viernes, 28 de octubre de 2016

La fruta prohibida de la Bruja (crónica de viaje)

ADVERTENCIA: Todo lo que leas en las próximas líneas es completamente verdad, y sobre todo completamente mentira. Pero cuando termines el texto, vas a entender que da igual la precisión de los datos.

“Él viaja entre las dimensiones”, me dijo la perturbada mujer con más de cinco atados de diez por edad, esa señora que podría ser tu vecina loca, la que come gatos. Yo no sabía que él viajaba entre las dimensiones y tampoco, que esa mujer gastada por la oscuridad, lo tenía completamente dominado.
Él era un joven pájaro blanco, aleteando dentro de una enorme jaula. Lo que quiero que entiendas es que vi como una mujer que podría ser la madre de los dos, deseaba como un animal a ese artesano que súbitamente se enamoró de mí.
¿Importan mis sentimientos?, cláro, porque soy mi propia Alicia en el País de las Maravillas. Yo estaba fascinada con mi descubrimiento, sintiéndome libre de mostrarme sin piedad. Entonces los ojos del artesano brillaban tanto que veía como se escapaba un bellísimo arcoíris. Ese arcoíris caía justo en la plaza central de un pueblo mágico. Ese es el escenario.
En el pequeño pueblo, el artesano ya era conocido por toda la feria, su ojo caleidoscópico combinaba las artes. Para mí fue imperceptible la forma de encantamiento, pero tengo que admitir que una extraña energía me atrapó el pecho, eso se ve claramente en la distancia.
Pero en ese momento solo me dejé arrastrar. ¿Sabes porque me pasan éstas cosas?, porque tengo una curiosidad que me quema viva. Lo seguí pero cuidando mi lugar, y por eso me negué a conocer a la Bruja inmediatamente. A cambio conseguí estar a solas un día más con el majestuoso pájaro de montaña.
Quiero que te figures una mujer excitada igual que cuando tenía 15 años, con un muchacho débil que cayó en su puerta a los veinte, con un tarro en la mano, pidiendo agua. El todavía niño, cruzó la puerta y la mujer llenó el tarro con agua y tres gotas de su sangre, entonces el artesano desprovisto se vio capturado por una complaciente dueña, que lo consentía hasta hacerlo engordar.
Vos sabes bien que estoy viajando, aunque no sepamos a dónde, es natural que haya salido del pueblo y vuelto varios días después. Por eso una vez frente al mar una sombra oscura se posó cerca y yo tuve el presentimiento exacto del peligro. Algo del artesano y su furiosa manera de demostrarme su afecto movían sentimientos encontrados desde el primer momento. Pero vos lo sabes perfectamente, en mi tierra las brujas son diferentes y yo, que además soy maga, sé bastante poco sobre brujería.
La cosa es que el artesano le habló de mí, la mujer prendió una vela negra y rezó tres veces por día como hace siempre. Su energía sexual atrofiada por los años de pedofilia no desarrollada, buscó mi cuerpo levitando en el mar. Si supieras lo ajena que estaba de ésta situación, comprenderías porque la envidia impactó justo en el cristal de mi lente y me puso en alerta.
Volví al sitio donde conocí al niño que atrapó la vieja y después de conocerlo un poco más acepté el desafío de encontrarme con su tirana.
Una casa inmensa llena de santos, de imágenes religiosas, de ideas densas sobre un Dios perturbado. Ella me miró de arriba abajo, seguramente ningún hombre deseo jamás mi cuerpo como la crispada señora de curvas prominentes y dientes de fantasía. Me senté en su living y le conté mis verdades frente al hombrecito que se fue quedando sin colores durante nuestra charla.
La mujer me alimentó durante un día entero. Nota mental: nunca comas nada en territorio de brujas. Pero mi cuerpo ya es fuerte y me descompuse brutalmente, pero así mismo me cure desde la meditación. En el cuarto de arriba estuve a solas con el artesano varias horas, intentando comprender que parte de esta historia me traía tanto rechazo. En la planta baja, la mujer enloquecida de celos caminó como una rata atrapada, mirando por la ventana de vez en cuando para ver a la gata que no alimenta hace más de dos semanas.
Cuando volvimos a encontrarnos en la planta baja me ofreció un té para curar mi vientre y rezongó a regañadientes sabiendo que ella y el artesano jamás podrían concretar aquel momento a solas.
Tomé el té, me observé el cuerpo y vi como la vieja consentía al muchacho igual que lo haría una mujer con su maridito.
Cuando el muchacho tuvo que irse me quedé a solas con la bruja. La putrefacta sonrisa falsa se transformó en un hueco oscuro en su rostro. “Somos almas gemelas”, me dijo la herida mujer sin menstruación. Entonces la charla se hizo un poco más sincera y pude ver claramente su desesperación ante la posibilidad de perder al cachorro que ella misma rescato. Tuve muy en claro como terminaba esta historia, entendí como había sido antes para otras mujeres jóvenes que el artesano quiso conquistar, y lamentablemente descubrí cual será el destino de las que vendrán.
Aquella noche hui a tiempo, salí de aquel lugar con la presión muy baja y las defensas por el suelo, todavía con un profundo malestar en el estómago. Miré a la vieja de frente y le dije “gracias”, y de su mano colgué una hermosa flor llena de corales que aceptó a regañadientes. Unas horas después, en el hogar de una amiga, volví a recuperar el color en la piel.
El artesano me llamó unos días después. Tenía la voz quebrada y el alma atada con alambres de púa. Repetía como un loco algo sobre la religión católica, justificaba de forma extraña la crucifixión y yo le pedí que frene. Cuando la línea telefónica  volvió a estar en silencio, también le agradecí a él y le explique que yo no peleo con espectros de ese tamaño. Que el único que puede lograr su libertad es el mismo. Y no se lo dije, pero le pedí que si conserva aquella relación retorcida con esa señora, libre a cualquier otra mujer de participar de semejante triada.
“Todos tenemos luz y oscuridad”, dijo la señora desde el inframundo. Unos días después pude entender que si me salvé no fue por mi brillantez, sino justamente, porque mi propia oscuridad reaccionó ante su infierno.

Decidí nombrar a éste texto como una crónica de viaje porque es eso. La posibilidad de contar ésta historia crea un círculo de protección para mí y para todos los que amo. El artesano seguirá siendo su esclavo hasta que despierte en esta u otra vida, a él lamentablemente lo tuve que dejar afuera. Somos libres y esa fue su decisión. 

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