domingo, 11 de septiembre de 2016

Hula-hula en el infierno (paisaje interno #38)

“Soy nada, no valgo nada, no voy a ninguna parte, no bebo de ninguna fuente de agua paradisiaca. Viajar es cruel, la oscuridad de mis palabras es necesaria, no te asustes, camina despacito y seguime a la profundidad de éste paisaje interno.
Acuarela 

Necesito decir que duele, y está bien que duela, en definitiva, el dolor también es una posibilidad de aprendizaje. No me detengas a mitad del abismo, déjame caer bien desde arriba, desde ahí quiero comenzar otra vez.
Estoy jugando con fuego, me enveneno con el puto infierno, danzo la danza de mi muerte y sangro. Sangro de esperanza, de menstruación, de luna oscura, de resurrección prematura. En la cintura llevo un hula-hula de asfixia.
Estoy encerrada en un temazcal mexicano y me acaricia la perdida oscuridad. Unas lobas originarias aúllan para espantar al carroñero diablo eréctil. El maldito me suelta de adentro de su garganta y las mujeres lobo me lamen las heridas mientras jadeo descompuesta.
Ahí está el camino frente a la urgencia de mis horas, la montaña rusa está muy alta, a mí me toca impulsar el carro de mi vida a la caída empinada.
Soy poco, valgo poco, voy a alguna parte. Bebo las pocas gotas que se desprenden de mi propia transpiración, en el agobiante verano eterno a orillas del pacífico. Viajar es la única manera que conozco para huir de mi angustia existencial.
¿A vos también te duele la vida?. Consuelo de tonta o no, qué alivio odioso, ya somos dos.
Y si somos dos, o si somos más, ¿Por qué siempre me rodea ésta canaleta profunda de soledad?.  ¿Me seguís unas palabras más?, yo sé la incomodidad del veneno que cargan mis letras, pero aprendamos también esto: la oscuridad afuera, como el fuego que sale de la boca del dragón.
Yo me curo con palabras, me curo manchándome el alma de acuarelas. Me arrastro hasta la orilla y antes de la muerte, me gasto la vida como quien no tiene nada para perder. Quiero saber qué hay para ganar.
Si soy nada entonces también soy todo, soy parte del universo, me invento despacio para no agotarme el corazón. Resucito, me reciclo, me observo.
Vuelo.
Me coso las alas en la espalda y confío. Me suelto, me desarmo la estructura incomoda del dolor y sufro gozando. ¿Hay todavía oscuridad en mis palabras?. La oscuridad también es un lugar para jugar dice mi niña interna. Ella sí que no le teme a nada. Por eso sale como un arlequín de mí y salta como una luciérnaga en la laguna nocturna.
¿Puedo gozar dentro del dolor?, ¿me puedo manchar con agujeros y transmutar en cerros?, ¿cómo hace la pachamama con el dolor del mundo?, ¿de dónde saca la fortaleza que nos abraza con naturaleza, aun cuando sus hijos sólo le lastimamos el corazón?, ¿qué puedo aprender en su dolorido vientre que todavía nos recibe con amor?.
Soy parte del todo, universo vos ya sabes para lo que vine. Tengo los brazos en lo alto, por eso sigo haciendo girar el hula-hula de asfixia, por eso no me incendio cuando juego con fuego.
Te agradezco, me pongo de pie porque me toca ser valiente y te agradezco.
Es hora de salir del túnel, si había veneno lo obsequio a la pacha que siempre lo recicla.

Crezco, doy un paso más y avanzo. Espero, me siento, respiro, y me doy tiempo”, me dijo la mujer de alas verdes mientras giraba sobre su eje en el infierno que se inventó ésta noche. 

11 de Septiembre de 2016. Lázaro Cárdenas, Michoacán, México. 

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