lunes, 8 de agosto de 2016

Desear que sea natural (paisaje interno #25)

No quiero hablar de nada. Porque ya sé que voy a decir, y también sé lo que me vas a contestar y no tengo ganas de entender nada más. ¿Por qué siempre hay que entender?, ¿podré alguna vez ser lo suficientemente caprichosa para que se me conceda un deseo?.
Acuarela
“¿Y qué deseas?”, indaga esta noche la mujer de alas verdes.
Ya te dije que no quiero decir nada más al respecto, es un trabajo profundo por domar el deseo, por rogarle a la cabeza que no encienda la máquina y se reproduzcan los recuerdos. La boca de Lorenzo se expande por toda la casa aunque ya no viva ahí. Su perfume natural me asfixia sin aviso, por eso me escapo a la ruta. Sus oscuros ojos verdes me persiguen por el parque y las mil maneras de encontrarnos llegaron tarde. ¿De qué más puedo hablar en una realidad sorda?, ¿qué sentido tiene un deseo que no desemboca en ningún arrollo?.
“Es natural”.
Qué simple así ¿no?, se simplifica todo con palabras acordes, se encierran las sensaciones en el pasado, se condiciona la búsqueda a un par de rasgos aceptables, se quiebra el tiempo en mi estómago y me toca solo desear que sea natural.
Es la hora del sin tiempo y ella me suplica que guarde silencio. Caminamos entre las casas bajas hasta la plaza de noche, con éste frio ya no quedan ni siquiera los pájaros.
Nos quitamos los escudos y nos trepamos a los árboles. La luna está partida y una sutil neblina nos acaricia el estómago. Ella vuela en una hamaca, yo hundo los pies en la tierra.
“Grita!”, me ordena riendo la mujer de alas verdes. Bajar en la hamaca le da cosquillas y grita sus carcajadas sobre el silencio que pidió antes.
“Gritá!”, vuelve a decir.
Yo tengo las piernas hundidas en la tierra.
“Gritá”, repite y grito.
Grito y corto el aire espeso. Vuelvo a gritar y se me raspa la garganta. No quedó nadie en el mundo y yo grito de rabia, de amor, de necesidad.
Las piernas tiemblan dentro de la tierra hasta que brotan las raíces. Grito y siento la sangre llegando al Paraná.
Grito, grito, grito y la garganta me sabe a la de una loba. Aúllo. Ya estoy más lejos que antes y solo puedo aullar.  
No pasa el dolor pero se desarrolla para que pueda comenzar a conocerlo.
La mujer de alas verdes vuela en la hamaca y yo estoy clavada como un sauce en plena Plaza 9 de Julio. Se me acaban las formas cuando la veo mecerse con los ojos cerrados.
¿Qué sentido tiene desear así?, insisto.
“Cualquier deseo de éste tamaño merece unirse a tus ríos internos. No importa los matices de la realidad si el deseo es algo que te inunda de esa manera. No reniegues de la magia, no la quieras explicar, no se puede atentar contra la ilusión de un mago. Mejor entrega tu desconcierto a la tierra y vení a volar en los juegos conmigo”.

9 de agosto de 2016. Resistencia, Chaco. 

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