domingo, 25 de septiembre de 2016

Pátzcuaro Introspectivo (crónicas de viaje)

Caminé por Pátzcuaro, como quien camina sobre la luna más plateada. Tengo que contarte algo, pero necesito que me ayudes con la imaginación, por favor transformá estas palabras en imágenes porque quiero mostrártelo.
Camino a Janitzio

La Plaza Vasco de Quiroga es, junto a la de Gertrudis Boca Negra, una de las plazas importantes del pequeño pueblo michoacano. Allí, caminando por sus escalones de piedras, entre sus jardines verdes, hay parlantes imperceptibles, por donde se llena el paisaje de música ambiente.

Habitación 20, 21, 39, 12 y 13. Todos los días un cuarto diferente.
El primer cuarto me deprimió profundamente, fue la tarde que llegué. El cielo se cubrió de gris y comenzó a llover a los pocos minutos de bajarme del segundo colectivo. Lázaro Cárdenas hasta Uruapan y desde Uruapan hasta aquí, Pátzcuaro.
¿Viste lo que dicen del universo?, que hay que aprender a aceptar sus giros. Cuando llegué al hostal donde plenee quedarme, no había lugar. El hombre de la casona oscura era bastante desagradable y cuando me abrió la puerta bajo la tormenta, me dijo, “en un espacio para 15 están durmiendo 30 chicos de la universidad, no tengo espacio”.
Así que la primera noche llueve, no hay hostal, estoy en un hotelucho deprimente y no tengo nada para hacer en esta vida, ¿qué carajo estoy haciendo?. Así que mire muchos documentales para turistas que visitan Pátzcuaro y me dormí sin cenar.
La muchacha de rulos, la amiga de mi amigo rubio que ahora también es mi amiga, me dijo algo sobre enfrentar el vacío.
Enfrentar-el-vacío. Permitirme que me invada el pánico, la desolación, la pérdida profunda de sentido, aun sabiendo que por acá es mi camino. Miedo. Sí, ese miedo inevitable que genera entregarse por ejemplo, a un nuevo país.
Pátzcuaro me tuvo la paciencia que necesitaba. Sus plazas con música ambiente, sus calles y casas coloniales que me conectaron con los pueblos del norte argentino, o bien mi barrio en la ciudad, San Telmo.
Aceptar los hoteles, todas las noches un cuarto distinto. No hay lugares debido a una fiesta sobre la muerte aquí cerca. Cargar la mochila para comprender que necesito llevar menos equipaje, porque efectivamente necesito muy poco.
Eso de “perderse para encontrarse”. No sé. Pero camine por Pátzcuaro en silencio, escribiendo como a soplidos en mi cuadernito experimental. Aceptar que llueva a cántaros y volver a mirar la tele o dormir la siesta.
Caminé sola por las noches, cuando la lluvia paraba un poco. Vi a un grupo de jóvenes tocar sus tambores y trompetas en la plaza, comí un choclo con picante, mire una película de domingo aunque era jueves a la noche.
Recorrí algunas cuadras laterales y me encontré con la enorme Basílica de la Madre de la Salud. Entre justo cuando celebraban una misa y me senté bien atrás. Isabel me dijo que las iglesias cuentan mucho sobre la historia de un lugar, así que observé.
Al tercer día junte coraje para salirme de Pátzcuaro. Me tomé una camionetita, que en Argentina sería un colectivo urbano, y llegué a la Isla de Janitzio. El debate interno sobre eso de ser viajera y no turista, sintiendo cansado el corazón de tanto sentir, entregando algo de mí al lago, para que lo transforme.
Días de silencio. “Quiero entregarme al vacío”, me decía, entonces dejé que la ausencia de la expresión a partir de las palabras, me permita respirar. A veces eso que nos da energía, también nos la quita. Eso ocurre cuando jugamos bajo la presión innecesaria que nosotros mismos nos obligamos a sentir.
Ahora por ejemplo, escribo, porque ya estoy lista para volver a disfrutarlo.
Una noche de esas en que llovió, quizá fue el día en que volví de Janitzio, salí por un café. Me detuve primero en la galería de arte “La Cabrona” y cuando me disponía a volver al hotel, me encontré con el Espacio Cultural “La Jacaranda”.
En el segundo lugar conocí a Kitzia González Simón, una excelente pintora oriunda de Pátzcuaro, que volvió después de varios años vivir en Morelia, para crear “La Jacaranda”. En Argentina a ese árbol lo llamamos “el Jacarandá”. Esa noche tomando un chocolate, la entrevisté sobre su trabajo como artista. En unos días compartiré aquella charla.
Ayer conocí Tzintzuntzan, que en la lengua purépecha significa “lugar de colibríes”. Allí están las Yácatas, cinco pirámides arqueológicas que fueron templos del pueblo Purépecha antes de la llegada de los españoles. También escuché relatos históricos en el museo que se encuentra frente a la inmensa plaza del pueblo.
A la noche volví a La Jacaranda. Kitzia me había dicho que el sábado tocaba una banda que hacía una fusión entre el castellano, el inglés y la lengua purépecha. Así en el mismo día sentí la sangre ancestral y la sangre joven de éste pueblo.


Cuando empecé a escribir estas líneas, todavía no sabía que mañana me voy a Oaxaca con Ireri. Pátzcuaro ha sido efectivamente la puerta a la luna. Eso me gusta de éste viaje que es la vida, su misterioso desarrollo, me regala sus páginas de intensidad. 

2 comentarios:

  1. Te entiendo completamente maga. No te rindas. Vamos juntas, de diferentes maneras, pero juntas. :D

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    1. Gracias Negra querida!!! El otro día pensé en vos también girando por Chile. Claro que sí, seguimos adelante porque los sueños sirven para ésto, para crecer. Un beso grande!

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