Ella
vendía marihuana en el Parque Lezama y él trataba de ser músico, ella siempre tenía
las manos frías y él prefería dormir desnudo porque le molestaban los cuellos
de las remeras y los elásticos en la cintura.
Se
vieron cuando ella corría lluvia abajo, en medio de los árboles y él buscaba
llegar al bar de la esquina sin que se le moje la guitarra. A ella le dio gracia
la forma ridícula en que lo vio cruzar por enfrente y se tentó de la risa.
Acuarela |
Llegaron
al borde del cordón y los detuvo el semáforo. Sin más opción que mojarse y ver
cruzar a los colectivos, a él le llamó la atención la forma, en la que seguía riéndose
ella.
Entonces
volteó a mirarla, y ella hizo lo mismo. En el mismo segundo.
_”¿En el mismo segundo?”_, le pregunto
asombrada.
Sí, y
al parecer fue fatal el impacto. A ella le produjo pudor reírse y él tuvo la
sospecha de que el reloj se había frenado un minuto entero.
Llovía,
¿eso lo entendiste no?. Lo que no te aclaré es que diluviaba. Imagínate todo el
Parque Lezama vacío y con una brutal tormenta sobre sus cabezas, justo cuando
van a cruzar por la esquina.
Ella se
asustó con aquella sensación y aceleró el paso, y él quiso saber qué carajo le
pasó con el tiempo, por eso la siguió. Y más la miraba y más se congelaba el
tiempo. Llovía y los dos daban zancadas en los charcos que ya se habían
formado.
A la
cuadra y media dicen que él no aguantó más y le dijo: _disculpáme_ ella se dio vuelta,
_¿vos te llamas Laura?_ le preguntó
entonces.
_”¿pero qué?, ¿la conocía?”_ interrumpo.
No, claro
que no la conocía, pero fue lo único que se le ocurrió en ese momento. Entonces
pasó algo que todo el mundo quiere explicar de alguna forma. Algunos llaman
destino, otros, casualidad, ahora también se habla de causalidad, lo que
quieras pensar.
“sí”,
le respondió ella, “me llamo Laura”. Y ahí sí, el tiempo se detuvo por
completo.
“¿Laura?,
¿enserio te llamas Laura?”, dicen que le preguntó él de manera completamente
desubicada. A ella le generó una rareza absoluta la situación y por educación
preguntó: “si, ¿nos conocemos?”.
“No”,
le respondió él.
“¿No?,
¿y cómo sabes que me llamo Laura entonces?”, se desesperó ella.
“Yo me llamo Horacio”, trató de cambiar de
tema él y ella lo quedó mirando como si estuviera loco. “No sabía que te
llamabas Laura, lo que pasa es que te quería preguntar si a vos también te
había pasado alguna vez que se te paralice el tiempo?”.
“¿Qué se
me paralice el tiempo?”, le respondió con tono de sentirse burlada.
“Disculpame,
no te estoy haciendo un chiste. Lo que pasa es que recién el tiempo se paralizó
cuando estábamos… No me hagas caso, disculpame”. Se sintió un boludo y comenzó
a caminar por delante con la guitarra completamente empapada.
Ella se
quedó parada sosteniendo su paraguas y al verlo esquivar la lluvia solo con los
brazos, corrió hasta alcanzarlo para cubrirlo hasta algún techo. Media cuadra
después el bar estaba cerrado. Ese feriado la ciudad era fantasmal.
Caminaron
un poco más para encontrar algún refugio y la conversación los fue enredando.
Ella escribió después que tuvo la sensación de haber quedado a solas con el
rey, cuando ya no había más piezas en el tablero.
“¿Y
cómo sigue la historia?”_ me desespero.
No sé.
“¿Cómo
que no sabes?”, me indigno.
Ya
habrá tiempo de saberlo. Por ahora quedate con esa imagen bajo la lluvia. Aunque,
¿Podríamos jugar a adivinar como sigue no?. Solo tenes que estar dispuesta a
enfrentar cualquier tentación de caer en el presagio.
15 de julio de 2016.
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