miércoles, 3 de agosto de 2016

En la cuerda floja (paisaje interno #21)

Mientras no tenga tus alas verdes, me animo a subir a la bicicleta de la cuerda floja y pedalear a pesar de todo. Las estaciones del año me pasan por la piel, siento todo el frío, igual que todo el calor.
Me transformo en un pedacito de acuarela y me sumo al único escenario del cual puedo ser parte ahora. Me desvisto igual que vos y dejo que todas las cicatrices respiren al sol.
Acuarela
¿Sabías que tuve gula, insomnio, acidez, melancolía, ansiedad?. Estaba en la cuerda floja y las lágrimas se secaban con el movimiento, la risa se interrumpía por alguna brisa, y de las ganas de gritar, me puse varias veces a cantar.
Nacemos, subimos a la cuerda floja, y nos morimos, solos. Esas son cosas que nos tocan afrontar en la intimidad de nuestra propia esencia. Es la fuente a la que vamos a parar cuando comienza a crecer el sueño de estar viva.
La ciudad ahora es tan pequeña, que cabe entera en las maquetas que armaba de niña con cajitas de remedios. La ciudad me es tan ajena, que desde la propia cuerda sigo sintiéndome una ermitaña que visita el enorme poblado oliendo a pinos y pasto.
Por eso cuando la mujer de alas verdes me propuso que forme parte del instante, inclusive a riesgo de caer, dije sí.
“¿Puedo caer?”, pregunte.
“Siempre se puede caer”, respondió flotando frente a mí, “pero si caes de la cuerda floja a la que elegiste subir, y ves el mundo un poco gris o fugaz, te vas a acordar del naufragio en el aire. Entonces casi sin darte cuenta, vas a necesitar intentarlo otra vez”.
Vuelvo a poner los pies en los pedales y doy el primer impulso. La cuerda tiembla al principio pero cada empujón que me doy, consigue un equilibrio al menos pasajero. Son las dos piernas, los pies, las manos sobre el manubrio, la vista al frente, el corazón adelante.
Gira la cadena y todo el aire es galáctico.
La mujer de alas verdes me mira y sonríe. Yo la miro y también arqueo los labios.
Lo estoy haciendo, me estoy animando a estar completamente despierta sobre la cuerda floja una vez más.
Este diminuto sendero inestable, se me brinda como un milagro.

3 de agosto 2016. 

2 comentarios:

  1. Me encantó lo que escribiste!!! Como la Maga cortazariana, emanás en tus letras un aura profunda y sensible. Hago mías tus palabras y las entrego al éter para que sigan siendo receptadas por otr@s sedient@s de alma como yo. Vuela un abrazo desde Baires!

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    1. Muchísimas gracias Verónica Molina!!! es una caricia al alma tan lindas palabras! y por supuesto un aliento importante para seguir expresando. Te mando un abrazo grande!

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