, para vigilar la llegada de los invasores desde la montaña. 

El Pucará, la ciudad de la guerra 

“Pasan aproximadamente cuatro meses hasta que las mujeres y los niños comienzan a bajar de la montaña y Villa Corta los tortura para ejercer presión a Ikin. En 1666 el cacique baja de la montaña y pacta la rendición”. Es ahí cuando se realiza el traslado masivo a lo que conocemos como Quilmes en Buenos Aires y también los obligan a ir a Salta, Bolivia, Catamarca, la Rioja, Santa Fe, Córdoba.   

Utubaitina, un cacique nacido para el renacer de su pueblo 

“No todos desaparecen, no todos mueren, Ikin hizo escapar un grupo por atrás de la montaña, y así surge utubaitina, que se escapa siendo niño y vuelve muchos años después como cacique de su grupo, pero no ocupa la Ciudad Sagrada”, dice el guía y explica que la corona española, por miedo de un nuevo levantamiento y cierta lucha de intereses políticos dentro de la misma aristocracia, otorga el territorio a Utubaitinia. 

“Recién en 1810 se realiza un censo para saber cuantas etnias habitaban, ahí ya no aparecen ni los Quilmes, ni los Calchaquíes, ahí hablan de la mujer diaguita en un auto exterminio, negándose a tener hijos para que no sufran. En 1812, muere el último Quilmes puro, y se los declara pueblo libre, pero ya sin sus originarios. Hoy a 2016 ésta población sigue, pese a los acuerdos políticos con los económicos, que niegan a presencia de pueblos originarios. Es aquí cuando surge esta necesidad de seguir transmitiendo de manera oral”. 

Una pileta de natación sobre las tumbas indígenas en los 90´ 

“El mismo dueño del “Museo Pachamama”, en los 90’ destruyó el sitio arqueológico para construir ese complejo turístico”. Hicieron una pileta de natación de dos metros de profundidad sobre el enorme cementerio indígena que apenas un metro y medio bajo tierra, todavía conserva los huesos de la comunidad Quilmes. 

Un mes acamparon para que se vayan los empresarios que reclamaron esas tierras como propias y destruyeron el sitio arqueológico para instalar un gran hotel y shopping en pleno sitio arqueológico. En 2006 se realizó una investigación que demostró los movimientos fraudulentos que se realizaron en esa construcción y en 2007 los habitantes de los alrededores lograron que se clausure el lugar. Ahora el espacio funciona de manera cooperativa, “todo el año estamos aquí viviendo, no somos un folleto de fin de semana largo, nosotros estudiamos aquí, nos capacitamos y esa es la propuesta de la comunidad”, sumo el joven guía diaguita calchaquí. 

Cuando finalizamos la caminata en la montaña, Santiago nos invitó a permanecer un momento en silencio para contemplar desde las alturas la enorme Ciudad Sagrada. “En el canto de las aves se escuchan las voces de las almas que todavía habitan este lugar”, nos dijo. 


1 comentario:

  1. MUY BUENO!!! Excelente relato de una historia tan NUESTRA!! Gran aporte a la humanidad.. Felicitaciones!!

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