lunes, 18 de enero de 2016

El mundo desde los ojos del valle calchaquí

Mauricio Tiberi en su Peña "Doña Argentina"
Desde la primera conversación que tuve con Mauricio Tiberi en el departamento de unas amigas en el barrio de Almagro (Capital Federal), hace cosa de tres años o más, él me había comentado su necesidad de volver al pago. Hace más de un año supe que se volvió finalmente a Cafayate y en alguna de sus visitas a Capital Federal me contó sobre la grabación de su primer disco “Desentierro”.
Cuando llegué esa noche a la Peña “Doña Argentina”, en el fervor de viajar sola y estar en espacios desconocidos, no recordé que estaba en la tierra natal de Mauricio. Cuando me lo crucé en el patio como si fuera un concurrente más, tampoco entendí en primera instancia que me encontraba justamente en su patio de infancia y en su presente tan añorado. “Esta es la casa de mi abuela, acá es la Peña que tengo con mis hermanos”, me dijo después del abrazo.
"Yo miro el mundo desde Cafayate, tengo los anteojos puestos con el valle Calchaquí, que siempre me está marcando una forma de ver, de pensar, de sentir. Es muy importante ir paso a paso, la gente del valle calchaquí suele ir despacito, que es valorar los procesos, los ciclos, los que se cierran y se abren otros nuevos, la naturaleza es así, todo el tiempo nos muestra ese ciclo”, expresa sentado en ese mismo lugar donde ha vuelto a vivir. “Siempre tuve una profunda admiración por la naturaleza, de poder acercarme a la montaña y ver crecer el berro en el río colorado, en el divisadero, o sentir el aroma del poleo cuando llueve, o mirar el cerro y descubrir que hay un montón de cabras que han logrado subir una altura inimaginable, la naturaleza todo el tiempo nos está hablando de una forma de habitar un lugar”.
“Me siento profundamente vallista, y agradezco la oportunidad de haber ido a la ciudad y aguantado la ciudad que es muy hostil en muchos aspectos, pero que también tiene mucha magia en muchos otros”.

Los años en los cerros de metal, una temporada en Capital Federal
El patio de "Doña Argentina"
Mauricio se fue a Buenos Aires para estudiar Comunicación Social en la UBA, "era la manera que encontraba segura de poder hacer algo con los medios de comunicación, con algo que me apasiona desde muy chiquito que es la radio". En ese contexto frío de la gran ciudad cosmopolita, surgió de manera natural su trabajo con la música andina. "Cuando era más chico estaba más limitado con mis conocimientos musicales, si bien toco la guitarra desde muy chico, recién cuando me fui a vivir a Buenos Aires le empecé a dedicar más tiempo a la guitarra. Nos encontrábamos con amigos salteños, con amigos del interior que también vivían allá, entonces hacíamos causa común. Nos juntábamos a guitarrear y era como volver a la provincia, esos encuentros con la música y los amigos era una ventana para volver".
Junto a dos amigos salteños formó el primer trío musical y a partir de ahí pudo conocer su potencialidad como músico. “Empecé a cantar para el público en 2003, antes solo cantaba para los amigos o en mi casa, desde aquel momento pasé por un montón de proyectos con otros músicos, tuve varias bandas, hasta que pude encaminarme en mi proyecto solista con la fortuna de contar con el acompañamiento de muchos amigos músicos”.

