martes, 6 de septiembre de 2016

Dos Horas (Crónicas de viaje)

Cuando llegué a México, mi reloj retrocedió dos horas. Mis círculos se sobregiraron y miré por la ventanilla del avión que me dejó en Zihuatanejo, a pocas horas de mi destino en Lázaro Cárdenas. Acá vive mi amigo rubio con su amiga de rulos, en una bella casita de pueblo.
Foto automática en el Océano Pacífico, en Lázaro Cárdenas,

No sé en qué dimensión me instalé desde entonces. Pero día a día la compañía maravillosa de la muchacha de rulos, que me recibió con el amor de una madre y la valentía ante la vida de mi amigo rubio; me sostuvieron para que finalmente me anime, y éste día, llegue al mar.
Dejé todo. La comodidad de mi angustiante trabajo para un gobierno que lastima a mi pueblo, el departamento que amaba en San Telmo. Un amor imposible. Todos mis libros encerrados en cajas, en la casa de Francisco, el padre italiano de Isa, una amiga que antes de amiga, fue suegra.
Viví el último mes con Itatí y su familia en Quilmes, mientras trabajamos para contar la historia de sus padres. Viví con R, mi amigo marplatense que vivió diez años en España. Y viví con mi familia, recorriendo los laberintos que implica, que una decida dejarlo todo y echarse a volar.
Viví, conviví, y seguí pintando acuarelas para Tierra Natal, esta dimensión paralela que me regalo para hacer catarsis sobre el fuego que me desata el amor por la vida.

Las acuarelas son mis remos a la imaginación, mi espacio de juego, mi cuota del arte natural que despide mi alma. Si pude afrontar cada pedacito de éste camino que me trajo a Michoacán, también debo agradecerme este espacio de exploración, a carne viva que hago ante los demás en ofrenda.
La foto  
Allí se ve perfectamente a la mujer de alas verdes. Está en la foto de manera mágica. Porque yo llegue al mar tímidamente, pero me fui entregando. Llena de fuego me deje cubrir por las olas. La playa estaba desierta, sólo las palmeras agrestes y el mar.
Aquí la playa queda en el océano pacífico, y el mar es completamente indómito. Da una sensación de libertad que me gustaría transmitirla en éstas palabras. Porque el día de agobiante calor se abre de manera maravillosa en la orilla del mundo y sentís adentro la volatilidad de las horas, los días. Por un segundo conectas tu alma al infinito del que serás parte en muchas formas.
“Pero ahora”, diría la mujer de alas verdes, “es la belleza del instante”. Y me desabroché el corpiño, lo apreté con mi mano derecha, y me deje inundar el torso desnudo en la orilla del mismísimo continente. Y juro, que con la misma desfachatez hermosa de mi madre, grite al cielo “Gracias Dios”.
Y me entregué durante un rato largo a recibir la inmensidad de las olas bravas, del mar revoltoso que me tocó hoy.
Hace un año en Brasil volví a nacer. Allí nació sin querer una mujer nueva a la que llamé “Maga Beijaflor” que firma las acuarelas de la mujer sabia, con alas verdes de mariposa.
Una mariposa que nació como un tatuaje en la espalda. Una marca de vida después de leer “Papillón”, la autobiografía del preso francés que se escapó de las peores cárceles de las Guayanas Francesas, hasta lograr su libertad. Ese hombrecito testarudo que no se conformó y lucho por su vida. Papillón, significa “mariposa” en francés y así lo llamaban a él por el enorme tatuaje que tenía en el cuello.
Cuando el verano (argentino) pasado, decidí hacer un pequeño experimento en el norte argentino para saber si realmente quería cambiar de vida, inventé Tierra Natal y usé mi tatuaje de papillón en la espalda como logo.
La mariposa tomó vida en los dibujos. Pero ésta tarde, sintiendo el mar en todo el cuerpo, quise retratar esa sensación, puse la cámara automática del celular y tomé dos fotos.
En la primera foto con el mar apareció una mariposa en pleno vuelo. Y como una niña, sentí el misterio del mundo, la realidad de mi aventura, el inicio del viaje a ésta nueva dimensión.
No tengo ninguna respuesta, pero sé que quiero contar miles de historias.
Finalmente, terminó el proceso de la crisálida y comenzó la nueva oleada.


6 de Septiembre de 2016. Lázaro Cárdenas, Michoacán, México. 

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