Un patio de encuentros
"Doña Argentina", es en homenaje a mi abuela Argentina Galván, la mamá de mi papá. Nosotros compartimos una infancia muy feliz con ella. Su cocina era centro de la familia, el encuentro se daba en torno a la cocina de Doña Argentina. Pasamos una infancia llena de perros, de frutales que había en esta casa, algunos que se siguen manteniendo. Este espacio es ahora un proyecto familiar en el que estamos trabajando todos mis hermanos, con el apoyo de mi mamá, de mi tía Silvia que nos acompaña siempre. En todo esto están las manos de cada uno de la familia, acá las personas se animan a vivir un espacio de encuentro con la música en un clima familiar y de amistad, quizá eso es lo que le da un aspecto distintivo", comenta Mauricio.
La Peña funciona hace cuatro años. Incorporaron a otros artistas como Florencia Micha, acróbata y actriz, Juan Barone, en percusión, que viajan cada verano desde Buenos Aires para formar parte. Lucas Colque, bandoneonista cafayateño, que está desde el inicio del proyecto, Fede Cosentino, también cafayateño que además de guitarrista es lutier y Víctor Merile en el bajo.
Florencia Micha, acróbata y actriz, Juan Barone, en percusión
"Buscamos interpelar a la gente desde el escenario con un mensaje claro, revalorizamos algunos ritmos y estilos que son propios de esta región, pero que al mismo tiempo se pueden mixturar con elementos de otros géneros que a nosotros nos identifican como una nueva generación, vinculados con las nuevas tecnologías y con la información que llega de todos lados”, pone de manifiesto sobre la propuesta de lugar y cuenta que “en estos años se sumaron músicos viajeros que traen propuestas armadas, a nosotros nos gusta abrir el espacio para que la gente pueda disfrutar desde el jazz al reagge, pasando por la música folclórica que es lo que predomina". Entre los artistas invitados están Los Shunkos, Franco Luciani, Los Orosco Barrientos, Mariana Baraj, entre otros.
“Desentierro”, su primer disco
Los Shunkos
"Fue un recorrido en el que hubo mucho aprendizaje, que se hizo por etapas donde conté con un muy buen equipo”, dice, “llevó más de un año de producción entre Cafayate y Buenos Aires, con Matías Pozo, amigo de más de diez años con quien siempre estuvo la idea de hacer un trabajo en conjunto. Esteban Cahian fue el técnico que hizo la mezcla y grabación del disco, y Andrés Mallo lo masterizó”.  Además participaron Laura Peralta, coplera, Bruno Arias, le puso la voz a uno de los temas, Juan Pablo Álvares, en los vientos, y Santiago Castelani, que trabajo con Cerati y grandes músicos. "Aprendimos mucho de nuestras limitaciones, pudimos hacernos autocriticas y el disco es además el reflejo de una etapa, el estado de cosas, lo que somos musicalmente hasta el momento", reflexiona.

La radio, su padre y una forma de soñar
El cafayateño de 32 años tiene los ojos negros y desde chico una profunda pasión por la comunicación. "La radio siempre fue un lugar de encuentro, es un medio de comunicación muy importante sobre todo para la gente que vive en la montaña". Antes de convertirse en el músico folclorista que sube a los escenarios, su idea era seguir específicamente los pasos de uno de sus principales maestros, su padre. "Aprendí mucho de mi viejo, él era un apasionado de la electrónica, y fue docente de una escuela técnica. Él llevó a cabo una radio aquí en Cafayate, una de las primeras fm en transmitir a fines de los 80´ y lo hizo estudiando muchos libros para saber cómo funcionaban las antenas, todo con mucha pasión y de manera artesanal”, comenta.
La posibilidad de materializar en algo las ideas, es la premisa de la enseñanza paterna, “es muy difícil calcular todo el camino, pero animarse a recorrerlo ya es un paso muy fuerte. Mi viejo es y seguirá siendo mi gran maestro, que hasta el día de hoy vengo interpretando”. Al proyecto en la Peña, se suma un trabajo para volver a dar vida a aquella radio fundada por el padre años atrás.

Desde la raíz

 “Cuando uno deja su lugar y se va a otro, valora cosas que antes estando tan cerca no las notaba, uno siempre está buscando la felicidad en otro lugar. Estando en Buenos Aires me pasó añorar o extrañar cosas. Mis canciones condensan esas añoranzas, esos mates con mi mamá o el humo en la cocina de mi abuela que a leña cocinaban el pan a la mañana, eso marcó mi niñez y en algún lugar de mi memoria siempre me están enseñando que yo soy eso. Al mundo siempre lo miro desde los ojos del valle calchaquí”. 

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